El refugio había comenzado a tomar una nueva forma tras las últimas mejoras. El trabajo del Adeptus Mechanicus con las piezas tecnológicas recuperadas en la misión anterior había sido impecable. Las primeras pruebas de la maquinaria de biomasa habían resultado exitosas, y ahora podían empezar a convertir a los mutantes en una fuente constante de nutrientes.
Jonás se encontraba en la sala de control, observando el progreso desde una pantalla. La eficiencia del refugio había mejorado notablemente, pero sabía que este era solo el principio. El crecimiento de su imperio aún estaba en sus primeras fases, y necesitaría hacer más para consolidarlo.
—Maestro, —dijo el Adeptus Mechanicus, su voz resonante—, la maquinaria de biomasa está operativa. Hemos generado suficiente sustento para abastecer a nuestras tropas durante las próximas semanas.
Jonás asintió, satisfecho. Este era un paso crucial. Ahora, su base no dependería únicamente de las provisiones escasas que encontraba en sus expediciones. Podría centrarse en otras cosas: expandir su ejército, mejorar sus defensas y asegurar más puntos.
—Excelente, —dijo Jonás, dándole una mirada al Adeptus—. Asegúrate de que los recursos se distribuyan equitativamente. Necesitamos a todos en las mejores condiciones.
Mientras el Adeptus se marchaba a cumplir con las órdenes, Jonás abrió la interfaz del sistema. Sus puntos actuales eran 89, aún insuficientes para una nueva invocación significativa, pero lo bastante cerca como para empezar a planear.
—Necesitamos otra misión, —murmuró Jonás, mirando la pantalla.
Había explorado al este recientemente, pero los informes de los Astartes indicaban que hacia el norte podría haber más supervivientes o incluso tecnología avanzada que aún no habían descubierto. Además, los mutantes eran una fuente segura de puntos, y Jonás no podía permitirse quedarse quieto.
Los Astartes se reunieron en la sala de control poco después. Los tres, imponentes y leales, esperaban las instrucciones de su maestro.
—Hoy saldremos hacia el norte, —dijo Jonás mientras observaba un mapa de la región—. Necesitamos más puntos, más tecnología y, si es posible, más supervivientes. No podemos dejar que este refugio se estanque.
Los Astartes asintieron en silencio, sus enormes figuras proyectando un aura de poder que hacía que Jonás se sintiera cada vez más seguro de su posición. El baluarte, como siempre, permanecía a su lado, mientras que los tácticos ya estaban preparados para enfrentarse a cualquier amenaza.
—Guardias Imperiales, —llamó Jonás a los cinco soldados que también formaban parte de su pequeña base—, vosotros os quedáis aquí. Mantened el refugio seguro mientras estamos fuera. Si llegan más supervivientes, seguid el protocolo: dejadlos entrar y desarmadlos si es necesario.
—Como ordenéis, maestro, —respondieron los Guardias con respeto, antes de retirarse para cumplir sus funciones.
El grupo se preparó para salir, y pronto, Jonás y los Astartes se encontraban de nuevo en el exterior, avanzando hacia el norte. El aire estaba más frío que de costumbre, y un cielo gris cubría el paisaje destruido que tenían delante. Las ruinas de la civilización pasada se extendían en todas direcciones, y a pesar de la desolación, Jonás sabía que había oportunidades escondidas en algún lugar.
Mientras caminaban, uno de los Astartes tácticos levantó la mano.
—Movimiento detectado al frente, maestro, —dijo, con la misma calma y precisión de siempre.
Jonás entrecerró los ojos, mirando en la dirección indicada. Entre las ruinas, se podían ver sombras que se movían rápidamente.
—Mutantes, —murmuró Jonás, ya acostumbrado a la presencia de esas criaturas en cada misión—. No son muchos, pero acabemos con ellos antes de que puedan acercarse más.
Los Astartes no necesitaron más instrucciones. Los tácticos se adelantaron, levantando sus bólteres y abriendo fuego con precisión letal. Los mutantes no tuvieron oportunidad de reaccionar. Uno a uno, cayeron bajo los proyectiles de los Astartes.
