La Misión Comienza
El sol apenas había comenzado a elevarse en el cielo cuando Jonás se preparó para salir. Sus tropas se alinearon frente a él, con los tres Astartes imponentes y el Apotecario a su lado. El Adeptus Mechanicus y los cinco Guardias Imperiales permanecían en la base, siguiendo las instrucciones de Jonás: proteger el refugio y, si llegaba algún superviviente, dejarlo entrar y desarmarlo si era necesario.
La misión era clara. Necesitaban más puntos, y la única manera de conseguirlos era cazando mutantes y explorando el terreno en busca de tecnología, supervivientes y cualquier recurso que pudieran encontrar.
Jonás caminaba con más confianza, su espalda erguida y con una sonrisa que intentaba ocultar su nerviosismo. Tenía poder, y debía actuar como tal. Miraba a sus Astartes y no podía evitar sentirse como un verdadero líder. Pero, claro, no tenía idea de cómo serlo.
—Bien, muchachos, vamos a... ya sabéis, avanzar. —dijo, levantando una mano dramáticamente—. Por el Emperador y todo eso.
Los Astartes, como siempre, no lo cuestionaron. El baluarte estaba a su lado, protegiéndolo, mientras que los dos Astartes tácticos se adelantaban, listos para abatir cualquier amenaza. Jonás seguía caminando, con una mezcla de postura seria y un toque de exageración, como si estuviera interpretando el papel de un emperador galáctico.
—Esto va bien, —murmuró para sí mismo mientras se ajustaba la armadura—. Todo va bien. Pero si algo sale mal... bueno, ahí están ellos.
El Apotecario caminaba unos pasos detrás de Jonás, siempre atento a cualquier herida que pudiera surgir, aunque con los Astartes a su lado, eso parecía improbable.
Jonás estaba dispuesto a liderar, pero si algo se complicaba... bueno, mejor preguntar antes.
—Ehh... baluarte, —preguntó Jonás en un tono más bajo—, ¿cuál es la mejor forma de seguir adelante cuando no se tiene ni idea de qué hacer?
El Astartes baluarte lo miró por un segundo, su rostro oculto bajo el casco, pero con una voz grave y firme respondió:
—Siga la dirección que crea más conveniente, maestro. Nosotros nos encargaremos del resto.
—¡Perfecto! —dijo Jonás, sonriendo—. Eso es justo lo que iba a decir. ¡Sigamos adelante!
El equipo siguió avanzando. El baluarte siempre a su lado, protegiéndolo, mientras los Astartes tácticos se encargaban de despejar el camino. Jonás continuaba guiando, aunque sin preocuparse demasiado por los detalles. Confiaba plenamente en sus tropas.
—Por aquí, por aquí, —decía Jonás, señalando a la distancia sin mucha certeza—. Es la dirección correcta, lo sé... porque sí.
Los dos Astartes tácticos avanzaban adelante, sus bólteres listos para cualquier amenaza, mientras el baluarte permanecía a su lado, su escudo elevado, preparado para proteger a su maestro de cualquier peligro.
El viento se movió con un susurro frío, y pronto un grupo de mutantes deformes apareció desde detrás de los escombros, gruñendo y lanzándose hacia ellos con una furia descontrolada.
—¡Hermanos, adelante! —ordenó el Astartes baluarte, protegiendo a Jonás con su escudo mientras los tácticos disparaban con precisión.
Los Astartes tácticos dispararon con precisión, cada bólter rugiendo con fuerza mientras los proyectiles impactaban en los cuerpos retorcidos de los mutantes. El Astartes baluarte se mantuvo firme, bloqueando los ataques de cualquier mutante que lograra acercarse, mientras los eliminaba con su espada.
Jonás, con las manos en la cintura, observaba desde atrás, haciendo su mejor esfuerzo por parecer completamente a cargo.
—Nada que temer, muchachos, —dijo—, sabía que podríais hacerlo.
La batalla fue corta pero intensa, y cuando todo terminó, los cuerpos de los mutantes yacían esparcidos por el suelo, inertes.
—Área despejada, maestro, —informó el Astartes táctico—. Sin bajas.
