—Si aquellos que planean la caída del mundo quieren tener éxito, entonces deben derribar una fuerza así antes de atacar el mundo —murmuró William para sí mismo, mientras estaba sentado en una habitación que apenas podía llamarse una pequeña casa en cualquier otro lugar.
Estaba todo hecho de piedra, y ni siquiera los finos toques de alfombras y pinturas en las paredes lograban quitar el frío toque de las piedras que hacían el lugar entero.
Para él, se sentía como una gran prisión. Y lo que no sabía era que los Cardenales estaban observando y oyendo todo lo que hacía y decía desde que entró en esta habitación.
No querían tiempo solo para decidir sobre su oferta, también querían tiempo para observarlo de cerca. Y lo que dijo a continuación hizo que sus mentes se paralizaran.
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