Sin poder creerlo, una luz se asoma por la ventana de Cora. Abre lentamente los ojos, sin haberse quitado la ropa ni zapatos.
_Cora, Cora, despierta – interrumpe su hermana pequeña en su habitación - Nos vamos de compras.
_Phoebe – aún dormida – Qué hora es.
Su padre toca la puerta.
_Buenos días princesas. Cora, nos vamos a la plaza, ¿te unes? – no hay respuesta – Bueno… nos vamos en diez minutos, así que…. Si quieres venir, estamos abajo…
_Vamos Cora, será divertido – llega Julia – Desayuna, que te esperamos.
Su madre la convenció. Tres minutos más tarde, Cora baja con la misma ropa de anoche, su desayuno está en la encimera de la cocina. Tortitas con sirope de chocolate y fresas. Por el otro lado de la ventada de la cocina observa a su abuela en el huerto. Los rayos de sol hacen el lugar acogedor y caliente. Mira las fresas detenidamente, nunca ha probado las fresas. Decidida y con hambre, coge una de ellas, un sabor dulce y ácido a la vez explota en su paladar, después de ello, termina su desayuno y espera a su familia, aunque no hay nadie en la casa. Cora decide salir a ver en el huerto. Efectivamente, estaban ahí.
_¿Hija, estás lista? – pregunta su madre y esta responde con la cabeza.
Cerrando la puerta de casa, se disponen a ir a la plaza principal, al zoco, como se decía antiguamente. Colores y olores abundan en el aire. En la calle principal, empieza con un puesto de flores y semillas, verduras, frutas, plantas, de todo tipo de semillas para los huertos de cada uno. A la izquierda de este, se encuentra el puesto de utensilios de todo tipo, recolectas del planeta tierra. Inventos extraños, cucharas antiguas, platos viejos,… etc. Siguiendo el camino, hay puestos de comida, embutidos, quesos, carnes, pescados, frutas, verduras… de todo. Pero no hay puesto de ropa.
_Qué raro… -dice Michael – Disculpe – pregunta a un hombre en el puesto - ¿Sabe dónde podemos conseguir ropa nueva?
_Aquí no he visto nada de ropa nueva, a mi y a mi familia nos la dieron al llegar. Seguro que ustedes también tienen.
_Gracias.
_Bueno y qué hacemos ahora – pregunta Ann.
_Pues volver a casa, a ver si tenemos ropa nueva – responde su hijo.
El día es soleado y hace buen tiempo. Pero la familia Queer vuelve a casa después de la pequeña excursión.
Entrando en la casa, encuentran cajas con los nombres de cada miembro de la familia, una para cada uno. Asombrados y curiosos las abren. Dentro están sus nombres y placas de reconocimiento en una tarjeta por medio de código de barras. Hay ropa nueva para todos, abrigos, chaquetas, pantalones, camisetas… de todo, tanto de invierno como para verano, es para todo un año, Julia tiene una bata y uniforme de enfermera además de libros y equipos para medicina. Su marido tiene uniforme de militar, comandante en sí, ropa para todo un año e incluso armas, pistolas y cuchillos.
Las niñas en cambio, tiene libros de colegio, matemáticas, ciencias, biología, etc. Además de ropa, tienen batas igual que su madre, pero de distintos colores, para Phoebe rosa pálido para niños de colegio, y para Cora una bata de color perla para un colegio mayor. Asombrados y contentos todos se cambian de ropa.
De pronto llega una chica soldado a su casa.
_Disculpe señor. Soldado Terry, estoy en su grupo, a su servicio. El teniente Marshall llama por usted. Acompáñame por favor.
_Sí...
Mientras tanto las mujeres se quedan en casa.
Caminando sobre el camino rojo lleno de piedrecitas, Michael y la soldado llegan al puesto de comando, una gran torre sobresale de toda la zona, cual llega a observar toda la vegetación por encima de ellos. Sin decir ni una palabra, la soldado indica a su comandante donde ha de ir para ver a su jefe. Subiendo las escaleras. Se encuentra en el punto más alto de la torre. Michael se queda anonadado con las vistas, un inmenso bosque los rodea, lleno de todo tipo de árboles, plantas, un cielo de color azulado brillante y a la izquierda a unos dos o tres kilómetros, se puede ver la costa. Posado sobre una barra de madera virando las vistas, una voz grave le sobresalta.
_¿Las vistas son asombrosas eh?
_La verdad que sí…-se dice para sí.
_Me han hablado de ti Michael… Y me han dicho que eras muy bueno en tu oficio allí abajo.
_Gracias señor – Michael responde en posición soldado.
_Bien Michael, soy el comandante Marshall pero me puedes llamar Joel, ya sabes, de comandante a comandante. Me imagino que ya deberías tener tu uniforme y las armas… ¿Sabes de armas, verdad?
_Sí señor, ¿para qué quería verme?
_Quería conocerte, y… hay algo que te quiero contar, pero nadie debe saberlo. El lunes tenemos expedición, me temo haber descubierto algo que no me gusta nada…