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Episodio 8

Era otra noche de pesadilla.

Hacía mucho tiempo que Lao Qing había dejado de soñar con cosas del pasado, sin embargo, en estos días y más después de haber sido golpeado, no pudo evitar volver a soñar con cosas que no quería.

La primera escena se presentó sin poder detenerlo.

Había un niño y un joven de unos diecisiete años. El joven tenía una sonrisa alegre mientras le hablaba al niño: —¿Qué quieres comer? Mamá no estará aquí hasta el anochecer, así que puedes pedirme lo que sea.

El niño hizo un puchero mientras miraba a su padre con ojos llorosos: —Pero no quiero que mamá me vuelva a pegar.

—Aiya, no tienes que preocuparte por eso. ¿Para qué está tu padre? Si ella dice algo, prometo defenderte.

—Dijiste eso mismo la última vez —el niño no le creyó. Levantó la manga de su abrigo y le enseñó su brazo, que aún estaba morado por los golpes— y así fue como terminé.

Los ojos del padre revelaron una pizca de culpa: —Eso fue porque no estaba aquí. Sabes que tenía que trabajar...

—Hoy también tienes que trabajar —el niño negó con la cabeza—. No quiero comer. Mamá dijo que no puedes dormir y que incluso has dejado de comer por días para darme de comer. Ella dijo que no podía quitarte la comida o volvería a pegarme.

—¿Ella dijo eso? —las cejas del joven se fruncieron.

El niño asintió.

Después, la escena volvió a cambiar.

Esta vez, el niño había crecido más, ya tenía unos ocho o nueve años, pero su cuerpo aún estaba flaco porque llevaba días sin comer.

En ese momento se encontraba en el armario. Su padre dijo que se escondiera ahí hasta que volviera. Pero ya habían pasado muchos días. Su madre no dejaba de tirar las cosas al suelo y gritar.

El niño quería salir, pero tenía miedo de su madre.

Su madre era muy aterradora.

Siempre que estaba comiendo, lo regañaba por ser inconsciente y no dejar comida a sus padres. Así que, cuando su padre no estaba prestando atención, no comía. No quería que su madre volviera a golpearlo.

O, por ejemplo, la vez que llevó a un niño a su casa para agradecerle por haberlo ayudado, su madre lo volvió a golpear. Le dijo que todavía era muy inconsciente. Ni siquiera se podía defender por sí mismo y necesitaba de otros para sobrevivir. En el futuro, estaba destinado a ser un inútil.

O, por ejemplo, la otra vez que escuchó por error que su madre había querido abortarlo. Sabía que su madre era muy joven. Sólo le llevaba catorce años. Su madre amaba mucho a su padre, pero no quería a su hijo. Cuando el niño escuchó esto, ni siquiera había tenido tiempo a reaccionar antes de que volviera a ser golpeado. Su madre le reclamó que por su culpa la relación entre ella y su padre se había arruinado.

Y, sin contar esta vez.

Ya llevaba tres días escondido en el armario cuando su madre lo encontró.

Sus ojos se llenaron de lágrimas sin poder detenerlo. Sabía lo que iba a pasar. Su madre lo iba a volver a golpear. Le diría que era su culpa que su esposo la haya abandonado. Y él no se podría defender.

Aunque sabía que sería así, esa vez fue incluso peor.

—¡¿Dónde está?! ¡Maldito demonio, ¿dónde está Xiao Shi?! —la mujer comenzó a gritar como loca.

Lao Qing quería despertar.

Sabía que si no se despertaba volvería a sentir el dolor de una botella golpeando su cuerpo, de un cigarrillo quemando cada parte de su ser y de aquellas palabras que lo lastimaban.

Pero no podía despertar.

El hospital estaba muy tranquilo. Los pacientes se encontraban durmiendo y sólo de vez en cuando las enfermeras pasaban para visitar las habitaciones.

Era una noche tan tranquila, pero esa tranquilidad lo atemorizada.

Quería despertar.

Quería...

... despertar.

-

Cuando Xiao Yu se despertó ya eran las ocho de la mañana. Se quedó un momento mirando hacia el techo antes de decidir pararse y arreglarse.

Este día regresaría a Shanghai, así que, después de bañarse, comenzó a arreglar su maleta. No había traído mucho a Beijing, así que en menos de una hora, todo estuvo recogido.

Cuando terminó, pensó en llamar a Xiao Lin.

El día anterior, Xiao Lin se había quedado con Lao Qing y Xiao Yu había regresado temprano.

Como había malentendido los sentimientos de Lao Qing hacia él, no pudo evitar sentirse avergonzado. Pronto entendió que la razón por la que Lao Qing no había dejado de mirarlo en la habitación del hospital no era porque no quisiera que Xiao Yu estuviera ahí, si no porque se sentía avergonzado de que Xiao Yu lo viera en tal estado.

