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Capítulo 20: Que se joda Howard Pessier

—Según los mapas y la ruta trazada, falta poco para dejar este clima helado—señala Arhur.

—¡Por fin! No sabes cuánto ansío dormir sin estar temblando—celebra Sybil.

Avanzamos a un paso normal, esta vez con ventiscas y nevadas menos fuertes. Han pasado ya bastantes días desde que acampamos aquella vez y me fui de reventón. O algo parecido.

Los monstruos de esta capa son bastante resistentes y fuertes, pero en general caen con facilidad ante el daño elemental de fuego. Al menos para los escuadrones con magos capacitados, no resulta un problema grave.

Y con respecto al resto del ejército, hemos sido mermados de un treinta a un cuarenta por ciento desde que comenzó la expedición. Ustedes están viendo el lado bonito de esto, pero créanme que estamos dejando atrás una montaña de cadáveres que se hace más grande poco a poco.

Hay algo que me hace sospechar muy fuerte de Amcottes. No, más bien, estoy segura de que él y sus amigotes están detrás de la mayor parte de las muertes. Cuando comenzó la expedición en los Jardines Huecos, había una cantidad de neblina alarmante y poco natural. Fue ahí donde ocurrieron la mayor parte de los decesos. Los escuadrones más atrasados y situados en la retaguardia de la formación murieron de forma horrible, según lo que los supervivientes pudieron relatar.

Mi tranquilidad mental, ya de por sí alterada por toda esta basura, ahora está hecha un manojo de nervios. Cuando Arthur fue a discutir dichas muertes con Amcottes en el Subterráneo Seco, se enteró de que la mayoría de los cuerpos presentaban algo en común: estaban totalmente drenados de cualquier tipo de sangre. Sus cuerpos estaban más arrugados que una ciruela pasa, y sus rostros eran inexpresivos. Como una manzana, porque las manzanas no muestran expresiones.

¿Están comenzando a hilar los puntos? Repasemos, neblina intensa, murciélagos asesinos que nos atacan en la oscuridad y cadáveres drenados. ¿Ya tienen la respuesta? ¡Claro! ¡Estamos siendo perseguidos por un pepinillo asesino con poderes! O también un vampiro. La idea del pepinillo me reconforta más.

Y peor aún, tengo la certeza de que ese vampiro es nada más y nada menos que un administrador. Pero Amcottes ya nos acompaña, y si él quisiera podría eliminar a toda la expedición por su cuenta. El hecho de que haya enviado a un administrador a darnos caza solo habla de lo minucioso que es. Él no va a mancharse las manos de sangre si no es necesario.

Digo, primero envió a una horda gigante de monstruos a matarme y luego se presentó en persona cuando su plan falló. Si está aquí, es porque quiere vigilarnos de cerca, asegurarse de que todo salga bien. Ten cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos, dice un dicho. Maldito hijo de perra.

También está todo el tema de Arthur y mi confesión, no precisamente romántica. Me sorprende lo bien que se tomó mi historia, y parece creerla de forma genuina, no solo la parte de ser un unicornio, sino de venir de otro mundo. No hizo preguntas personales, quiero suponer que por respeto a mí y mi vida privada antes de reencarnar.

Eso sí, poco después hablamos largo y tendido sobre los unicornios. Ahí si no le paró el hocico. Me preguntó cómo había sido mi vida antes de adoptar una forma humana, qué hábitos tenía, que cosas me gustaban y que no. Fue algo agobiante al principio pero le respondí todo. Ah, y también le advertí de Amcottes. No le dije nada de las armas de fuego porque yo soy muy inteligente y ellos muy tontos, así que no lo hubiera entendido.

Sin embargo, Arthur ahora sabe que Amcottes es peligroso. Claro, creo que debió suponerlo en el momento en que él y sus amigotes quisieron cortarle la cabeza a la princesa Majorie, pero me estoy refiriendo a una maldad mucho más allá de mantener "a salvo" a los habitantes de El Abismo.

