Tristan se quitó la última prenda que le quedaba y la arrojó al suelo.
Ya no intentaba provocarla sino que penetró su cálida y húmeda intimidad después de separarle suavemente las piernas.
—¿Necesito parar? —preguntó Tristan al ver fruncir el ceño de ella, a pesar de que solo había introducido la mitad de su dura polla en ella.
—¡N-No! ¡Ni se te ocurra! —gritó ella por reflejo mientras sus ojos seguían en blanco y su boca continuaba abierta emitiendo un suave sonido de gemido en cada respiración.
Él sonríe.
—Avísame si te duele, cariño. —Tristan se aseguró de que ella disfrutara cada momento de su primer acto de amor después de tantos años.
La habitación ya no se sentía fresca sino cálida debido al amor y la lujuria mezclados en el aire. Sus ojos se entrelazaron uno con el otro, como si sus almas se enredaran de nuevo después de una larga separación.
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