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Capitulo 1: Cronistas del Destino Arcano

Han pasado dos años rápidamente desde el inicio de mi extraordinaria travesía. Aún puedo evocar el recuerdo de cómo conocí a Kischur Zelretch Schweinorg.

"Pase", invité a la persona que aguardaba tras la puerta de madera.

"Con permiso", resonó la voz que revelaba la presencia de un anciano.

La suposición se confirmó cuando la puerta se abrió, revelando a un hombre mayor con cabello rizado hacia atrás y una barba recortada. Su figura denotaba una resistencia y fortaleza sorprendentes, desafiando los estragos del tiempo.

"Buenas tardes, joven Hadrian. Me presento como Kischur Zelretch Schweinorg, portador de la segunda magia verdadera", se presentó con una gracia que solo los años de experiencia pueden conferir, adentrándose por completo en la habitación y cerrando la puerta tras de sí.

"Supongo que tiene algunas dudas acerca de algunas cosas, ¿no es así?", inquirió con una sonrisa, fijando su mirada en mí.

Asentí en silencio, dando pie a una explicación reveladora. Zelretch, el antiguo pupilo de Solomon, compartió su vivencia presenciando la muerte de su maestro y su experiencia a lo largo de las distintas eras. Narró cómo obtuvo la inmortalidad después de una feroz batalla contra un ser poderoso, aunque esta victoria tuvo un precio: su fuerza se debilitó, su envejecimiento se aceleró, y sus poderes se vieron mermados.

Con paciencia, me sumergió en la compleja trama de su propia existencia. Me contó cómo Solomon, desde el más allá, se puso en contacto con él. Resulta que incluso en la vida después de la muerte, Solomon mantenía ciertos "privilegios", aunque limitados. Desde esa dimensión etérea, instruyó a Zelretch sobre mi situación, el estado del mundo mágico y las amenazas potenciales, todas las cuales el propio Zelretch corroboró.

Juntos, trazaron un plan, o al menos un prototipo, delineando cómo me integraría en el mundo mágico y cómo desentrañaría sus misterios. Fue un encuentro que abrió las puertas a la comprensión y alineó los caminos para el viaje que se avecinaba.

En la intrincada planificación, si decidía aceptar mi destino, se vislumbraba la posibilidad de ser adoptado por Zelretch, transformándome en Hadrian Schweinorg. Este acto estratégico tenía un propósito claro: evitar represalias por parte de individuos de alto estatus en el mundo mágico cuando, inevitablemente, revelara mi extraordinario poder al llevar este apellido, considerando el renombre y prestigio que ya poseía Zelretch.

El anciano mago también compartió la idea de que mi aprendizaje no se limitaría únicamente al control de mis poderes. Sería un proceso holístico, abarcando tanto el desarrollo físico como el mental. La adquisición de sabiduría, un arte que Zelretch dominaba, se convertiría en mi búsqueda constante. Mientras él ya nadaba en un océano de conocimiento, yo apenas estaba dando los primeros pasos.

Así, esta convergencia de decisiones y revelaciones me conducía hacia un futuro donde mi identidad y mi crecimiento se entrelazaban de manera única, guiadas por la sabiduría de mi nuevo "abuelo" y la protección implícita en un apellido que resonaría en los círculos más elevados del mundo mágico.

En la arborescente senda de mi aprendizaje bajo la guía sabia de mi abuelo, Zelretch, no solo me sumergí en la magia, sino que también emprendí un viaje en el arte del combate. Desde la danza del cuerpo a cuerpo hasta la maestría en el manejo de cuchillos, espadas, lanzas y arcos con sus flechas danzarinas, cada movimiento y destreza se convirtieron en un rito meticuloso en el santuario de mi aprendizaje.

El anciano mago no se limitó a impartir habilidades prácticas; desplegó ante mí las páginas desgastadas de las eras antiguas. Con sus palabras, reviví la época de los dioses, entidades conceptuales que dirigían el cosmos antes de la implacable llegada del "Titán Blanco". La narrativa de héroes como Gilgamesh y Solomon, que resistieron en vano, se tejió con hilos de tragedia y nobleza. El sacrificio de Jesús marcó el epílogo de esta era divina.