Era la primera vez en mucho tiempo que Xiao Yu se sentía avergonzado y no sabía que decir.

Pensó durante mucho y, al final, aún decidió ir a la habitación de Xiao Lin a preguntarle sobre la situación de Lao Qing.

Puso la maleta a un lado y, justo cuando estaba a punto de salir, tocaron a su puerta.

—¿Qué pasa? —después de abrirla, se dio cuenta de que era Xiao Lin.

Xiao Lin estaba sonrojado y un poco pálido. Tenía varios abrigos puestos y una bufanda alrededor de su cuello. No respondió de inmediato a la pregunta de Xiao Yu, si no que soltó un estornudo.

Se frotó la nariz y, un poco avergonzado, miró a su primo: —Pasé mucho tiempo afuera ayer, así que me resfrié. Hoy planeaba llevarle una medicina a Lao Qing, pero mi mamá no me deja salir —Xiao Lin se mostró un poco vacilante—. Tú... ¿puedes ir por mí?

»Y no te preocupes —antes de que Xiao Yu tuviera la oportunidad de negarse, Xiao Lin lo interrumpió—. Sé que hoy tienes que volver. Solo tomará unos minutos.

Xiao Yu asintió.

Le preguntó a Xiao Lin cuáles eran los medicamentos que tenía que comprar y después de recibir una respuesta, salió de casa.

Al llegar a la farmacia, compró los medicamentos y, luego, comenzó a caminar nuevamente, pero, esta vez, hacia el hospital.

No tardó mucho en llegar, así que se dirigió directamente hacia la habitación donde se encontraba Lao Qing y su madre. No planeaba preguntar antes de entrar, pero justo cuando estaba a punto de tomar el pomo de la puerta, las voces dentro de la habitación lo detuvieron.

Aunque no eran muy fuertes y ni siquiera parecían estar peleando, Xiao Yu no entró.

—... a partir de ahora, no es necesario que nos cuidemos. Estás en una buena escuela y, aunque no eres muy inteligente, lograrás entrar en una buena universidad —las palabras de Si Guang tenían un toque de frialdad, para nada parecido al tono de una madre—. Tienes muchos amigos, así que puedes encontrar un lugar donde vivir. No es necesario que vuelvas a mi casa.

El ceño de Xiao Yu se frunció.

—Lo tengo —respondió Lao Qing, al cabo de un rato—. He estado buscando un lugar para vivir, no te tienes que preocuparte.

—Es bueno —dijo Si Guang—. Además, la próxima vez, aunque alguien me esté golpeando o esté al borde de la muerte, no te acerques. No somos tan cercanos como para defendernos los unos a los otros.

Lao Qing respondió con un sí.

La conversación no parecía continuar, así que Xiao Yu entró. Las dos personas, una que estaba sentada en una silla y la otra en una cama, lo miraron al instante en que escucharon el sonido de la puerta.

Cuando Xiao Yu vio los dos pares de ojos mirándolo, se sintió un poco incómodo.

No había entrado en un muy buen momento, tal vez debería de haber esperado más antes de entrar. Pero de cualquier manera, ya estaba ahí, y no podía volver a salir.

—Xiao Lin no pudo venir, así que me dijo que te trajera la medicina —Xiao Yu extendió la mano.

Lao Qing se paró al instante.

—Gracias, ge —miró a Xiao Yu sonriendo, como si la conversación anterior no le hubiera pasado—. Por cierto, ¿es verdad que hoy vuelves a Shanghai?

Xiao Yu asintió.

—Es una lástima —Lao Qing hizo un puchero—. No pudiste hacerme un retrato —mientras hablaba, se dirigió a la mesa de noche cerca de la cama donde se encontraba Si Guang.

Lao Qing hizo todo lo posible por no mirar a la mujer que era su madre, tratando de distraerse con la llegada de Xiao Yu.

—Entonces... —aunque no quería mirar a Si Guang, esta sería quizás la última vez que se vieran. Trató de sonreír y dijo: —Espero que te mejores. Esta es la medicina que el médico te ha recomendado. Antes de tomar cada una, mira la hora y las cápsulas que te debes de tomar.

Si Guang asintió, sin darle mucha importancia.

—Entonces, me iré —Lao Qing miró a Xiao Yu y salió de la habitación.

Xiao Yu no se quedó atrás y, en el momento en que este último salió, le acompañó.

Si Guang, que se había quedado sola, miró la puerta en un estado de ánimo complicado. Sus ojos parecían vacíos, como si miraba a la nada.

Pensó, la última persona cercana a ella se había ido, por fin dejaría de tener tantas molestias. Ahora, por fin sería libre.

Aún así, no pudo evitar sentir un malestar en su pecho.