El Astartes baluarte permanecía a su lado, vigilando de cerca cualquier amenaza que pudiera acercarse a Jonás. El combate fue breve, y cuando todo terminó, los cuerpos de los mutantes yacían esparcidos por el suelo.
—Área despejada, maestro, —informó uno de los tácticos.
Jonás asintió, abriendo la interfaz del sistema para comprobar los puntos obtenidos.
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Mutantes abatidos: 8
Puntos obtenidos: 16 puntos.
Puntos totales: 105 puntos.
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Con más de 100 puntos en su haber, Jonás sabía que tenía margen para invocar a más tropas si lo consideraba necesario. Pero decidió esperar. Quería ver qué más podían encontrar antes de gastar los puntos.
—Sigamos adelante, —ordenó Jonás mientras el equipo se reorganizaba.
A medida que avanzaban hacia el norte, la atmósfera comenzaba a cambiar. Las ruinas eran más grandes, y algunas de las estructuras parecían ser de origen militar. Jonás sabía que esto podía significar tecnología avanzada, o incluso una antigua base que aún tuviera recursos utilizables.
Después de varias horas de caminata, el equipo llegó a una gran instalación militar en ruinas. La entrada estaba parcialmente bloqueada por escombros, pero no era nada que los Astartes no pudieran manejar.
—Esta instalación parece prometedora, —dijo Jonás, observando el edificio—. Puede que encontremos algo útil aquí.
El Astartes baluarte avanzó primero, levantando los escombros que bloqueaban la entrada con facilidad. Los tres Astartes tácticos aseguraron la zona, asegurándose de que no hubiera amenazas inmediatas.
Una vez dentro, el equipo comenzó a explorar la instalación. Las paredes estaban cubiertas de polvo, y los pasillos oscuros no ofrecían mucha información sobre lo que había sucedido allí. Sin embargo, algo llamó la atención de Jonás.
En el centro de la instalación, una gran puerta metálica bloqueaba el acceso a una cámara subterránea. No había energía, y la puerta parecía sellada, pero Jonás estaba decidido a descubrir qué había detrás.
—Veamos si podemos abrir esto, —dijo Jonás mientras los Astartes comenzaban a trabajar en la puerta.
El equipo utilizó su fuerza combinada, y con un esfuerzo conjunto, lograron abrir la puerta. Un aire frío y rancio escapó de la cámara, y en su interior, Jonás pudo ver un almacén lleno de cajas y equipos.
—Esto es lo que estábamos buscando, —dijo Jonás con una sonrisa. La tecnología en este lugar podría ser clave para avanzar en sus planes.
Mientras los Astartes empezaban a inspeccionar el almacén, Jonás encontró un terminal de datos antiguo en una de las paredes. El Adeptus Mechanicus le había dejado instrucciones sobre qué tipo de datos buscar, y Jonás sabía que si lograba acceder a la información almacenada aquí, podría desbloquear nuevas oportunidades.
Después de unos minutos de trabajo, logró acceder al sistema y descargar una serie de archivos que contenían información sobre armamento avanzado y tecnología de comunicaciones.
—Esto es perfecto, —dijo Jonás mientras revisaba los archivos—. Con esta información, podremos fabricar nuevas armas y mejorar nuestras defensas.
Con las manos llenas de tecnología y recursos, el equipo comenzó a cargar todo lo que podían llevar. Los Astartes se movían con eficiencia, y pronto todo estuvo listo para regresar al refugio.
—Vamos a volver, —dijo Jonás finalmente—. Tenemos lo que necesitamos por hoy.
El camino de regreso fue tranquilo, sin señales de más mutantes o amenazas. Una vez de vuelta en el refugio, Jonás entregó los nuevos datos al Adeptus Mechanicus, quien se mostró impresionado con lo que habían encontrado.
—Con esto, maestro, —dijo el Adeptus mientras inspeccionaba los archivos—, podremos mejorar nuestras defensas y quizás crear armas que nos den una ventaja decisiva.
Jonás asintió, satisfecho con los resultados del día. Sabía que estaban cada vez más cerca de asegurar su dominio sobre este mundo devastado, y que con cada nueva misión, su poder solo crecería.
—Mañana continuaremos, —dijo Jonás mientras se retiraba a sus