A través de la lente de Zelretch, atravesé el velo hacia la enigmática Era de los Fae, un periodo de transición en la telaraña temporal antes de la Era del Hombre. Mi abuelo describió las maravillas y misterios de esta era, preparándome para comprender las complejidades del tiempo.

El caleidoscopio histórico que Zelretch desplegaba no solo abordaba eventos épicos, sino también los cambios fundamentales en las reglas del mundo. En la Era del Hombre, las leyes del misterio cedieron su lugar a las implacables de la física, planteando desafíos al disminuir los misterios, como la hechicería, en favor de la ciencia.

Cada cambio de era marcó el inicio de un análisis profundo, donde buscaba en los pliegues del pasado sus defectos, desafíos y beneficios. Presentaba mis hallazgos ante Zelretch, cuyos ojos centenarios discernían la verdad entre los entrelazados hilos del tiempo. Así, nuestra relación no solo se nutría de enseñanzas, sino que se consolidaba como un legado que trascendía las fronteras del conocimiento. La conexión de abuelo y nieto se forjaba con cada revelación y aprendizaje, como los capítulos de un libro ancestral desplegándose ante nosotros.

Bajo el manto estrellado de la noche en la ciudad de Fuyuki, el anciano y yo nos hallábamos en un rincón estratégico de la ciudad. Vestido con un traje de negocios que irradiaba seriedad, el abuelo observaba el horizonte mientras la oscuridad se extendía a nuestro alrededor. Yo, ataviado con una camisa negra de manga larga, pantalones de combate y borcegos militares, aguardaba sus palabras con una mezcla de expectación y respeto.

El murmullo nocturno se rompió con su saludo: "Buenas noches". Respondí con un respetuoso "Buenas noches, abuelo", manteniendo mi mirada atenta a sus siguientes palabras.

La seriedad en su expresión se acentuó al preguntarme sobre el estudio del archivo que dejó para mí. Asentí con determinación, reconociendo la gravedad de la información que detallaba la Guerra del Santo Grial. Era una competencia feroz, donde maestros hechiceros invocaban espíritus heroicos para luchar hasta que solo quedara un par en pie, ansiosos por reclamar el poderoso Santo Grial.

El anciano procedió a explicarme con detalle la naturaleza del Grial, el número 726, un "contenedor omnipotente" que actuaba como puente hacia la Raíz, Akasha. Mis ojos se enfocaban en él mientras delineaba la conexión con el Gran Grial, un cúmulo de energía mágica capaz de conceder deseos, siempre y cuando se expresara claramente el método deseado.

En ese rincón estratégico de Fuyuki, la complejidad de la Guerra del Santo Grial y la trascendencia del Grial resonaban en la quietud de la noche, creando una atmósfera cargada de significado y anticipación.

Bajo el velo de la noche estrellada, la figura del anciano mago se erigía como una silueta sabia y experimentada. Su mirada penetrante se posó en mí mientras formulaba una pregunta crucial: "¿Tenes claro las diferencias entre los dioses, espíritus divinos y espíritus heroicos?"

Asentí con determinación, consciente de la complejidad de estas entidades. Los dioses, seres conceptuales, se alzaban en la cúspide del poder divino. Los espíritus divinos, por otro lado, representaban una degradación de esta divinidad, manteniendo una existencia elevada pero alejándose de la omnipotencia de los dioses. Luego, emergían los espíritus heroicos, almas legendarias que encarnaban fenómenos naturales dentro de la humanidad.

Mis conocimientos se desplegaron: estos espíritus heroicos eran seres cuyos logros extraordinarios, como salvar a su pueblo o detener invasiones, los elevaban a una existencia trascendental. Después de su muerte, se convertían en objetos de adoración y conocimiento, alejándose del ciclo ordinario de transmigración de las almas para convertirse en guardianes o influencias sobre la humanidad. La complejidad de estos seres se manifestaba en la diversidad de sus alineamientos, permitiendo incluso la existencia de espíritus heroicos con inclinaciones hacia la maldad. La noche, testigo de nuestra conversación, parecía vibrar con la profundidad de estos conceptos mágicos.

