Vorian, aunque reacio, reconoció la influencia y la firmeza de Kaizen. —Muy bien, escucharé lo que tienes que proponer. Sin embargo, para esto creo que prefieres discreción.
Con un chasquido de sus dedos, los otros magos en la habitación desaparecieron en un velo de humo, dejando solo a Kaizen, Alina y Vorian allí parados.
En ese momento, Vorian dio un paso atrás y se giró ligeramente hacia un lado, un brazo apuntando hacia el interior de la sala de reuniones.
La atmósfera de la sala era solemne, bañada por la suave luz de las antorchas mágicas que colgaban de las pulidas paredes de piedra. El único mueble, una gran mesa delicadamente tallada, añadía un aire de elegancia e importancia al espacio.
Kaizen asintió, indicando que Vorian podía liderar el camino. Con un gesto fluido, Vorian avanzó hacia el interior de la sala, seguido de cerca por Kaizen y Alina. Tan pronto como entraron, las sólidas puertas de roble se cerraron detrás de ellos, aislándolos del mundo exterior.
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