-

Lao Qing y Xiao Yu estuvieron caminando en silencio por unos minutos. Nadie tomó la iniciativa de conversar, así que solo pudieron escuchar las voces de las personas que estaban a su alrededor.

Todas ellas estaban acompañadas. Incluso estando enfermas, podían sonreír alegremente como si nada hubiera ocurrido. Pero eso solo podía pasar cuando tus seres cercanos se preocupaban por ti. Si no, incluso si tuvieras familiares y no te cuidaban, ni te amaban, ni te respetaban, el término familiar se convertiría sólo en un título sin mucha importancia.

De reojo, Xiao Yu miró al chico a su lado.

Lao Qing se encontraba en silencio y por su expresión, no se podía decir como era su estado de ánimo, pero por como era siempre, se podía deducir que no era muy bueno.

Este chico siempre estaba sonriendo y parecía que, incluso si los tiempos fueran malos, podía seguir haciéndolo. Pero al mismo tiempo, Xiao Yu se preguntó si esta apariencia sonriente era solo para que los demás no se preocuparan por él. Como una capa. Una capa de felicidad falsa.

Xiao Yu había escuchado sobre esto.

Las personas podían poner barreras a su alrededor. Como las personas que parecían bondadosas y alegres habían pasado por dificultades, no querían que los demás se preocuparan por ellos, así también, algunas personas que se mostraban frías e indiferentes, solo lo hacían para mostrar a los demás que nunca podrían salir heridos.

Era solo una capa.

Algo falso.

Algo que no era bueno de tener, porque, al final, podrían olvidar que también eran humanos y solo pensarían en las emociones de los demás.

—¿Estás bien? —preguntó Xiao Yu de repente.

Lao Qing tardó en reaccionar y, cuando lo hizo, no respondió a la pregunta, si no que, en su lugar, preguntó: —¿Qué dijiste?

—¿Cómo estás ahora? —volvió a preguntar.

—Estoy bien —Lao Qing sonrió. Suponiendo que el otro quizás haya escuchado una parte de su conversación con Si Guang, sonrió—. No necesitas preocuparte por mí. Aunque es mi madre, no somos muy cercanos. Si no es cuando a veces está borracha y necesito cuidarla, no nos veríamos en absoluto.

Xiao Yu asintió, pero no pensaba en dejar de preguntar.

La primera vez que había visto a Lao Qing su corazón latió como loco. La vez en que escuchó que Lao Qing tenía familiares, se sintió herido. Y ahora que sabía cómo era el trato entre madre-hijo, quería ayudarlo.

Aunque era una persona de pocas emociones, Xiao Yu sabía que en su corazón, Lao Qing tenía un lugar especial.

Tampoco pensaba que era que estuviera enamorado del otro. Eso sería muy superficial. Los dos no se conocían tanto como para que Xiao Yu pudiera decir que tenía sentimientos por el otro, más bien era como... el sentimiento de un hermano mayor.

Lao Qing era hermoso, pero al vez su apariencia no era tan llamativa, lo que era llamativo era su personalidad. Algo que Xiao Yu envidiaba.

Así que pensándolo un poco, aunque el otro no le gustaba, Lao Qing era el tipo de persona que su familia quería que fuera. Así que, inevitablemente, quería protegerlo.

—En mi casa hay dos habitaciones. Una sala. Un baño. Una cocina. Un patio —Xiao Yu habló despacio—. No he estado ahí en mucho tiempo y ahora que voy a volver, me sentiré un poco solo. No conozco a nadie en Shanghai.

Lao Qing se detuvo.

Miró un poco aturdido a Xiao Yu: —¿Ge? —su voz temblaba un poco.

Maldición, no le digas que Xiao Yu lo estaba invitando a vivir... con él.

—Tampoco tienes que pagar renta. Puedes estudiar tranquilamente y practicar música, si es lo que quieres —Xiao Yu miró tranquilamente a Lao Qing. Sonrió un poco y preguntó: —¿Quieres?

Al instante, ese estado de ánimo de mierda que tenía Lao Qing se fue a la basura. Quería asentir y negar a la misma vez.

No pudo evitar pensar, ¡no! ¡Ge, no has esto! ¡No sonrías de esa manera mientras me invitas a tu cada! No podré soportar la tentación y después, será mi culpa.

Aunque esos fueron sus pensamientos, después de reaccionar, asintió varias veces como un pollito y, emocionado, respondió: —¡Sí! Ge, estoy dispuesto a dormir con... no, a vivir contigo.

La sonrisa de Xiao Yu extendió aún más.

Alzó la mano y acarició la cabeza de Lao Qing.

—Eso es bueno.

A partir de ahora, comienza la trama de los dos ratones persiguiéndose mutuamente.

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