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Mi Sistema Guerra de Warhammer

En un mundo desgarrado por la decadencia y la ruina, donde las sombras se alzan sobre los vestigios de la humanidad, un hombre común es llamado a un destino más grande de lo que jamás hubiera soñado. **Jonás**, cuyo corazón ha sido siempre cautivado por las historias de los guerreros inmortales, se encuentra arrancado de su mundo y lanzado a uno aún más oscuro, donde los muertos no descansan y las bestias de la noche devoran lo que queda de la civilización. Pero en medio del caos, Jonás no está solo. Un poder insondable le ha concedido el don de invocar a los legendarios **Astartes**, guerreros más allá de lo humano, hijos de un dios guerrero olvidado. Bajo su mando, estos colosos se alzan como la última luz en un mundo dominado por la muerte y la mutación. Con cada batalla, Jonás aprende las verdades amargas de la guerra y el sacrificio. Y mientras las hordas de zombis y mutantes, corruptos por la evolución de un mal antiguo, avanzan sin tregua, Jonás debe enfrentar no solo a los monstruos que acechan fuera, sino también los que habitan en su propio ser. Los supervivientes humanos, ocultos y desconfiados, observan desde las sombras, algunos con esperanza, otros con miedo. El destino del mundo pende de un hilo. **Jonás**, ahora al mando de un ejército de élite, se ve arrastrado hacia una guerra que no es solo de carne y acero, sino de voluntad y propósito. En las vastas ruinas de un imperio olvidado, el joven héroe deberá decidir si es el salvador que los humanos necesitan… o el conquistador que temen.

Ciberclaudio · Sci-fi
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16 Chs

Capítulo 2: La Sombra de la Supervivencia

Mientras avanzaban por las ruinas, el sonido de los pesados pasos del Astartes a su lado retumbaba en el silencio. Jonás caminaba con una nueva confianza. Sabía que, aunque este mundo era hostil, tenía las herramientas para controlarlo. El sistema seguía activo en su mente, y de repente, un nuevo mensaje apareció frente a sus ojos.

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Mutantes eliminados: 5. Recompensa: +10 puntos

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Jonás sonrió. El Astartes que había enviado a despejar la zona estaba haciendo su trabajo perfectamente, y ahora, con esos puntos adicionales, su total ascendía a 912 puntos.

—Esto es demasiado fácil, —murmuró mientras seguía caminando.

A medida que avanzaban, comenzaron a vislumbrar la estructura que el otro Astartes había asegurado. Era un edificio relativamente intacto, lo suficientemente grande como para servir como refugio temporal, con techos altos y paredes gruesas que podrían resistir cualquier ataque.

Cuando entraron en el lugar, Jonás echó un vistazo a su alrededor. Era mejor de lo que había imaginado. Las paredes estaban agrietadas, pero aún sólidas, y el lugar parecía haber sido una especie de almacén o búnker.

—Bien hecho, —dijo Jonás al segundo Astartes que lo esperaba—. Ahora que tenemos un lugar donde refugiarnos, es hora de comenzar a pensar en cómo hacerlo más funcional.

Su mente regresó al sistema. Si podía invocar Astartes, seguramente también podía invocar más unidades de apoyo y recursos para sobrevivir. Miró de nuevo las opciones, y allí estaba, justo lo que necesitaba.

—Adeptus Mechanicus, —dijo en voz baja, seleccionando la opción.

El sistema confirmó su invocación, y en cuestión de segundos, una nueva figura apareció. El Adeptus Mechanicus, con su cuerpo cubierto de implantes cibernéticos y herramientas, se materializó frente a él. Su rostro frío y mecánico miraba directamente a Jonás, listo para obedecer.

El Adeptus, como los Astartes, se arrodilló en señal de respeto.

—Maestro, —dijo con su voz metálica—, ¿cuáles son sus órdenes?

Jonás se sentía más seguro con cada invocación. El Adeptus Mechanicus sería esencial para la construcción y el mantenimiento de su imperio.

—Levantaos, —ordenó Jonás—. Lo primero que necesitamos es asegurar los suministros básicos: comida, agua y un refugio decente. Busca lo que podamos usar en los alrededores mientras me ocupo de los recursos.

El Adeptus Mechanicus se levantó, asintiendo con su cabeza mecánica antes de dirigirse a explorar el edificio y los alrededores. Mientras tanto, Jonás volvió al sistema, pensando en qué más invocar para hacer de este refugio algo más permanente.

