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Memorias de otra vida

Un hombre solitario intenta suicidarse una vez más, para poner fin a su miseria espiritual, cuando a su lado aparece una hermosa adolescente que huyo de casa, y que le ofrece su cuerpo a cambio de un lugar donde dormir y un poco de comida. Aquellos que están condenados por un pecado capital, nunca vivirán en paz.

Delisir · Fantasy
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24 Chs

Punto de inflexión

En un inicio yo era un niño débil y miedoso, nacido en un lugar jodido y una familia con problemas de dinero. Siempre fui raro y la gente a mi alrededor me tachaba de ser un delincuente desde antes de poder caminar.

Nunca entendí porque, era una especie de castigo divino, pero yo solo era un niño sin malicia y con hambre.

Cuando tenía seis años, estaba siendo golpeado por niños más grandes que yo, al parecer mi mirada los irritó y eso ocasionó una pelea. Eso era todos los días.

Fue cuando lo conocí, llego con una patada voladora y derribo a uno de mis agresores, los demás corrieron espantados al ver ese ataque sorpresa.

Yo quedé sorprendido, primero pensé que era una niña con cabello corto, pero cuando puse atención supe que era niño. Me sentí raro, era muy guapo, aunque trajera harapos y tuviera el rostro sucio.

Él al igual que yo, era despreciado. Su familia adoptiva se dedicaba a separar fierros y botellas en el basurero, ahí también vivía. No era distinto a mí, yo vivía en la barranca más fea de la zona. Ambos éramos marginados y poco sociables.

En un lugar donde todos eran pobres, la clase social era entre quienes comían dos veces al día y aquellos que teníamos suerte de comer.

Esa era nuestra brecha social, en aquel entonces.

Fácilmente nos hicimos amigos, nuestros sueños y esperanzas eran fuertes entre los dos, crecimos con esa convicción.

Al llegar a la adolescencia, él se volvió hermoso, no importaba su estatus social, las mujeres lo buscaban, pero él solo estaba enamorado de una chica. Sus padres eran médicos en la zona, así que ella era la niña rica.

Por su parte él era el pepenador, y yo como su fiel perro guardián.

Con el tiempo yo me volví alegre, contagiado por él y sus ocurrencias, así que terminé por socializar con todos, no importaba cuantos rumores y cosas malas dijeran sobre nosotros, él era mi amigo.

Yo me hice más grande y fuerte al estar a su lado. Él tenía el sueño de ser un artista marcial, así que desde niños jugábamos a entrenar en el basurero. Mi físico se hizo robusto y fuerte; el suyo delgado y sensual. Éramos adolescentes que llamaban la atención a donde fuéramos.

Los marginados se hicieron los más populares.

Con el tiempo y mis mañas conseguí que él disfrutará del amor con aquella chica. Los empareje cuando hubo oportunidad.

La felicidad de ellos duró por años y sé que fue secreto hasta el final.

Yo decidí estudiar economía y empece un pequeño negocio de créditos y empeños, él abrió un local de compra - venta de chatarra, la cual vendía a una compañía metalúrgica mientras se volvió cinta negra en Karate.

Los marginados tenían el éxito asegurado.

Salieron del hoyo a costa de sudor y lágrimas entre los dos, antes de los 22 años.

Todo parecía viento en popa. Pero en el fondo ambos nos sentíamos vacíos.

Ambos sonreímos a la desgracia y a los insultos, por fuera parecíamos agradables, por dentro nos quemaba el dolor.

Yo vivía escuchando que me volvería un criminal, que la mujer que fuera mi esposa estaba condenada al sufrimiento, que mi rostro daba miedo, que era un monstruo fingiendo ser bueno...

Él escuchaba que siempre será el niño que encontraron en la basura, el joto, el muerto de hambre, siempre rechazado por la familia de la mujer que amaba...

Yo me casé joven, estaba estudiando y emprendía mi primer negocio formal, mientras trabajaba como oficinista; pero las crisis económicas de aquellos días me llevaron rápidamente a la ruina. En esos días supe que sería papá, en el fondo de mí ser, me abrumó el miedo de que ese bebé sufriera el mismo destino que yo... Me carcomían mis pensamientos por dentro.

Y, aun así, ni a su madre amé tanto, como a ese niño cuando nació.

Aunque estaba en la quiebra y no tenía apoyo monetario de mi familia, aquel amigo siempre estuvo allí, me prestaba lo necesario para salir adelante y tener un impulso. Desde las sombras fue el padrino.