En la penumbra de la noche, el anciano mago decidió compartir una historia envuelta en las complejidades oscuras de las Guerras del Santo Grial.

"Bajo el ciclo de sesenta años, emerge la danza mortal conocida como la Guerra del Santo Grial. En la tercera, un giro inusual desató su trama. Se convocó a un servant de clase avenger, Angra Mainyu, por el Maestro de los Einzbern. Lo que nunca debió acontecer se volvió realidad. Un espíritu heroico cuya fragilidad lo llevó a desvanecerse en las etapas iniciales de la guerra. Sin embargo, su muerte corrompió el Santo Grial, convirtiéndolo en la personificación de Todo el Mal del Mundo."

La historia se sumergió en la tragedia de Angra Mainyu, el dios persa de la oscuridad, pero en realidad, solo un aldeano común. Este humano fue liberado de las cadenas del Orden al ser eliminado de las escrituras sagradas. Elegido al azar por su pueblo como la "fuente de todos los males del mundo", fue sometido a un brutal ritual. Torturado y sacrificado, se convirtió en el recipiente de los pecados y males imaginables. Su sufrimiento continuó hasta perder la cordura, marcado por cada palabra de maldición tallada en su cuerpo.

La historia de Angra Mainyu se desenvolvió en un telón de sombras y desesperación, revelando la ingenua creencia de su pueblo: al concentrar todos los males en una persona, el resto de la humanidad podría nacer sin maldad. Sin embargo, la maldición no se desvaneció con su muerte; se forjó en su ser, otorgándole la existencia como un espíritu heroico.

Esta narrativa, envuelta en sombras y lamentos, ilustró la complejidad moral y las tragedias que se desatan en el escenario turbulento de las Guerras del Santo Grial.

La narrativa se desplegó ante nosotros con la solemnidad de un pergamino antiguo. El anciano mago, con gestos marcados, señaló hacia la distante iglesia, un bastión de secretos en medio de la noche.

"En esta Cuarta Guerra del Santo Grial, la corrupción desatada por Angra Mainyu tiñe cada rincón, permitiendo la invocación de servants impropios, como el siniestro Gilles de Rais", pronunció el anciano con una seriedad imperturbable.

"La destrucción del Grial Menor durante la Tercera Guerra llevó a Jubstacheit von Einzbern, uno de los arquitectos de este ritual, a forjar uno completamente nuevo. Utilizó el cuerpo de un homúnculo para dar vida a Irisviel von Einzbern como su recipiente. Cabe destacar que Irisviel está casada con Kiritsugu Emiya, el infame asesino de magus. En esta guerra, Kiritsugu fue contratado por su propia familia bajo el pretexto de que podría cumplir sus sueños".

Con un gesto magistral, el anciano desencadenó su poder, entretejiendo una ventana distorsionada en el tejido del espacio-tiempo. A través de esta abertura mágica, se revelaron los intrincados acontecimientos que se desenvolvían en el santuario oculto de la iglesia, donde los destinos se entrelazaban en la Cuarta Guerra del Santo Grial. La escena desplegada ante nosotros como un tapiz de misterios y conspiraciones, ondeando en la penumbra de la noche.

Contemplamos el clímax de la guerra, donde Kiritsugu Emiya y Kirei Kotomine se enzarzaron en un enfrentamiento frenético y visceral, desplegando sus habilidades y estrategias en un duelo de magia y astucia. La sala, impregnada por la atmósfera densa de tensión, fue testigo de cada hechizo y maniobra mientras ambos luchaban por alcanzar sus objetivos divergentes.

El oscuro torrente de Angra Mainyu, desencadenado por la corrupción del Santo Grial, fluía ominosamente, tejiendo una narrativa sombría en medio de la contienda. Kiritsugu, inmerso en un conflicto interno, se enfrentó a 'Irisviel', ahora entrelazada con el Grial, en un diálogo cargado de dilemas y revelaciones.