Jonás sonrió, satisfecho con el resultado. Sabía que esto era solo el comienzo, y que aún quedaba mucho por hacer antes de poder regresar al refugio.
—Muy bien, —dijo, asintiendo—. Sigamos adelante... hacia el... horizonte.
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Un Líder en Marcha
El equipo avanzaba con seguridad, dejando atrás los cuerpos de los mutantes que habían eliminado. Jonás caminaba erguido, sintiendo cada vez más que estaba destinado a liderar este pequeño ejército.
—Bien, chicos, sigamos adelante, —dijo con una mezcla de entusiasmo y confianza exagerada—. Nos espera un mundo lleno de gloria... y más puntos.
Los Astartes, como siempre, no lo cuestionaban. El baluarte mantenía su posición a su lado, vigilante y preparado para cualquier ataque. Los tácticos avanzaban adelante, asegurando el terreno antes de que su líder llegara.
Jonás sonrió para sí mismo. Este nuevo papel de líder no era tan malo después de todo. Las tropas lo obedecían, y aunque no tenía ni idea de qué hacer en muchos casos, se las arreglaba preguntándoles a ellos.
—Baluarte, —dijo mientras caminaban—, ¿qué piensas que encontraremos más adelante?
El Astartes baluarte lo miró desde detrás de su imponente casco.
—Lo que sea que nos espere, maestro, estamos preparados para destruirlo.
Jonás asintió rápidamente. Esa era justo la respuesta que necesitaba.
—Eso es lo que me gusta oír. —dijo, continuando su marcha con más confianza.
Los Astartes tácticos hicieron un gesto, señalando a Jonás que habían detectado algo. El grupo se detuvo.
—¿Qué pasa? —preguntó Jonás, bajando la voz, aunque con un toque de humor—. ¿Es algo malo?
Uno de los Astartes tácticos se acercó.
—Maestro, parece haber estructuras más adelante. Posiblemente, restos de algún tipo de refugio o instalación antigua.
Jonás frunció el ceño. No era exactamente un experto en explorar zonas peligrosas, pero sabía que algo útil podría estar oculto entre esas ruinas.
—Pues bien, —dijo, haciendo una pausa dramática—, exploremos el área. Adelante, muchachos, hagamos lo que mejor sabemos hacer.
Los Astartes avanzaron, y Jonás los siguió de cerca, con el baluarte siempre a su lado.
Cuando llegaron a las ruinas, el lugar parecía haber sido abandonado hacía mucho tiempo. Paredes derrumbadas y escombros cubrían gran parte del área, pero todavía había señales de que este lugar podría haber sido un refugio para algunos supervivientes.
—No está mal, —murmuró Jonás mientras inspeccionaba el lugar.
Uno de los Astartes tácticos levantó la mano.
—Maestro, hay algo aquí.
Jonás se acercó, y pronto vieron una abertura en el suelo, cubierta por un viejo panel de metal que parecía haber sido forzado desde adentro.
—Parece que alguien intentó escapar, —dijo uno de los Astartes tácticos.
Jonás se agachó para mirar más de cerca.
—¿Creéis que habrá alguien ahí abajo? —preguntó, no muy seguro de querer averiguarlo por sí mismo.
El Astartes baluarte, siempre fiel, avanzó primero, levantando el panel con facilidad.
—Nosotros bajaremos primero, maestro.
Jonás dio un paso atrás, sonriendo con alivio.
—Claro, claro. Vosotros primero, yo... superviso desde aquí arriba.
Los Astartes comenzaron a descender por la abertura, moviéndose con cautela pero con la misma confianza de siempre. Jonás observaba desde la superficie, notando cómo el lugar, aunque ruinoso, podría tener algo útil. Si encontraban supervivientes o tecnología, sería un buen día.
El Apotecario se acercó a Jonás, manteniendo una postura vigilante. Jonás se giró hacia él.
—¿Crees que hay gente viva ahí abajo? —preguntó Jonás, más por curiosidad que por miedo.
—Si los hay, maestro, estaremos preparados para tratarlos, —respondió el Apotecario, su voz resonante pero tranquila.