No quería involucrarse directamente por que le daba tristeza y envidia, ya que él no podía formar una familia con su amada ya que ella fue obligada a casarse con otro hombre.

Por mi parte, los problemas con mi esposa, fueron por su familia, mi forma tan errante de ser, así como la falta de dinero, cuando hubo un periodo de crisis.

Típico final para una pareja joven e inexperta.

Al final la relación se rompió y yo fui acusado de tantas cosas sin fundamentos, a veces ser hombre implica tener que agachar la mirada y aceptar una culpa que no es justificada.

En aquel tiempo intentado rehacer mi vida, conseguí un nuevo trabajo donde todo parecía ir a mi favor. Pero el estrés y la avaricia de aquel lugar me cambio. Un mundo donde mis ideales eran distintos pero la necesidad me hizo quedarme.

Él, siendo mi amigo más cercano, me advirtió de había algo raro en los comentarios que yo empezaba hacer, pero no presté atención.

El dinero y el egoísmo se hicieron parte de mí, me volví arrogante, avaro y odioso.

La gente hablaba a mis espaldas, las mujeres me usaban, mis clientes exigían lo imposible. La depravación, la avaricia, la lujuria, el narcisismo, la mediocridad se volvió parte de mí.

Una mañana perdí todo mi dinero, mi estatus, mis conexiones, mis mujeres, mis bienes. Ese día descubrí que alguien me usó como chivo expiatorio todo ese tiempo.

Aquella persona ganó millones al lavarme el cerebro para llevar a la quiebra a mucha gente.

Y al final me desechó también.

Después de un par de semanas, todas mis ideas negativas tomaron un gran boom. Fue extraño, de la nada estaba lleno de odio, por el mundo, la sociedad, mi ex-esposa, mi familia, mis amigos... Todo.

Termine odiando al mundo al intentar iniciar de nuevo mi vida, cuando en el fondo solo quería ser una buena persona e ingenuamente pensé que el dinero sería la solución.

Mi mente se corrompió cuando se dio cuenta que eso no era posible.

Quise vengarme por haber sido usado, pero sabía que fue por mis actos que terminé así. Yo elegí ese camino cuando me sentí triste y desesperado, durante un momento de debilidad.

Fue en ese entonces cuando descubrí que no odiaba al mundo, me odiaba a mí mismo por ser tan débil.

Al punto que perdí la custodia de mi hijo, el desprecio de mis amistades, la indiferencia de mi familia y el odio de aquellos que arruiné.

Años de estrés e ira acumulada salieron a flote en cuestión de días.

La sonrisa eterna se volvió una mueca de desprecio.

Fuera de mí y con la locura al máximo, terminé por amenazar de muerte a todos, agredí a muchas personas que intentaron detenerme, rompí mis ideales, mi razón de ser.

Pero por fortuna ese lado mío donde no quería lastimar a gente inocente, salió a flote también y de alguna manera me logré contener momentáneamente, mi cabeza estaba llena de voces producto de la desesperación y la irracionalidad. La locura mermaba mi cabeza cada minuto que pasaba.

Fue en esa nube de rencor que azotaba mí mente, que recordaba con amargura, que lleve a la ruina a mucha gente que muy probablemente se sintieron igual que yo en ese momento. Me sentía escoria, un ser despreciable, entendí que todos tenían razón.

Yo era un villano que fingía ser bueno y solo desaté al monstruo, al querer domarlo.

No podía lastimar a nadie inocente, ese era mi credo desde niño.

Retorcido por esa falsa moralidad, fui por las calles de la ciudad asesinando rateros, secuestradores, violadores, y todo aquel que fuera escoria como yo, solo para saciar mi sed de odio.

Con cada muerte, mi locura se hizo mayor, la sangre cambia a las personas, saca el lado salvaje y lleno brutalidad que existe en cada uno y lo lleva a su máxima expresión.

Pasaron seis meses en un abismo de locura sin frenos, donde me movía entre las sombras sin ser descubierto.

¿Cuantas almas no arrebaté?

¿Cuántas familias no destrocé?

¿Cuánta sangre hubo en mis manos?

Nunca lo sabré con certeza.

Quería ver el mundo arder. Ya no distinguía la realidad, todos eran culpables de algo.

Me convertí en el verdugo de mi propia justicia, si estaban en mi contra serían asesinados, criminal o no. Cegado por el deseo de sangre decidí vengarme de aquellos que me tacharon de monstruo.

Él lo sabía, me estuvo siguiendo durante todo ese tiempo, pero no dijo nada porque a la gente que maté eran parásitos de la sociedad.

