Ha pasado una semana desde que Anna dejó la mansión de su abuelo. No había olvidado cómo Noah vino a llevarla en hombros aunque ella protestara muchas veces.
Ni siquiera su abuelo o sus tías pudieron salvarla de él. Ella no quería volver pero él la llevó. Ahora que estaba con Noah, no creía estar lista para el matrimonio.
Anna no había pensado bien en este matrimonio antes de entrar en él, ahora estaba atrapada. Ya no había salida.
Había pensado en mudarse a una habitación diferente a la suya, pero Noah no se lo permitió. Él decía que todas las habitaciones vacías eran para sus hijos.
—¿Cuántos hijos está dispuesto a tener? —Había más de 15 habitaciones vacías en la mansión, ¿estaba dispuesto a tener ese número de hijos?
Se estremeció al pensarlo. Ni siquiera había considerado la idea de tener un hijo, menos pensar en quince. Suspiró. —Noah es un loco —debería haber sabido que haría algo así.
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