El trío exudaba un aire regio al dirigirse hacia el Emperador. Los invitados se abrían para dejarlos pasar, con la mirada fija en el grupo conforme avanzaban.
Lia se deslizaba hacia el gran salón, su vestido resplandeciendo a la luz. La tela suave de su vestido blanco caía con elegancia hasta el suelo, con delicados acentos de encaje que trazaban intrincados patrones en el borde inferior. El vestido se ajustaba a sus curvas en todos los lugares correctos, resaltando su figura femenina.
Mientras Lia caminaba, su vestido fluía con gracia detrás de ella, como una nube de seda arrastrándose en su estela. Sus movimientos eran fluidos y esforzados, como si estuviese bailando al ritmo de una melodía silenciosa que solo ella podía oír.
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