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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

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32 Chs

Capítulo 32. Al descubierto

[ Año 2023 ]

Era la primera mañana de invierno y estaba comenzando a nevar. 

Un hombre extraño de apariencia sospechosa se paseaba por la inmundicia de las calles grises donde el crimen, el abandono y la violencia habitan con frecuencia desde ese trágico día, sosteniendo un cigarrillo entre sus labios por el cual expulsa el humo después de cada calada junto a una nube blanca por el clima gélido.

Se para tranquilamente en una esquina mientras fuma. Su respiración se detiene momentáneamente y sus sentidos se agudizan cuando lo asalto por la espalda, apuntándole con mi arma a la cabeza.

— Dime dónde está tu jefe y te dejo en paz —no voltea, pero siendo su altiva y despreocupada sonrisa que me hace crispar los dientes.

— No sé de qué demonios me hablas —se mofó confiado de la situación donde no sentía peligro alguno.

No esperaba que lo golpeara en la cabeza con el arma con tanta fuerza que su cigarrillo cayó al piso junto con él y aproveché para empujarlo con todo mi cuerpo para dejarlo tumbado boca arriba.

Puse mi pie sobre su espalda, dejándole claro que hablaba en serio y mis palabras no eran sólo amenazas vacías.

— ¿Dónde está El Demonio? —volví a preguntar impaciente sin apartar el arma de su cabeza.

Desde su posición, giró su cuello como pudo donde alcanzó a verme por el rabillo del ojo.

— Tú eres… —no le permití continuar al agachame para pegar el cañón de la pistola a su cabeza y tirar de su corto cabello, mirándolo con unos ojos fulminantes.

— ¡¿Dónde está Nicolás Hellsing?! —grité con rabia.

— ¿Quién demonios eres, pequeña basura? —sin mostrar temor supo cómo moverse rápidamente al girar su cuerpo y golpear el arma con su brazo para desviar el disparo que estalló en eco en las frías y desoladas calles, desconcertándome por un breve instante.

Fui incapaz de contrarrestar su fuerza y me tomó del cuello, empujándome a un lado para colocarme debajo de él mientras me ahorcaba.

Aprisionó la muñeca del brazo que poseía el arma mientras su otra mano se ocupaba de su delgado cuello. El chico luchó con su mano libre rasguñando y apretujando la cara del sujeto para sacárselo de encima, pero los resultados no eran prometedores.

— Te me haces conocido, niño… —dijo, mirándolo más de cerca con intriga, abriendo los ojos al darse cuenta de quién se trataba—. Válgame… Hay una recompensa por tu cabeza… ¡Ja, ja! Creo que hoy es mi día de suerte.

— No vine solo… —ante la confesión del pelinegro de mirada neutra, el hombre se giró al percatarse de la presencia de alguien más; dos sujetos vestidos de blanco apuntándole con escopetas a la espalda.

Al verse acorralado, el hombre chasqueó la boca derrotado.

Ambos perpetradores lo agreden propinándole un par de golpes y agarrándolo de ambos brazos para quitarlo de encima del chico.

Lo ponen de rodillas sin apartar las armas de sus cabezas.

Me pongo de pie, acomodándome la ropa, volviendo mis ojos nuevamente al sujeto quien me lanza una mirada desafiante pese al hilo de sangre que escurre de su labio partido.

— Ja… Entonces sí es cierto. Eres el pequeño Ber… —le di una patada directamente en el rostro para hacerlo callar.

— Sólo soy un desertor… Mis colegas te interrogaran hasta que me digas la ubicación de mi hermano y dónde estará mañana. 

Mientras el hombre ahora prisionero era arrastrado a la camioneta, miré melancólico el cielo nublado y frío del que descendían pequeños copos de nieve.

Nicolás… No voy a detenerme, no hasta hacerte pagar por lo que le hiciste a Adrián.

[ Actualmente… ]

— N-Nick... —tartamudee conmocionado sintiendo las lágrimas acumularse en mis cuencas.

Me aventé sobre él y lo abracé siendo recibido por sus fuertes brazos cubiertos de vendas.

Recordé rápidamente las instrucciones de Jordan y me levanté para ir a buscarlo.

 — ¡Espera! Iré a avisarle a Jordan —no pude llegar muy lejos cuando lo sentí jalarme de la muñeca y con su agarre, me jaló a la cama, dejándome absorto cuando me acomodó sobre él, obligándome a sentarme sobre su pelvis posicionando mis piernas a cada uno de sus costados.