La mente de Kiritsugu se convirtió en un campo de batalla metafórico donde sus decisiones pasadas y su visión del futuro se entrelazaban. 'Irisviel' defendía la perspectiva de que sus métodos lo llevarían a ser el enemigo máximo de la humanidad, una figura análoga a Angra Mainyu. Kiritsugu, resistente y firme en sus convicciones, rechazó la premisa, argumentando que buscó el Grial porque sus propios métodos eran insuficientes para forjar la utopía que anhelaba.

El Grial, como un juez implacable, señaló la falta de una metodología clara para realizar el deseo de Kiritsugu. La interacción entre estos personajes inmersos en la corrupción del Grial proporcionó un caleidoscopio de emociones y conflictos morales.

La lucha culminó con la decisión de Kiritsugu de rechazar a 'Irisviel', quien, con un aura de desesperación, le lanzó la maldición de un arrepentimiento eterno hasta su dolorosa muerte. Kirei, otro producto de la corrupción del Grial, cuestionó la elección de Kiritsugu antes de encontrarse con su destino final a manos de este.

La narrativa se desplazó hacia la batalla final, donde Kiritsugu emergió en el enfrentamiento entre Archer y Saber. Aunque las acciones de Kiritsugu, al usar Excalibur para destruir el Grial mediante su servant, pretendían ser una solución, se revelaron como un error estratégico del enemigo. El núcleo corrupto del Gran Grial derramó su "barro" en las calles de Shinto, dando paso a un incendio desenfrenado que devoró vastas áreas de la ciudad. Los destellos de luz y sombra pintaron un cuadro dantesco mientras el fuego consumía todo a su paso, marcando el trágico desenlace de la Cuarta Guerra del Santo Grial.

El resplandor del incendio iluminaba el rostro preocupado de Zelretch mientras me detenía en seco, mi determinación de ayudar chocando con su advertencia. En medio del crepitar de las llamas, el anciano mago se sumió en un breve silencio antes de abordar un tema de gran trascendencia.

"¿Entiendes lo que se conoce como Contrafuerza?" cuestionó, su mirada penetrante buscando una comprensión profunda en mis ojos.

Asentí, articulando la esencia de la Contrafuerza: Gaia, la voluntad terrenal de prosperar y sobrevivir, y Alaya, la fuerza inconsciente colectiva de la humanidad para evitar la extinción. Sin embargo, la pregunta persistía, flotando en el aire ardiente entre nosotros.

"¿Y qué es?" indagó nuevamente, su tono impregnado de seriedad, sugiriendo que esta vez, la respuesta llevaba consigo una relevancia crucial.

"Las contrafuerzas desatan un poder proporcional a la amenaza que enfrentan. Ajustan su respuesta para abordar la energía equivalente a X en la amenaza. Ya sea guiando a individuos con 'coincidencias' o sumergiendo un continente entero en la desgracia, es como un destino modulado para eventos catastróficos", expliqué, aunque la conexión entre este conocimiento y la situación actual se mantenía elusiva.

La expresión de Zelretch, ahora más seria que nunca, dejó entrever la preocupación que albergaba. En la penumbra del incendio, su figura destacaba, un mago anciano que conocía los entresijos del universo, desentrañando secretos que podían alterar el rumbo de las cosas. Ante esta incertidumbre, me hallaba expectante, con la inquietante sensación de que las revelaciones de Zelretch se avecinaban como el viento antes de una tormenta.

En el ambiente iluminado por las llamas de Fuyuki, Zelretch, con una calma sobrenatural, preparó el terreno para la revelación de un conocimiento prohibido. Respiró profundamente antes de desentrañar las conexiones cósmicas que guiaban mi destino.

"Ya vimos que la Contrafuerza, comúnmente conocida como destino, está controlada por Alaya y Gaia. Nadie puede desafiarlas, ni siquiera los espíritus heroicos o divinos", señaló, midiendo mi comprensión.

