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LA DONCELLA Y EL UNICORNIO

La Doncella y el Unicornio

En medio de la Carretera de la Espada Sagrada, Elinalise y Talhand observaban desde

un arbusto distante mientras Roxy se agachaba.

"Cielos…" suspiró ella, mientras un caballo con un cuerpo blanco y un largo cuerno

sobre su cabeza entraba en su campo de visión.

Un unicornio.

Con su cuerpo de un blanco inmaculado, cuerno con forma espiral, y cola de león, el

caballo era la viva imagen del legendario animal descrito en el mundo de Rudeus. Los

unicornios poseían un comportamiento extremadamente feroz, haciéndolos propensos a

arremeter e incrustar su cuerno dentro de cualquier cosa bloqueando su camino, incluso un

león. Sin embargo, por alguna razón, ellos eran dóciles en frente de las doncellas de corazón

puro. Por lo tanto, eran conocidos como un símbolo de la pureza —o, alternativamente, como

unos pervertidos obsesionados con la virginidad.

Los unicornios de este mundo eran similares. La única diferencia importante era que, en

este mundo, las personas generalmente consideraban a los unicornios como una especie de

monstruo de verdad. Ellos recibían un trato especial hasta cierto punto, en vista de su

tolerancia única hacia las doncellas inmaculadas, pero no merecían crédito por nada más.

Cuando los tres viajeros habían visto un unicornio a un lado del camino, ellos decidieron

usar a Roxy para atraerlo.

"¡Mira! ¡Vino por ella tal como dije! ¡Sabía que Roxy no tenía experiencia!"

Tal como dijo Elinalise, el unicornio que apareció desde los arbustos se acercó

lentamente a Roxy.

"Bueno, no se acercaría a ti," respondió Talhand.

"No necesitas decir algo tan obvio."

Los ojos del unicornio ni siquiera se posaron sobre Elinalise mientras iba directamente

hacia Roxy. Bajó su cabeza y dobló sus rodillas, como para enterrar su nariz en el regazo de

Roxy.

Roxy aceptó el gesto con un aire santo como el de la Virgen María, acariciando al

unicornio para formar una escena etérea. Si Rudeus hubiese estado ahí, él habría llorado del

asombro y arrodillado para rezarle a su dios.

Roxy acarició gentilmente la cabeza del unicornio, con una expresión de absoluta

clemencia.

"¡N-neeeeigh!" El unicornio trató de alejarse debido a la sorpresa causada por la

repentina fuerza.

Roxy llevó su otra mano al cuerpo del unicornio con una calma ensayada. "¡Majestuosa

lanza de hielo, yo te invoco para perforar a mi enemigo! ¡Lanza de Hielo!"

En un parpadeo, la lanza de hielo que Roxy había invocado a quemarropa atravesó el

corazón del unicornio.

"¡Neeeigh! Neigh…" El unicornio relinchó mientras tosía sangre. Su cuerpo se sacudió

violentamente por solo un momento; luego colapsó sin otro sonido.

El silencio se posó sobre la escena. El viento soplaba, y los árboles se balanceaban. El

cuerpo del unicornio se retorció mientras su sangre se esparcía por todo el suelo.

La escena etérea de hace solo unos momentos era cosa del pasado. Solo permanecía el

macabro cadáver de una bestia salvaje. Si Rudeus hubiese estado ahí, él por un momento se

habría preguntado si en cambio debía venerar a Jesús y los cielos. Luego habría llorado ante

el poder de Roxy y se habría colocado sobre una rodilla para rezar a su dios.

Roxy dejó salir un suspiro antes de sacar algo de cuerda y un cuchillo de su bolsa, para

así drenar rápidamente la sangre del unicornio.

Elinalise decidió salir de los arbustos cuando vio el final, con una sonrisa alegre en sus

labios. "¡Lo hiciste! ¡Sabía que podíamos contar contigo, Roxy!"

Roxy la miró sin emociones. "Si solo hubiésemos hecho lo de siempre, el unicornio nos

habría atacado como un monstruo normal. Pudimos haber luchado contra él normalmente

saltándonos todo esto."

"¡Al contrario, Roxy! Los habitantes del Gran Bosque han usado doncellas inmaculadas

para cazar unicornios desde tiempos ancestrales."

"Y después de todo lo que dijiste sobre no querer regresar a tu hogar… Ah, como sea.

Ustedes dos, no se queden ahí parados. Ayúdenme."

Tanto los elfos como los enanos consideraban a los unicornios como criaturas míticas.

Aun así, siempre y cuando siguiera siendo una especie con vida, no podía escapar a la regla

de que el más fuerte se comía al más débil.

Esa era la historia de cómo un unicornio derramó su sangre y carne, y eventualmente se

convirtió en dinero para Roxy y sus compañeros de viaje.