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Arco 4.4

El viaje a la tribu leopardo fue largo y tedioso. 

El mensajero había podido ir y venir rápidamente al transformarse en una pantera. Con sus piernas ágiles, y de gran tamaño, atravesar la distancia entre aldeas era algo sencillo. Sin embargo, esta vez, el viaje no era tan simple con la adición del curandero y Astu; dos hermanos que no podían convertirse en animales.

Los hombres dieron vueltas y vueltas, pero no pudieron encontrar una solución a este inconveniente. No sabían cómo agilizar la marcha sin poner en peligro a los dos hermanos. 

Llevar al curandero no era problema pero el caso de Astu era otro asunto a considerar, ya que ningún hombre podía cargar a un hermano, o a una mujer soltera, a menos que fuera a convertirse en su pareja. Transportar a Astu podría dañar su reputación.

Astu quería reír ante la lógica de este mundo. Era una ley restrictiva y estrecha de miras. Claramente no llevaba a ninguna parte y era solo una molestia.

"¿Y si el curandero monta el lomo del líder y yo me siento sobre sus piernas?"

La pregunta de Astu enmudeció al equipo. Reflexionaron por un momento y no encontraron fallas en esa sugerencia. Tal es así, que Astu terminó en la falda del curandero, quien no podía estar más contento. Hacía años que no lo alzaba y este momento se sentía como la gloria. Podía estar cerca de su pequeño y con justificación.

Al cabo de cuatro días, el equipo observó las tiendas y cercos de la tribu leopardo. Habían arribado a su tan ansiado destino.

Astu y el curandero desmontaron el lomo de Willak y avanzaron hasta la entrada de la aldea. Fueron detenidos por los guardias, quienes confirmaron su identidad y motivo de visita.

"Los guiaré hasta la carpa del líder. Él los está esperando"

El grupo atravesó la tribu activa y alegre. Se notaba la buena vida que tenían los aldeanos, lo que era un claro indicativo de que su líder no era una persona simple. Tenía el poder más que suficiente como para traer estabilidad a la colonia, algo que no era sencillo de lograr.

Cuando llegaron a la carpa principal, el guardia abrió la puerta y les indicó que pasaran. Él no los acompañó, sino que cumplió con su objetivo de guiarlos y se marchó. Debía volver a su puesto de vigilancia.

Astu observó asombrado la tienda del patriarca. Era espaciosa y un tanto lujosa, con mesas, sillas y una cama que se notaba cómoda. Era diferente a las simples colchas que usaban en la tribu pantera.

Sus ojos vagaron de un lado al otro, distraídos, ignorando la expresión del patriarca de los leopardos. Apenas vislumbró a Astu, sintió como su cuerpo hervía y deseos salvajes amenazaban con destruir su razón. Quería correr y aprisionarlo entre sus brazos.

"Saludamos al líder de los leopardos"

Willak mostró una postura de respeto. Los demás siguieron su comportamiento, incluido Astu. Inclinó levemente la cabeza y cuando se enderezó, quedó petrificado. Su corazón comenzó a latir alocadamente al ver esos ojos intensos y profundos. Era su hombre.

Astu volvió a bajar la cabeza y respiró hondo. Debió tranquilizarse para evitar sonreír y revelar el amor que lo estaba invadiendo. Los encuentros con su hombre lo emocionaban cada vez más.

"¡Que bueno es volver a verte Numa!"

Una voz cargada de emoción resonó en la tienda. Un hombre alto, fornido y con barba, se acercó hasta el curandero y lo abrazó con fuerza. Golpeó su espalda con brusquedad, no pudiendo contener su felicidad. 

"Lo mismo digo Ehal"

El ambiente se aligero con el reencuentro de ambos amigos. Willak se relajó y regresó su mirada hacia el hombre que no se había movido desde su ingreso. 

Estando apunto de iniciar una conversación, fue testigo de cómo el patriarca leopardo caminaba rápidamente hacia él, pasaba por su lado y se detenía frente de Astu.

Su presencia era imponente, y sumado a su gran altura, daba la sensación de estar intimidando al delicado hermano. Aunque Astu no se sentía de esa manera. Estaba distraído ante las hormonas que emitía su hombre, con su pecho musculoso al descubierto, y su largo cabello dorado que caía por detrás de su espalda. 

El patriarca no se anduvo con vueltas. Dijo lo que tanto ansiaba su corazón.

"Aceptaré la unificación de ambas tribus por tiempo ilimitado, siempre y cuando, te conviertas en mi mujer"

Todos quedaron en shock. La sonrisa en el rostro del curandero se borró al instante y una frialdad sin precedentes se escapó por cada fibra de su cuerpo. ¿Este hombre quiere robarse a su pequeño? ¡Sueña!

