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Los dos entraron en la sala de estar. Ling Lan rápidamente encontró un lugar para sentarse.
El oficial asistente de Ye Kui sacó dos tazas de té caliente sin esperar la orden de Ye Kui.
—No hay buenas hojas de té aquí, así que me disculpo por el sabor crudo —dijo Ye Kui.
—¿Es una queja de que mis subordinados no están cuidando bien de usted? —levantó sus cejas ligeramente.
—No me atrevería a hacer eso —sonrió y respondió con calma.
Ling Lan tomó un sorbo del té y esperó a que Ye Kui hablara. En términos de paciencia, nunca perdía.
Ye Kui notó el silencio incómodo que se avecinaba, así que habló voluntariamente: —No fue la intención de la familia Ye.
—¿Oh? —Ling Lan se sorprendió—. ¿No les importa que la gente de la familia Li esté a mi alrededor?
Ye Kui forzó una sonrisa.
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