Lina había soportado suficiente de Elaine y Samantha. El acoso que había sufrido en la secundaria y la preparatoria. Las burlas. Las risotadas. Las palabras que destrozaron su autoestima. Iba a hacerles pagar por ello. Misericordia sería quedarse corta.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Elaine con incredulidad en cuanto abrió la puerta y vio quién era.
Lina echó un vistazo al gran letrero de "se vende" afuera de la mansión.
—¿De verdad pensaste que te saldrías con la tuya? —dijo Lina con tono monótono.
Elaine se quedó congelada. Sus pupilas comenzaron a dilatarse y a temblar. Abrió la boca, incapaz de pensar con claridad. ¿La karma finalmente estaba yendo por ella? ¡Imposible! No había hecho nada malo.
—¿De qué hablas? —siseó Elaine.
—Usa esto para pagar la deuda de tus padres —espetó Lina, arrojando su pulsera y collar al suelo.
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