Noah siguió al Rey Elbas dentro de la cabaña, pero se detuvo al ver a la potencia chasquear sus dedos para encender una chimenea situada al otro lado de la entrada.
La cabaña no era grande y solo contaba con una habitación amplia. La madera constituía la totalidad de la estructura, y lujosas alfombras cubrían sus paredes y suelo. Una mesa redonda se erguía en su centro con dos cómodos sillones colocados en lados opuestos.
Noah no pudo evitar mirar la escena durante unos segundos. Con la chimenea como única forma de iluminación y sin inscripciones, la cabaña se asemejaba a una de las estructuras de su mundo anterior.
—Los cultivadores pierden algo cuando obtienen poderes divinos —dijo el Rey Elbas mientras un dejo de melancolía se abría paso a través de su arrogancia—. Nunca he olvidado lo que era ser un plebeyo.
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