Cuando se dio cuenta del error de no haber hecho nada, sin embargo, ya era tarde, estaba camino de regreso y dedujo quien sería mí víctima.

Mi ex-esposa, una mujer a quien ame y me terminó acusando de cosas de nunca hice influenciada por terceros, nunca la culpe por pensar esas cosas, era natural su inseguridad. Ella me conocía y siempre se conflictuó con mi manera de ser y aun así hizo lo que pudo por entenderme cuando estuve en mis cinco sentidos.

Por el sitio donde se encontraba, él dedujo que ella era la víctima más cercana. Tuvo el infortunio de solo seguir su propio sentido de moral. ¿Qué culpa tuvo ella?

Él decidió cuidar a mi familia desde lejos cuando perdí la razón, añorando el deseo de tener la suya.

Incluso en el pasado, muchas de nuestras platicas eran sobre qué haríamos si él tuviera una hija y ella se enamorará de mi hijo... o viceversa.

En un intento de evitar que la asesinará, interceptó mi moto en la carretera con toda la intención de matar, sabía que yo no entendería con palabras y ser blando era imposible considerando mi fuerza física.

Una pelea sin cuartel, sus técnicas y habilidades, contra una bestia sin conciencia.

Uno a uno los golpes rompían huesos y salpicaban sangre en todas direcciones.

Cuando recuperé un poco la consciencia de mis actos, descubrí que tenía todas las costillas rotas y escupía a borbotones la sangre que se acumulaba en mis pulmones, la cara me ardía y no podía ver con el ojo izquierdo. Decenas de cortes en todo mi cuerpo alimentaban el charco de sangre donde me encontraba.

Mis dedos habían perdido varias uñas y tenía dislocado el codo derecho, así como ambas piernas rotas. Al levantar la mirada, él se encontraba sentado recargado en un árbol, respirando con dificultad lleno de sangre por todas partes y sin su antebrazo, ni mano izquierda, solo sostenía su pecho con la mano derecha y a sus pies un cuchillo lleno de sangre.

"Ya despertaste, me hiciste usar armas bastardo, sabía que eras resistente pero no a este grado. Por favor ya deja esta idiotez, tu siempre quisiste una vida tranquila llena de paz y comida sabrosa. Por favor, jugar al justiciero de odio y deseo de venganza no te queda bien. Te hace ver más feo compadre jajajaja"

Después de esas palabras ambos quedamos inconscientes, cuando desperté me encontraba en un hospital, estuve dos semanas en coma. Yo la libré... Pero él no.

Su sangre era muy rara, así que faltaron donadores durante la intervención quirúrgica, las heridas que tenía fueron graves y aunque lo operaron con éxito quedo en coma también. Despertó unos días antes que yo y sus palabras fueron.

"Díganle al estúpido de mi amigo que cuide bien a su hijo, y si puede que le eche un ojo... Jajaja el que le falta... A mi linda princesa... Soñé otra vez con ella...Era hermosa, que hasta celos le dio a su madre jajaja... Ese fue un buen sueño nosotros tres juntos... Aaaaa pinche compadre me debes una buena comida y una cerveza por esto..."

Los médicos grabaron esas palabras y me las mostraron, él no dijo más sobre cómo se hizo aquellas heridas.

Yo confesé haberlo hecho en un ataque de ira.

No dije más sobre las otras muertes, no había pruebas de todas formas, además, yo solo me sentía culpable de una, tampoco no me interesa la culpa por eliminar a escoria como yo.

A penas me dieron de alta, fui proceso por homicidio en primer grado.

Pasé poco menos de dos años en prisión gracias al pésimo sistema judicial en el tercer mundo.

Ahí dentro acepte como escarmiento todos los abusos y agresiones en mí contra, siempre buscando la muerte como expiación.

Una que nunca llego. La vida me condeno por mis pecados de forma que puedo sobrevivir justo cuando estoy al borde de la muerte.

No importaba cómo, siempre sobrevivía, me convertí en una especie de cucaracha incapaz de morir.

Cuando salí ya no tenía nada y nadie quiso saber de mí.

Solo un terreno que él compró, y donde yo quedaba como testigo y beneficiario en el contrato de compraventa. Ahí fue donde empecé de nuevo.

Se lo conté todo a Evelin, ella solo me miraba en blanco.

Era como si ya no estuviera allí. Quieta, con sus ojos sin vida.

—Vamos, hace frío y quiero dormir un poco. —

Fue lo único que salió de su boca. Sin emoción, con voz robótica, sin el calor habitual de sus palabras.