Por su parte, Astu estaba sorprendido ante la forma tan directa de expresarse de su hombre. Separó los labios para responder, pero no alcanzó a emitir palabra alguna antes de que lo sujetaran por la cintura. El hombre atrajo su cuerpo hacia el suyo y pegó sus pechos, uniendo sus respiraciones y latidos.

"Me gustas. Sé mi mujer"

Afirmó e inmediatamente saqueó la ciudad. El hombre besó salvajemente a Astu, intercambiando saliva y dejando salir sonidos candentes y ambiguos. Los presentes no se atrevieron a seguir mirando y voltearon sus rostros. Era de mala educación interrumpir el cortejo de un hombre. Aunque nada podía borrar que la escena fuera incómoda. Estaban atrapados en una tienda, escuchando el beso apasionados entre ambos.

El curandero formó su mano en un puño. Las venas se habían marcado en su palma, ante el odio que brotaba desde su corazón. Ehal pareció percibir la anomalía de Numa y sonrió. 

Viendo como eran las cosas, estaba convencido de que su hijo tendría un duro y largo camino para poder llevar a su mujer al altar. 

La mente de Astu estaba en blanco. El hombre lo había besado de forma tan dominante, no dándole espacio para retirarse ni respirar. Saliva goteaba desde su boca, mientras sus manos intentaban empujarlo.

"Mhhn"

Un gemido se escapó de entre sus labios, haciendo que los ojos de ese hombre se oscurecieran aún más. Sin embargo, no dio el siguiente paso por temor a exponer a su pareja. Este hermano era suyo y solo suyo. Nadie más podía ver ni oír sus reacciones. 

Finalmente separó sus labios y le permitió a Astu respirar. Tenía la boca completamente abierta, tratando de atrapar la mayor cantidad de oxígeno posible. Era como un pez regresando al agua, tras haber pasado unos largos minutos encallado en la orilla. 

El hombre se aferró con mayor firmeza a su cintura. Estaba embelesado ante la imagen que tenía delante. Orejas rojas, lágrimas pegadas a sus pestañas, ojos nublados y labios enrojecidos a causa del intenso beso. 

"Soy Yaax, jefe de la tribu leopardo. Soy poderoso, rápido, jamás he perdido en ningún combate y no he sido ambiguo con ninguna mujer o hermano. Todo lo que tengo es tuyo. Prometo darte mis riquezas, prestigio, poder y fuerza"

Yaax presionó su frente contra la de Astu. Realizó un juramento sencillo y poderoso, que nadie esperaba que hiciera. Era una promulgación únicamente dicha en las ceremonias de boda. Él las estaba soltando a un hermano que todavía no había aceptado estar con él. 

El corazón de Astu se conmovió. Estiró su mano y la colocó sobre la mejilla de Yaax. Inmediatamente pronunció sus votos, aceptando el pedido de su hombre.

"Soy Astu, hijo adoptivo del curandero de la tribu pantera negra. Soy valiente, inteligente, sabio y poseo habilidades médicas. No he sido ambiguo con ningún hombre antes y prometo serte fiel hasta el final de los tiempos. Todo lo que tengo es tuyo; incluidas mis riquezas, prestigio, poder y fuerza"

Yaax sonrió. Sintió una felicidad sin precedentes al escuchar la respuesta de su, ahora, pareja. 

No pudo aguantar más y cargó a Astu sobre sus hombros. Lo transportó hasta su cama, indicándole a los demás que se retiraran. La reunión se iba a posponer por tiempo indefinido.

Todos comprendieron y se retiraron tácitamente. El curandero se resistió, tratando de proteger la inocencia de su hijo, pero fue arrastrado por Ehal y conducido hasta su tienda. Podrían conversar sobre los viejos tiempos en lo que los jóvenes se "llevan bien".

Cuando Astu palpó la suave cama, su primera reacción fue de sorpresa. No esperaba que Yaax contara con bienes de tan buena calidad. Sin embargo, su aprecio duró muy poco. Recordó cómo ese hombre lo había cargado, cual saco de papas, y arrojado contra su cama frente a la mirada de su tribu y padre adoptivo. 

Astu formó sus manos en puños. 

Ya tenía suficiente. No pensaba dejarle pasar ese maldito y vergonzoso acto de nuevo. Cargándolo delante de tanta gente…¿no había aprendido ya en el último mundo?

Yaax no pareció percibir el peligro y se abalanzó sobre Astu. Besó su frente, mejillas, labios y siguió dejando sus rastros por su cuello y clavícula. Sus labios saboreaban su piel delicada y suave. 

