—No puedo mover mi cuerpo... —Amanecer ni siquiera sentía que quisiera sonreír más por el resto del mes.
Había conocido a muchas personas, muchas más de las que había conocido en sus veintiún años de vida, en solo dos días. Estaba harta, no quería conocer a más personas.
—Ven, te ayudaré a limpiarte —Cenit dobló su cuerpo y cargó a Amanecer en sus brazos, pero esta vez, ella no protestó, no le importaba nada esos guardias, guerreros e invitados que los miraban.
—¿Debo fingir un desmayo para no tener que asistir al evento de mañana? —Amanecer lo sugirió en voz baja.
—Buena idea —Cenit besó su frente—. Puedo arreglar eso.
Amanecer se rió entre dientes. Enroscó sus brazos alrededor de su cuello y de hecho se quedó dormida incluso antes de llegar a su dormitorio.
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