Prosiguió, desvelando la excepción a esta regla cósmica. "Sin embargo, los dioses podían desafiar el destino. Al ser seres conceptuales, tenían la capacidad de desafiarlo, aunque rara vez lo intentaban debido a las consecuencias monumentales que podían desencadenar, en caso de que lograran vencer a la Contrafuerza".

Detuvo su relato momentáneamente, dándome espacio para asimilar la información antes de continuar. "Solo hubo un dios que pudo desafiar y salir ileso contra el destino. ¿Te das cuenta de cuál es?", preguntó, sus ojos buscando mi comprensión.

"El Dios bíblico", respondí, y la seriedad en mi mirada indicaba que comenzaba a vislumbrar las complejidades de la situación.

"Sí, sin embargo, los dioses ya no están en esta Era. Pero existen los usuarios de magias verdaderas", afirmó, su mirada perdida por un momento como si reflexionara sobre un pasado distante.

"¿Cómo es eso posible?" inquirí, expresando mi confusión ante esta revelación.

"Supongo que conoces los orígenes", planteó Zelretch después de salir de su breve melancolía.

"Sí, es el punto de partida que define la propia existencia y guía las acciones a lo largo de la vida. Es la fuerza motriz que proviene del interior de la Raíz y ha logrado salir del comienzo, tomando forma material. Esta forma, a menudo, es la de un ser humano, y por regla general, todos los seres humanos ajustan sus acciones para estar en armonía con la fuerza motriz que los originó", expliqué con seriedad.

"Es cierto, cada individuo tiene un origen inmutable. Sin embargo, hay una forma de cambiarlo, y los usuarios de magias verdaderas alteran sus orígenes para adaptarse a su nuevo poder", reveló Zelretch, aportando un conocimiento que desconocía.

La sorpresa se reflejó en mi rostro mientras intentaba comprender el significado de esta información en medio del caos del incendio que aún devoraba la ciudad.

Intrigado, pregunté: "¿Pero qué tiene que ver esto con el incendio?".

En el oscuro escenario de Fuyuki, donde las llamas devoraban la ciudad, las palabras de Zelretch resonaban con un eco profundo. La intensidad de sus revelaciones parecía cargar el aire, mientras el anciano mago señalaba el desastre que se desenvolvía ante nosotros, la danza de las llamas reflejándose en sus ojos sabios.

"Angra Mainyu puede haber sido la chispa de este caos, pero la contrafuerza fue quien permitió su presencia en esta Era actual", explicó Zelretch con una serenidad que contrastaba con el desastre a su alrededor.

Mi rostro reflejaba la confusión al intentar comprender la magnitud de lo revelado. "¿Entonces, qué buscan?", pregunté, sumido en la desconcertante idea de que estos entes cósmicos estaban detrás de la catástrofe que se desplegaba ante nosotros.

"Un arma", respondió con una tranquilidad que desafiaba la gravedad de sus palabras. "Alaya ha provocado esto para obtener un arma en forma de un contraguardián".

El término "contraguardián" resonó en la oscuridad, revelando una categoría única entre los espíritus heroicos. Los contraguardianes, aquellos que hicieron un pacto con el mundo, con Alaya, ofreciendo sus servicios después de su muerte a cambio de un milagro en vida.

"¿Solo por eso provocaron todo esto?", expresé con un dejo de incredulidad y cierto resentimiento hacia la aparente trivialidad de los motivos detrás del caos.

"Sí", afirmó Zelretch. "Pero como mencionaba, los usuarios de magias verdaderas, como tú, son comparables a los dioses, capaces de desafiar el destino. Sin embargo, las consecuencias son tan vastas que apenas pueden concebirse", añadió, dirigiendo su mirada hacia mí con un significado profundo.

"Pero tú eres la excepción, posees las cinco magias verdaderas y tienes el mismo privilegio que el Dios bíblico en su momento. Tu origen lo demuestra", concluyó, sumiéndome en un estado de reflexión profunda mientras el incendio rugía a nuestro alrededor.