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Gualicho.

Según cuenta la leyenda, el Gualicho sería un espíritu maligno que se caracteriza por provocar daños, secuestrar mujeres, y causar enfermedades. Los viejos tehuelches septentrionales (los guenakenk) decían que el Gualicho habría nacido en las tierras de Tandil. Desde este lugar el Gualicho habría extendido su dominio por la Patagonia, habitando en las cuevas existentes en el accidentado terreno que le sirviese de morada.

Se dice que es un espíritu fuerte, y nada escapa a su aguda vigilancia ni a su gran poder; presentando una malignidad que tiene matices que van de la más cruel maldad destructora, o hasta solo la traviesa picardía, utilizando los sentimientos de las personas. Por ello el Gualicho podría presentarse bajo distintos aspectos, ya sea en forma agresiva, engañosa o a través del amor. Agresiva, por ejemplo, cuando se produce una disputa violenta en lo mejor de una fiesta, sin motivo aparente, generalmente impulsada por efectos del alcohol o al recordar de pronto alguna vieja y al parecer olvidada rencilla que ya se creía superada. Engañosa, cuando se cae en una trampa natural: una barranca, un río, un pantano, una herida provocada por descuido, una espina que se encona, etc., pero el más difícil de superar es el engualichamiento del amor y este mal es provocado casi siempre a pedido de alguien.

Si uno no quiere sufrir el poder del Gualicho se dice que se le deben rendir tributos para aplacar su espíritu. Ejemplo de ello es que los caminos donde dominaría el Gualicho, deben ser transitados con respeto y silencio; y al borde de la senda, en el "árbol del Gualicho", han de hacerse ofrendas: trapitos y bolsitas con llancas (piedras pequeñas) que se obtienen rasgando los propios vestidos, matras y ponchos. Igualmente se le debe mantener respeto al Gualicho mediante acciones tales como no cantar durante la noche, no usar sombrero dentro del rancho entre otras cosas.

Las ofrendas y reverencias llegaban a rituales y sacrificios: danzas de sanación, neutralización de toda confrontación entre bandas adversarias, matanza ceremonial de algunos animales; todo ello dentro del área de la maligna influencia. Y observar un respetuoso silencio al transitar por esas cercanías.

También se dice que para ahuyentar o mantener alejado a este espíritu, se debe montar a caballo y con todos los pertrechos, arremetiendo contra el espíritu invisible; realizando gritos y movimientos amenazantes, hasta que el jinete sienta que ha borrado sus flaquezas y ha vencido al espíritu maligno. Otra forma de mantenerlo alejado sería llevando como protección algún amuleto fabricado por las machis.