En ese momento, Astu lo sujetó de sus cabellos y lo obligó a separarse de su pecho. Se acercó hasta su rostro y pronunció unas palabras que significaron el anuncio de una calamidad para Yaax.

"No lo haremos hasta la noche de bodas, la cual será dentro de un año"

Astu mordió las últimas palabras. Dejó en claro su enfado y reticencia a cualquier súplica de posible cambio.

El hombre quedó petrificado. Su escaso vocabulario no pudo convencer a Astu y finalmente debió aceptar su realidad. Había hecho enojar a su pareja a causa de su impaciencia y emoción. Ahora quería derramar lágrimas de sangre.

Astu sonrió satisfecho y palmeó su mejilla.

"Levántate y ve a buscar al resto. Debemos firmar la alianza y concretar los planes de mudanza. No tenemos mucho tiempo antes de que llegue el invierno"

Yaax se levantó abatido. Se apartó de ese cuerpo aromático y tentador, dispuesto a seguir sus indicaciones. Un verdadero hombre debía escuchar las palabras de su mujer, le gustaran o no. 

Antes de salir de la tienda, le robó un beso a Astu. Pegó rápidamente sus labios y se marchó, negándose a ver la cara de enfado de su bebe. 

Se encaminó hacia los aposentos de su padre para lidiar con los visitantes y resolver los puntos importantes de la alianza tribal. Se negaba a permitir que su mujer se marchara. Debía poder retenerla de manera legal, antes de que celebraran su boda. La unión entre tribus era una buena alternativa. 

Willak y Yaax conversaron un par de horas y concluyeron con los acuerdos necesarios. Se estrecharon de manos y formalizaron la alianza entre ambas tribus. 

Solo restaba que los Black Panther se mudaran a las inmediaciones de la tribu leopardo, ya que contaban con mejores espacios y zonas seguras contra las ventiscas. Era un área con abundante presencia de animales y un lago a unos pocos metros. Era perfecta para su subsistencia y hasta podía mejorar su calidad de vida considerablemente. 

El equipo pantera fue guiado hacia unas tiendas, las cuales funcionarían como sus hogares momentáneos. Cuando la tribu se asentara, contarían con sus propios asentamientos definitivos. 

Ellos no tuvieron ningún problema con el arreglo y se distribuyeron tranquilamente, desempacando su equipaje y descansando tras el largo viaje. Quien sí emitió más de un quejido, y se opuso fuertemente, fue el líder leopardo. 

Astu suspiró de impotencia al escuchar sus reclamos.

"No. Vives conmigo"

"Sabes que es imposible. No podemos compartir una tienda hasta estar formalmente casados. No causes más problemas"

"¡No! Quiero estar contigo. Eres mi mujer. Ya hemos hecho un intercambio de votos. No veo porqué no podemos estar juntos"

Astu no sabía qué palabras utilizar para convencer a su hombre. Su personalidad en este mundo era demasiado terca. Nada parecía poder hacerlo cambiar de opinión.

A este ritmo, temía que su padre adoptivo estallara de furia. Astu podía ver como trataba de contenerse ante los comentarios de Yaax. Estaba de pie, a su lado, impidiendo que se lo llevaran.

Su expresión era oscura y tensa. Astu podía apostar que, si Yaax intentaba cargarlo hacia su tienda, él podría saltar y atacarlo salvajemente a pesar de su condición de hermano.

"¡Ya es suficiente! Hijo estúpido"

El ex-patriarca agarró a Yaax por el cuello. Lo hizo retroceder, y haciendo uso de su fuerza bruta, lo arrastró de regreso hacia su tienda. Pese a las luchas de Yaax, se mantuvo firme y lo sujetó de la nuca, impidiendo que pudiera escapar.

Astu podía escuchar los lamentos y clamores de su hombre desde la distancia. Era una imagen que jamás había creído presenciar. Su hombre siempre era una figura distinguida, madura y seria. ¿Qué estaba pasando con su personalidad en este mundo? ¿Se había deteriorado ante lo primitiva que era la época?

"No lo acepto. ¡No lo acepto!"

El curandero ventiló sus frustraciones, sorprendiendo a Astu. Rápidamente lo tomó por los hombros y lo empujó hacia el interior de la tienda. Mirándolo fijamente a los ojos dejó en claro su oposición a este matrimonio.

"No me gusta ese hombre. No te acerques más a él. No permitiré esa boda"

Astu, que creyó que se había librado de un ser tan posesivo, debía batallar ahora con su enojado padrastro. Sin duda, este viaje estaba resultando más complicado de lo que había supuesto inicialmente. 

No pudo evitar suspirar. ¿Estaba mal querer un poco de paz y descanso?