Buscó entre las opciones y, efectivamente, el sistema le ofrecía la posibilidad de invocar comida y agua, así como instalar una base rudimentaria. La base no era la estructura más avanzada, pero sería suficiente para empezar.

—Vale, —murmuró mientras seleccionaba las opciones—. Voy a necesitar comida, agua y una base.

El sistema dedujo los puntos de inmediato:

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Comida y agua: -50 puntos

Base rudimentaria: -200 puntos

Adeptus mechanicus:-300 puntos

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Sus puntos restantes bajaron a 362, pero ahora tenía un lugar seguro y suministros básicos para sobrevivir.

Jonás observaba cómo el sistema instalaba la base a su alrededor. Los muros se reforzaban, aparecían compartimientos y áreas para almacenar suministros, y las máquinas del Adeptus Mechanicus trabajaban con una precisión inhumana para asegurar que todo estuviera en su lugar.

—Esto es solo el comienzo, —dijo Jonás para sí mismo mientras observaba la transformación del refugio.

Con la base instalada y los suministros asegurados, Jonás comenzó a pensar en sus próximos pasos. Tenía que expandir su dominio, y para eso, necesitaría más soldados, más tecnología, y sobre todo, más puntos.

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Refuerzos para el Imperio

Jonás observaba la base recién instalada, sintiéndose más seguro a cada segundo. El Adeptus Mechanicus trabajaba incansablemente, asegurando que todo funcionara como debía. Ya tenía un refugio, comida y agua, pero sabía que no podía detenerse ahí. Su imperio apenas comenzaba, y para expandirlo, necesitaría más soldados.

Miró de nuevo al sistema. Sabía exactamente lo que tenía que hacer.

—Guardias Imperiales, —dijo, seleccionando la opción—. Vamos a necesitar fuerzas más flexibles.

Los Guardias Imperiales no eran tan fuertes como los Astartes, pero su capacidad para adaptarse y realizar tareas más mundanas era invaluable. Costaban 50 puntos por unidad, y Jonás decidió empezar con uno.

El sistema parpadeó, y en cuestión de segundos, una figura apareció frente a él. Era un Guardia Imperial, vestido con su uniforme reglamentario, listo para cumplir cualquier tarea que se le asignara.

—Maestro, —dijo el Guardia Imperial con voz firme—, ¿cuáles son sus órdenes?

—Levantaos y espera, —dijo Jonás. Sabía que habría más órdenes, pero aún no era el momento.

Volvió a mirar el sistema. Sabía que necesitaba más apoyo especializado, y lo siguiente que seleccionó fue un Apotecario. Estos médicos de combate serían esenciales para mantener a sus tropas en óptimas condiciones, especialmente cuando el conflicto se intensificara.

—Invocar: Apotecario, —dijo Jonás mientras seleccionaba la opción.

El Apotecario apareció ante él, con su servoarmadura médica y herramientas de combate listas para actuar. La imponente figura del Apotecario se arrodilló ante Jonás, tal como lo habían hecho los Astartes antes.

—Maestro, —dijo con una voz tan profunda como la de sus compañeros—, estoy listo para cumplir con mi deber.

Jonás asintió, satisfecho. Con el Apotecario a su lado, cualquier herida o lesión en el campo de batalla sería tratada de inmediato.

Finalmente, sabía que necesitaría más poder de fuego. Aunque ya tenía dos Astartes, quería asegurarse de que su fuerza fuera imparable. Decidió invocar a un Astartes baluarte, una unidad especializada en defensa y combate cuerpo a cuerpo, equipada con una espada y un escudo.

—Invocar: Astartes baluarte, —dijo con decisión.

Con un brillo en el aire, apareció el Astartes baluarte. Su presencia imponente, aún más destacada por el gran escudo que sostenía y la espada que colgaba de su costado, lo hacía parecer un verdadero muro en el campo de batalla. Como los anteriores, se arrodilló ante Jonás en señal de respeto.

—Levantaos todos, —ordenó Jonás, su confianza aumentando a medida que veía su ejército crecer.

Ahora tenía tres Astartes: dos tácticos y uno baluarte con espada y escudo, además de un Apotecario, un Guardia Imperial y un Adeptus Mechanicus. Sus tropas estaban tomando forma, y ya podía sentir el poder en sus manos.

