Erika recorrió con la mirada los alrededores de la escuela, pero no podía ver a nadie.
La escuela estaba rodeada de árboles, lo que facilitaba que Felicia se escondiera sin ser vista.
—No me digas que tienes tanto miedo como para no mostrarte, Felicia. Me estás persiguiendo, ¿verdad? ¿Por qué no sales aquí ahora mismo y resolvemos esta disputa de una vez por todas? —amenazó Erika, haciéndose crujir los nudillos.
Ella podía oír la risa de Felicia al otro lado del teléfono, lo que la irritaba mucho.
—Siempre tienes prisa, Erika. ¿Crees que si ambas lucháramos, realmente podrías vencerme? —preguntó Felicia.
—¿Por qué no sales y averiguamos? —replicó Erika con firmeza.
Felicia tragó su saliva pero inmediatamente se compuso.
—Creo que, en lugar de querer pelear conmigo, deberías preocuparte más por tus hijos. ¿No te asusta que sepa dónde van a la escuela? —desafió Felicia.
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