Mi mente quedó en blanco.

Tomó mi rostro entre sus manos para aproximarlo al suyo, juntando nuestras frentes con delicadeza mientras acariciaba mi mejilla.

— ¿Estabas preocupado? —fruncí mis labios temblorosos, a punto de romper en llanto por la preocupación que mi corazón había acumulado desde el incidente.

No quería llorar frente a él; así que sólo asentí con la cabeza. Una silenciosa lágrima viajó a lo largo de mi rostro.

Respiré profundamente para tranquilizar mi respiración y apaciguar la emoción que me carcomía por dentro.

— No podía dejar de pensar en tí... En que no despertabas —cerré los ojos, derramando lágrimas de felicidad. Nuestras respiraciones colisionaron y, a sabiendas de lo que iba a suceder, me dejé llevar.

Sus labios se unieron con los míos en un momento embriagador, comenzando como un suave y delicado toque que respondí por inercia.

Lo que empezó como un contacto alentador y amoroso, al paso de los segundos, fue transformándose en un candente beso lleno de deseo y necesidad. Su lengua invadió mi boca con hambre, expresando su dominio sobre mí, llevando sus manos a mis caderas, extendiendo el contacto hasta que sus brazos terminaron envolviendo mi cintura.

Sentí el deseo apoderarse de mí a causa de sus candentes labios y el movimiento produciéndose bajo mi retaguardia, provocando un efecto similar entre mis pantalones.

Repasé mi mano a lo largo de su brazo, hasta toparme con uno de los vendajes que cubrían una de sus tantas llagas.

Mis pensamientos se agitaron y me hicieron estar consciente de su estado físico.

Reaccioné exaltado, separándome de él.

— Espera, no...

— ¿Qué?

— No podemos hacer esto, no aquí. No como estás ahora —después de que la confusión se instalara en su rostro pocos segundos, dio paso a una divertida sonrisa.

— ¿Ese es el problema? —ante mi incrédula mirada, se quitó los tubos conectados a sus brazos y se arrancó las gasas puestas en su rostro y el vendaje de su cabeza.

— ¡Espera! No hagas eso —contemplé paniqueado las marcas y cicatrices que habían quedado sobre su piel; menos terribles de lo que hubiera esperado, pero aún muy notorias.

El largo corte en su mejilla derecha y los rastros de los golpes en el resto de su rostro.

— Nick...

— No me duele nada. Estas marcas no son permanentes —aún inseguro por sus palabras, pensé en una manera de que me dejara ir y poder avisarle a Jordan.

— No... ¿No quieres algo? —tartamudee forzando una sonrisa nerviosa —. Agua o algo...

— Te quiero aquí conmigo —me abrazó posesivamente, aprisionando mi cuerpo entre sus firmes brazos, dejando mi barbilla sobre su hombro. Así no tenía manera de alejarme.

— ¿Jordan está afuera? —susurró junto a mi oreja con una maliciosa voz, desconcertándome por la pregunta.

— No... no lo sé —a pesar de que la posición no me permitió verle la cara, sentí una sonrisa malintencionada esbozarse en sus labios.

Chupó mi cuello, estimulando el calor de mi cuerpo.

— Ngh... Espera... —sus labios succionando mi piel, alentando la aceleración en mi ritmo cardiaco.

La tranquilidad de mis genitales se vio alterada cuando sus grandes manos se apoderaron de mi trasero y lo apretaron con afán.

— Hah... —gemí débilmente por la satisfacción de sus manos tocarme tan íntimamente.

Aunque quisiera negarme, no podía resistirme a la sensación de ser dominado.

— Ahora, te diré lo que vas a hacer... —declaró seductoramente, estimulando el deseo que hacía palpitar mi intimidad.

[ . . . ]

Nicolás estaba acostado y yo encima de él, completamente desnudo. Mis dedos se hundían en mi orificio mojado que ansiaba un contacto más profundo, en lo que mi otra mano estaba recargada en su abdomen.

Mis dedos no eran suficiente y mi pene dolía de lo duro que estaba, moría de ganas por que me lo tocara. Ver el suyo tan erecto y grueso debajo de mi cuerpo, esperando por mí, me hacía desearlo con más desesperación mientras él se deleitaba con la vista de verme dilatándome a mí mismo.

