—La enfermera con el látigo golpeaba a Gracia tan fuerte como si fuera un animal —dijo ella—. Y Gracia no dejaba de gritar. No había hecho nada malo excepto intentar defenderse con una lámpara inofensiva porque sabía que estaban a punto de castigarla de nuevo por nada.
—Estas personas son malas personas —pensó—. Han conseguido transformar su piel y cuerpo en algo diferente. La piel de Gracia, antes mimada y siempre tratada con los productos de cuidado de la piel más caros, ahora estaba amoratada hasta lo último de ella. Se veía tan sucia y ya desprendía olor a sangre seca y cuerpo sin lavar.
—Una mujer que en otro tiempo fue renombrada, ha sido convertida en una marginada en su propia ciudad por un miembro de su familia ávido de dinero.
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