Hay muchas cosas que me hubiera gustado contarle, pero no puedo arriesgarme a que se fugue esta información o que de algún modo resulte contraproducente saberla. Es como si yo misma me estuviera susurrando que hacer y que no para que las cosas se den bien.

Luego de eso, Arthur se ha mantenido como siempre, así que agradezco que pueda guardar la compostura. Sin duda, es todo un caballero.

—¡Majestad! ¡Ogros de hielo a la vista!—exclama Norbert.

¡Uaaaaaaah! ¿Ya comenzó la acción?

—¡Formación de combate!—Arthur desenvaina su espada de forma veloz.

De entre la nieve surge un monstruo humanoide de musculatura abundante. Su piel es grisácea y tiene la fisonomía de un ogro, solo que más grande, más fuerte, y más feo.

—¡GRAAAAAAA!—su grito resuena en mis tímpanos.

Sybil se asegura de sacar su varita mágica mientras Julian tensa su arco. Déjenmelo a mí, déjenmelo a mí, yo también quiero participar. Odio estar estancada en cuestión de estadísticas, no he podido subirlas mucho. En todos estos selenios apenas he podido subir un par de niveles.

Sybil abruma al ogro lanzando una poderosa llamarada. ¡Hey, ese truco es mío! Se ve mejor saliendo de un cuerno que de una varita.

Me bajo del caballo para apresurarme a unirme a la batalla. Justo cuando pongo un pie en la nieve, Presentimiento se activa. Siento el suelo vibrar de una manera extraña. ¡Algo va a salir!

Doy un salto para evitar la mierda que vaya a salir de entre la nieve. Cuando giro mi cabeza hacia abajo, veo una cosa bien fea que me provoca una horrible aracnofobia.

<Siquee Alfa Dominante Nv. 26>.

¡Aaaaaaaaaaah! ¡Es una araña gigante con piel blanca que se camuflajea a la perfección con la nieve! ¡Es otra prota isekai que también dice tonterías, noooo! Me veo obligada a ahogar mi grito y enfrentarme a esta cosa en solitario.

Brrrrr, me dan miedo las arañas. Que se jodan las arañas. Aterrizo rodando en una pendiente hacia abajo, formando una bola de nieve. Me estoy mareandooooo.

—¡Panqueque!—escucho exclamar a Arthur.

Estoy segura de que ya se dio cuenta de mi situación desfavorable, pero no puede ayudarme porque hay un ogro de hielo con el que pelear. No te preocupes, señor héroe, he acabado con cosas peores a esta.

La bola de nieve en la que estoy encerrada baja a toda velocidad por la colina y se detiene cuando me estrello con un árbol. Me apresuro a salir del hielo solo para encontrarme con esa asquerosa cosa lanzándose sobre mí. Presa del pánico, utilizo Teletransportación para reaparecer sobre la araña. ¡Uaaaaah! ¡Su piel está llena de pelitos que me da cosa tocar!

—¡SIIIIIQ!—estridula la araña.

Hago emerger mi cuerno y apunto hacia el monstruo. El calor que emerge de mi cabeza cuando utilizo Llamarada es reconfortante tomando en cuenta el clima. El Siquee se prende en llamas mientras su barra de HP se vacía lentamente.

Peeeeero claro que esto no iba a ser así de fácil, porque de inmediato se tira sobre la nieve para apagar el fuego. En serio, me está dando asco y nervios ver como se mueve. Todas las personas son valientes hasta que les toca pelear con una araña de cuatro metros de alto.

Brrrrrr, no puedo más con esto. Voy a acabar con ella de una buena vez en lugar de solo estar prolongando la pelea más de lo debido. Tengo el poder suficiente para hacerlo en unos cuantos segundos, de hecho. Pero ustedes solo quieren ver a un pobre unicornio sufrir un ataque de nervios por su aracnofobia. ¡Perdedores!

Justo cuando estoy por potenciar mi Presión gravitatoria con mi Magia divina, un torbellino hace acto de presencia. Digo torbellino porque es lo único que puede procesar mi mente en estos momentos.

—¡Kgh!—exclama una voz lejanamente conocida.