Cuando estuvo lo suficientemente resbaloso, saqué mis dedos y él me agarró la muñeca de improvisto, dirigiéndola a su boca. Chupó la humedad de mis dedos con una fascinación que hizo a mi ano respingar.

Mi rostro se calentó violentamente por su gesto.

No podía cerrar la boca y acallar los gemidos de necesidad que salían de ella.

Posicioné mi entrada sobre la punta de su pene, nervioso de continuar, pero ansioso por sentirlo.

Él notó mi inseguridad y me agarró de las caderas, guiándome lentamente hasta que su pene y mi trasero hicieron contacto, encontrándose piel con piel en un ardiente roce.

— ¡Ah! —me agité abruptamente y él continuó invitándome a bajar completamente. 

Me deslicé cuidadosamente sintiendo mi esfínter extenderse ante la invasión de esa carnosidad y mis piernas temblar.

Su grosor se abría paso en mi interior, provocándome contracciones nerviosas que no pude contener hasta que me penetró completamente. Me retorcí por el ardor que surgía de su polla. Me hacía doblar la espalda y echar mi cabeza para atrás.

Al poco tiempo, impulsado por el movimiento de mis piernas, comencé a moverme de arriba hacia abajo; primero lentamente con su ayuda. Él se encargó de marcar el ritmo con sus manos poco más abajo de mis caderas, hundiéndose más profundo con cada estocada que era lenta y sensual.

Disfruté detenidamente la sensación de su miembro acariciarme internamente. La humedad y su calor eran tan adictivas que quería sentirlas con más intensidad.

Cuando me acostumbré al movimiento, posicioné mis manos sobre el abdomen de Nick y empecé a mover mi cadera más rápido, subiendo y bajando mi trasero a lo largo de su duro falo cuyas venas palpitaban candentes por mi tacto.

Sucumbí a la necesidad de un ritmo más frenético; así que tomé la iniciativa y aceleré la velocidad al máximo que mis músculos podían soportar.

Mis nalgas chocaban contra sus testículos en cada embestida en la que el colchón comenzó a rechinar y las patas de la cama crujían al compás de las rápidas estocadas, pero por más rápido que me moviera, seguía sin ser suficiente para mí.

Nick se relamió los labios con goce y ese gesto para mí fue como un estimulante.

— Más... —susurré con la voz ahogada en placer.

— ¿Qué dijiste? —musitó con una voz lujuriosa.

— ¡Más! ¡Fóllame duro como la sucia perra que soy! —moría de vergüenza por pedir a gritos aquello que jamás pensé decir en voz alta y hacerlo me había hecho entrar en un éxtasis incontrolable que solo podría ser manejado por su enorme polla.

Me calentaba mucho que me hablaran sucio.

— ¿Quieres que te coja más duro, puta? —me enganchó de las nalgas y meneó su cadera al tiempo que me sincronizaba con las embestidas que me estaba dando.

— ¡Ah, sí! ¡Ah! ¡Más fuerte! ¡Aaahhh! —a partir de ahí, las penetraciones fueron tan duras y salvajes que sentí como si mi rostro fuese a explotar por el calor y mi cuerpo desplomarse por el delicioso placer, pero no podía detenerme.

Sentir el fluido pegajoso que empapaba mi trasero y se deslizaba por su miembro llegando hasta sus testículos me hizo gemir sin poder contener la saliva que se terminó derramando por mis comisuras.

Estaba a punto de llegar al clímax, listo para dejar salir mi semen y gemir escandalosamente durante mi orgasmo.

Todo eso desapareció cuando la puerta se abrió de golpe y mi corazón saltó a punto de darme un ataque cardíaco.

Temblé, girando lentamente la cabeza hacia la puerta con miedo de a quién podría encontrar.

Me paralicé, incluso olvidé momentáneamente como respirar al ver a Jordan de pie en la entrada con una taza en la mano y una expresión que me heló la sangre: su cara era una mezcla de asombro, horror y repudio. La forma en la que sus claros ojos celestes nos miraban era tan punzante que si las miradas mataran, los dos ya estaríamos muertos.

Me sentí abrumado por la intensidad de aquellos ojos que más bien parecían gélidos avernos. Ni siquiera fui capaz de moverme por la conmoción de su llegada.

Dejó caer su taza abruptamente y el estruendo al despedazarse contra el piso me hizo sacudirme espantado.

