—Entonces, ¿eso significa que podemos ser amigos, verdad? —preguntó él con una sonrisa burlona en los labios—. Ya eres amiga de mi esposa y no veo nada de malo si nosotros también nos hacemos amigos —le guiñó un ojo, lamiéndose los labios de nuevo.
—Señor Wallace, no creo que haya razón alguna por la que debamos ser amigos —dijo Selene, desconfiada de Richard.
—¿Y por qué no? No veo nada malo en eso.
Selene apretó los dientes, tratando de mantener la compostura.
—Señor Wallace
—Llámame Richard —él guiñó el ojo.
—Creo que seguiré llamándote señor Wallace. No necesitamos ser amigos. Si no te alejas de mi lado en este instante, te prometo que gritaré que quieres agredirme —amenazó, mirándolo fijamente para que supiera que no estaba bromeando en absoluto.
La expresión de Richard se oscureció inmediatamente.
Se alejó unos pasos de ella.
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