—La próxima vez, te castigaré así cuando no me escuches...
Huo Mian hizo puchero, pero Qin Chu continuó: —Tendré que buscar un látigo también.
—Vamos, juguemos otra ronda... Es mi turno de preguntar.
Huo Mian y Qin Chu hicieron otras cinco preguntas cada uno y ella acabó perdiendo en todas. El señor Qin no fue bueno con ella en lo absoluto, pero igualmente ella lo disfrutó. Jugaron y comieron hasta que, finalmente, estaban llenos.
Huo Mian se recostó felizmente sobre el hombro de Qin Chu; ni siquiera pensó en publicar una foto en su grupo de amigos de WeChat. Cuando una persona está realmente feliz, lo único que quiere es disfrutar de esa felicidad, no presumirla...
—Cariño... Un día moriremos, ¿verdad?
—Sí.
—Si envejecemos y yo termino muriendo primero, ¿me extrañarás?
—Nop, cuando mueras me buscaré a otra anciana.
—Wow, ¡eres tan desalmado! —Huo Mian lo empujó molesta.
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