Concentro mi mirada en el nuevo participante que ha venido a quitarme protagonismo en esta batalla. Cabello blanco plateado, elegante traje de cazador que me recuerda a un vaquero, una cicatriz en el rostro. Sí, debe ser Howard.

Con una velocidad bestial que nunca antes había visto, cercena las patas de la araña. Ouch, pobre, ni siquiera tiene tiempo de procesar que es lo que le está ocurriendo. Una vez discapacitada, Howard da un salto elevado solo para caer dando un gran giro con su espada y cortar la cabeza del Siquee.

Oooooh, eso fue muy educativo. Aunque claro, yo ya lo había debilitado segundos antes. Howard se alza sobre el monstruo y sacude su espada de un solo movimiento para escurrir los restos de la araña.

—Parece que nos vemos de nuevo, unicornio—da un salto hacia el suelo.

¿Quién? ¿Yo? Pues claro que me habla a mí. Mi pregunta es cómo demonios da por sentado que yo soy el unicornio que busca. Digo, han pasado como quince años terrestres desde que nos vimos por última vez.

Ah, claro, supongo que no es normal ver a alguien con un cuerno mágico peleando contra una araña gigante. Pero ya no tengo la misma cara de caballo que tenía en ese entonces, y afortunadamente tampoco el cabello.

—Veo que no has perdido el tiempo y te has fortalecido—añade al guardar su espada.

Uy, es verdad, teníamos un trato. Él perdonó mi vida a cambio de ayudarle a eliminar a Amcottes. Créeme, amigo, lo intenté y fracasé. Ni tu espada ni mi magia es rival para sus cartas. Me tomo mi tiempo para ponerlo al día con todo lo que ha pasado en mi asquerosa vida reencarnada. A diferencia de Arthur, a él sí que puedo advertirle de las armas de fuego. Sin embargo, no parece muy sorprendido de conocer la existencia de estas cosas.

—Armas que ignoran el Sistema, lo sé. Pero esas cosas son el menor de nuestros problemas. Vine hasta aquí para hacer cumplir nuestro trato, asesinar a Amcottes aquí y ahora—contesta luego de escuchar toda mi historia.

¡No! ¡Ya sé que ese no es el problema! Ya le conté de los administradores y también lo sabía. Digo, por lo que sé este tipo trabajaba para la iglesia, así que tiene sentido que tenga información que lo orilló a tomar esta decisión.

—Amcottes malo, pero solo ser la punta del iceberg—digo.

—Lo sé. Pero ese es problema tuyo de los habitantes de El Abismo. Lo que tengas que resolver con Fridried no me incumbe. Mis problemas con Amcottes son lo que me ha traído hasta aquí, y la razón por la que hablo contigo—se cruza de brazos.

No le digas Fridried, imbécil, dile Voz Intrusiva, me gusta más ese nombre. Lo siento por el spoiler. Además, matar a Amcottes o a un administrador importante es suficiente para que tus problemas escalen hasta con la Voz Intrusiva.

—Nosotros matar a Amcottes, pero no ahora. Necesitar más fuerza—suplico.

Howard me mira con una especie de lastima.

—¿Despertar al Dragón Blanco garantizará que tus problemas y los míos se resuelvan?—pregunta.

Lo pienso por un segundo. Recuerdo los libros de historia en mi anterior mundo. Quien no conoce el pasado está destinado a repetir los mismos errores, dice un dicho; pero yo creo que está equivocado. Conozcas o no el camino que alguien tomó anteriormente no garantiza que caigas en el mismo pozo una vez más. Lo sé porque había muchas guerras en mi mundo de origen.

Libros de historia, documentales, registros, lo teníamos todo y aun así gente era enviada a matarse por decisiones de los de arriba. Siempre habrá alguien por encima de ti, no importa en qué rincón del omniverso estés.