Jonás asintió. Era reconfortante tener a estos guerreros a su lado, y poco a poco, empezaba a sentirse más cómodo con su rol de líder.
De repente, uno de los Astartes tácticos habló por el comunicador interno.
—Maestro, hemos encontrado rastros de actividad humana reciente. Podría haber supervivientes cerca.
Jonás levantó una ceja, intrigado por la posibilidad.
—Muy bien, muchachos, seguid buscando. Si encontramos a alguien, ya sabéis lo que hay que hacer. Dadles la bienvenida... y quitarles cualquier arma, claro.
El grupo continuó explorando, mientras Jonás, aunque no sabía exactamente qué esperar, se sentía más preparado para lo que viniera.
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La Seguridad del Líder
Después de haber supervisado la exploración, Jonás se daba cuenta de que comenzaba a sentirse cómodo en su papel. La exageración inicial se desvanecía y ahora, más tranquilo, comenzaba a actuar con una confianza más serena.
—¿Qué habéis encontrado ahí abajo? —preguntó Jonás con tono más calmado, acercándose a la abertura mientras los Astartes terminaban de subir.
Uno de los Astartes tácticos, con su tono siempre serio y directo, informó:
—Rastros de actividad humana reciente, maestro. Parece que alguien estuvo aquí no hace mucho, pero no encontramos supervivientes.
Jonás asintió, pensativo. Ya no sentía la necesidad de hacer grandes gestos o añadir humor innecesario. Se había dado cuenta de que tenía el control. No necesitaba impresionar a sus tropas, ya que estaban completamente a su disposición. Ellos lo seguían sin dudar, y eso le daba la seguridad que buscaba.
—Entendido. Mantengamos los ojos abiertos, —respondió Jonás, su tono firme, pero sin la presión de tener que exagerar sus palabras. Sabía que podía confiar en sus Astartes para ejecutar lo que necesitaba.
El grupo se reorganizó, y Jonás, con el Astartes baluarte siempre a su lado, continuó guiando con naturalidad. Ya no estaba preocupado por cómo lucía, ni por impresionar. Ahora simplemente se ocupaba de cumplir su rol.
Mientras avanzaban, Jonás comenzó a pensar en los siguientes pasos. Sabía que no podían seguir cazando mutantes para siempre. Necesitaban una estrategia más grande, encontrar tecnología avanzada o descubrir algo más que les permitiera progresar.
—Baluarte, —dijo Jonás, rompiendo el silencio—, ¿cuánto tiempo crees que podamos seguir con estas misiones antes de necesitar un enfoque distinto?
El Astartes baluarte, siempre directo, respondió:
—El tiempo no es importante, maestro. Nuestra misión es cumplir con sus órdenes, y estamos listos para hacerlo indefinidamente.
Jonás sonrió, apreciando la seguridad que le brindaban sus tropas. Aún así, sabía que eventualmente necesitarían más que simples puntos por mutantes abatidos.
—Perfecto, entonces sigamos con esta misión, —dijo con serenidad. Ya veremos qué encontramos más adelante.
A medida que el día avanzaba, los Astartes siguieron eliminando a los pocos mutantes que encontraban, ganando más puntos y manteniendo a Jonás fuera de peligro. Cada vez más confiado, Jonás se dio cuenta de que no necesitaba dar tantas órdenes. Sus tropas sabían perfectamente qué hacer.
El sol comenzaba a bajar, y aunque no habían encontrado supervivientes aún, Jonás no estaba preocupado. Tenían un refugio seguro, recursos y ahora más puntos.
—Volvamos al refugio por ahora, —dijo finalmente, con un tono calmado y natural.
Los Astartes asintieron, y el equipo comenzó a regresar al refugio. Jonás, aunque había iniciado el día con cierta exageración y teatralidad, ahora estaba mucho más sereno y natural. Sabía que había un largo camino por delante, pero estaba listo para afrontarlo.
De regreso al refugio, Jonás revisaría los puntos ganados durante la jornada y comenzaría a planificar los siguientes pasos, sin necesidad de preocuparse demasiado por los detalles. Sabía que tenía las mejores tropas posibles para respaldarlo, y eso le daba una confianza tranquila.
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