Astaroth frunció el ceño mientras el combate se extendía de segundos a minutos. Se dio cuenta de que sólo estaba a la defensiva y no podía hacer mucho más.
Cuanto más tiempo pasaba, más cerca se acercaba Mel'gaz a él. Sus constantes burlas también eran molestas.
—¡Vamos, mortal! ¡Dame algo más que solo una barrera con la que jugar! ¡Todo este poder a tu disposición, y te escondes detrás de muros! ¡No seas cobarde!
Astaroth pensó que podría enfrentarlo mano a mano si quisiera. Pero entonces, ¿sería capaz de ganar?
En este momento, su mejor apuesta era ganar tiempo.
***
De vuelta sobre la colina, casi a una milla de distancia, Fénix finalmente había alcanzado un área donde los pulsos de Éter demoníaco ya no llegaban. Pero estaba devastada.
—¿Realmente no puedo hacer nada? Esto no puede ser cierto…
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