Es por eso que no puedo garantizar que mis problemas y los de Howard se resuelvan de una vez por todas. O mejor dicho, puedo hacerlo, pero no para siempre. Nuestros conflictos serán resueltos, pero los de nuestros hijos o nietos no. ¿Cuánto tiempo tendremos para morir en paz una vez que Amcottes y la Voz Intrusiva mueran? ¿Cincuenta años? ¿Cien? ¿Tal vez mil? Y cuando ese tiempo haya pasado, ¿habrá un unicornio dispuesto a seguir mis mismos pasos para seguir con este maldito y asqueroso ciclo de mierda?

—No poder garantizarlo—confieso.

Howard no parece satisfecho con esa respuesta. Parece querer matar a Amcottes ahora mismo. Pero si lo hacemos, incluso con el poder de moderadora que tengo, caeremos ante él. Nuestra magia no es rival para la tecnología que tiene, sus métodos son más avanzados.

—¿Entonces cuál es tu plan?—pregunta, impaciente.

—Liberar abismo. Matar a Amcottes y Fridried. Tu problema quedar resuelto en segundo paso—indico.

Solo quiero tiempo, un poco más para llegar al fondo de El Abismo. Mi propia conciencia me ruega que así sea. Las respuestas que necesito, junto con el poder que requiero, se encuentran allá abajo.

—Sí tú esperar, yo misma encargarme de Amcottes. No hacer nada tú—prometo.

Lo que él quiere es un sacerdote muerto. Yo, un mundo de paz. Ambos caminos se conectan, pero seguiré sola después de liberar a El Abismo. No parece un mal trato. Nunca hagan pactos con unicornios, chicos.

—Bien. Voy a confiar en ti y me mantendré lejos de la expedición hasta que llegues al fondo. Pero no voy a esperar un minuto más para matar a Amcottes luego de eso—advierte Howard.

Uff, mucho mejor. Creo que ya puedo relajarme y volver a mi mood de antes.

—Hago esto por mi hermano, por si no lo sabes. Pero tú… pareces motivada a renunciar hasta a tu propia felicidad por cumplir tu misión, y no logro entender por qué—se da la vuelta para caminar hacia el lado contrario.

Nunca tuve tal felicidad, te lo aseguro. Y ni siquiera sé por qué hago todo esto. Ya tengo el estilo gótico que quería, o al menos lo más cercano a eso. ¿Es mi conciencia la que me lo implora? ¿Mi promesa con el hombre unicornio? ¿Empatía con la gente de El Abismo? O tal vez… ¿Jean Joyner? Ja, que burrada, yo soy Jean Joyner…

—Tu príncipe azul debe estar preocupado. Nos veremos luego, unicornio—Howard desaparece entre la nieve y los árboles.

Tal como lo dijo, Arthur grita mi nombre desde lo alto de la colina.

 

•┈••✦ ۵ ✦••┈• 

 

—Me has dado un gran susto. Pensé que te perdía—confiesa Arthur.

Mi his didi in grin sisti, pinsi qui ti pirdíi. Ja, ja, ja, parece que se olvidó de con quien está hablando. No solo soy muy inteligente, también soy muy fuerte. Peeeeeero me gusta actuar como la damisela en apuros porque así puedo volver a esclavizar a Arthur. Aunque en teoría el equipo completo es la damisela en apuros.

—¡Yo estuve a punto de ser aplastada por el ogro!—exclama Sybil.

—Tienes suerte de que Norbert y yo te salváramos—interviene Julian con alegría.

—Uy, sí, que suerte tengo—bufa ella.

La pelea es interrumpida por un sonido acuático, como de olas chocando contra las rocas. Uy, eso sí me gusta, estamos cada vez más cerca del fondo de El Abismo.

—Enciendan la flama azul, sigamos el camino establecido—dice Arthur tan pronto escucha el sonido del agua.

Todos sostenemos las riendas de nuestros caballos con fuerza. Llegando al final del camino, noto como la nieve se derrite con lentitud, creando un pequeño arroyo que se dirige hacia la entrada de la sexta capa abisal. El Pozo Negro nos espera más adelante. La última capa explorada por la humanidad, aquella que solo ha sido mapeada en una pequeña parte. Lo que aguarda más allá de este punto es desconocido. Espero ser suficiente para sortear este mar de angustia.