Reaccioné tarde al tratar inútilmente de alcanzar la sábana a mi costado para tratar de cubrirme a pesar de que ya había visto todo.

Me sentí como un estúpido. No tenía el coraje de volver a mirarlo.

Percibí movimiento en sus ojos. Sus pupilas se clavaron específicamente en mi hermano de forma ponzoñosa.

Su voz tétrica resonó en mis oídos como una sentencia de muerte.

— De toda la mierda que has hecho, esta es la más repugnante —después de que aquellas palabras se manifestaran en un tono cuyas emociones no pude asimilar, desapareció rápidamente en el pasillo, como si tuviera prisa de hacerlo.

Contraído, dirigí mis ojos hacia Nick y la sonrisa macabra con la que miraba hacia la puerta me aterró; ver su rostro me removió las tripas por la incomodidad e impacto que sentí.

Una suposición cruzó mi mente de forma fugaz: ¿Acaso él... lo había hecho a propósito?

Esos ojos demenciales que veían al vacío, se posaron en mí, poniéndome en alerta.

— ¿Nick? —me arrancó la sábana, arrojándola en algún sitio del piso y su cuerpo se impulsó hacia mí, tomándome del cuello. Me azotó boca arriba posicionando su cuerpo sobre el mío y me abrió las piernas tan descuidadamente que me hizo daño.

— ¡No! ¡Espera, por favor! —me ignoró y hundió su polla salvajemente. La manera en que comenzó a tocarme y manipular mi cuerpo, no era diferente a la de una bestia.

Le pedí que parara, le supliqué que se detuviera. Le dije que tenía demasiada vergüenza como para continuar después de lo que había pasado. Quería terminar con lo que habíamos empezado pero él me ignoró y tomó por la fuerza mientras me miraba como sólo un loco lo haría.

Una de sus manos me aprisionó de las muñecas llevando las mías encima de mi cabeza mientras la otra se aseguraba de que no cerrara las piernas.

— ¡Nicolás! ¡Para! ¡Para, por favor! —la mano con la que sostenía uno de mis muslos, la apretó bruscamente sobre mi rostro para acallar mis quejas y siguió follándome tan duro que mi entrada comenzaba a arder.

Comencé a llorar.

Tenía miedo, miedo de él y de lo que estaba haciendo.

Quitó su mano y pegó bruscamente sus labios contra los míos; en vez de besar mis labios, me mordió hasta abrirme la carne; en lugar de acariciarme, repasó mi cuerpo tan rigurosamente que sentí que sus manos podrían arrancarme la piel.

Deshizo el salvaje beso en el que se mezcló saliva y sangre para darme la vuelta boca abajo y seguir follándome.

Traté de arrastrarme al borde de la cama jalando las sábanas, pero al notar que trataba de escapar, agarró mis caderas y me arreó nuevamente hacia él con tanta fuerza que la cama se agitó por el movimiento.

Hundió sus dedos en mi cuero cabelludo y me jaló la cabeza hacia atrás. La fuerza con la que me agarró del cabello me hizo gritar de dolor, temeroso a que me lo arrancara.

De mi adolorido ano sentí algo cálido brotar. Sus embestidas habían sido tan duras que mi esfínter había comenzado a sangrar y mi espalda baja a doler.

En ese momento, me di cuenta que la primera vez que nos acostamos y perdí mi virginidad, Nicolás de verdad había sido extremadamente amable.

| | N I C O L Á S | |

Tenía siete años cuando fui adoptado por Greg Hellsing, mi nuevo padre.

Fui tratado como un rey con todo tipo de lujos a mi disposición, mi propio cuarto en una mansión enorme de varios pisos.

Juguetes, ropa, dinero, viajes, sirvientes... Me dio todo, incluso educación. Aunque dejé de ir a la escuela, tuve maestros particulares que se encargaron de mi educación dándome materias básicas.

Aunque Arthur no estuviera, me encantaba mi nuevo hogar.

Pero antes de todos esos privilegios, fui puesto a prueba porque aunque mi personalidad y actitudes les agradaran, debía demostrar que podría durar, ser apto para el futuro que tenían planeado para mí.

Tenía que demostrar que podía sobrevivir, fue lo primero que me aclararon al llegar.

En aquel entonces, me asignaron al cuidado de Jordan Jones.

FIN DEL VOLUMEN 1