Sus puntos totales habían bajado rápidamente:

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Guardia Imperial: -50 puntos Apotecario: -150 puntos Astartes baluarte: -100 puntos

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Le quedaban 60 puntos.

—Nada mal, —murmuró Jonás, viendo cómo sus tropas se alineaban ante él. El primer paso hacia la creación de su imperio estaba dado.

Con sus fuerzas listas, Jonás comenzó a pensar en los próximos pasos. Sabía que pronto tendría que salir a explorar más, encontrar nuevos recursos y seguir expandiendo su dominio. El futuro era prometedor, y con estas fuerzas a su disposición, no había límites para lo que podría lograr.

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El Imperio Comienza a Crecer

Con su ejército básico ya en pie, Jonás caminaba por el refugio, evaluando lo que aún necesitaba. Sus tres Astartes, el Apotecario, el Guardia Imperial y el Adeptus Mechanicus eran solo el comienzo, pero sabía que tendría que hacer más si quería realmente conquistar este mundo.

Miró de nuevo la interfaz del sistema. Quedaban 60 puntos, no suficientes para invocar más tropas de gran poder, pero podía empezar a planear cómo obtener más recursos. Cada mutante derrotado le otorgaba puntos, y con las fuerzas a su disposición, sabía que podía obtener muchos más en poco tiempo.

El Astartes baluarte, con su espada y escudo, se mantenía a su lado, tan imponente como un muro viviente. Los dos Astartes tácticos patrullaban los alrededores del refugio, asegurándose de que no hubiera más amenazas cercanas. El Adeptus Mechanicus, mientras tanto, seguía ajustando y mejorando las instalaciones, asegurando que todo estuviera en óptimas condiciones.

Jonás observó al Apotecario, que estaba organizando su equipo médico, preparado para cualquier eventualidad. Era reconfortante tener a un médico de combate, especialmente cuando las batallas se volvieran más intensas.

—Bien, —dijo Jonás, cruzando los brazos y mirando a sus tropas—, es hora de hacer planes.

Sabía que su objetivo principal era encontrar más recursos y expandir su base. La comida y el agua estaban aseguradas por ahora, pero necesitaría más si quería traer más tropas o construir algo más grande.

—Adeptus Mechanicus, —llamó Jonás, observando cómo el tecnosacerdote levantaba la cabeza para mirarlo—, ¿qué piensas? ¿Podemos mejorar este lugar con la tecnología que tenemos disponible?

El Adeptus Mechanicus asintió. Su voz, cargada de sonidos metálicos, resonó en el aire:

—Podemos mejorar, maestro, pero los recursos son limitados. Necesitaremos más materias primas y tecnología avanzada para construir algo más formidable.

Jonás asintió, sabía que esto era solo el comienzo. Tenía que explorar más, encontrar más restos de tecnología o áreas industriales que pudieran proveer los materiales necesarios para expandir su base.

—Lo primero es lo primero, —dijo Jonás, mirando a sus Astartes—. Quiero que salgáis y exploréis las áreas cercanas. No muy lejos, pero lo suficiente como para identificar lugares de interés.

El Astartes baluarte inclinó la cabeza. Su voz, profunda y seria, hizo eco en la sala.

—Lo haremos, maestro.

Los tres Astartes se alinearon, y con pasos firmes, se dispusieron a cumplir con su misión. Jonás se quedó atrás, viendo cómo sus guerreros se movían con precisión. Sabía que nada en ese mundo podría hacerles frente fácilmente.

El Guardia Imperial, mientras tanto, seguía esperando nuevas órdenes, atento y listo para cumplir cualquier tarea que Jonás le diera.

—Mantente aquí por ahora, —le dijo Jonás—. Quiero que te ocupes de la seguridad interna del refugio mientras los Astartes están fuera.

El Guardia asintió rápidamente, sin cuestionar la orden.

Jonás volvió a sentarse, observando cómo las cosas comenzaban a funcionar. Era solo el comienzo, pero ya podía ver cómo su imperio empezaba a formarse. Cada decisión que tomaba lo acercaba más a su objetivo: controlar este planeta y establecer su propio reinado.

Con los Astartes explorando, el Adeptus Mechanicus trabajando y el Guardia Imperial protegiendo el refugio, Jonás sentía que estaba listo para lo que viniera.

—Esto es solo el principio, —murmuró para sí mismo, una sonrisa en su rostro—. Pronto... este mundo será mío.

capitulo 2 corregido

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