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Arco 1.9

¡Riiiiing! ¡Riiiiing!

El profesor detuvo abruptamente su prédica. Con la tiza aún en su mano, observó la campana en medio de la clase que no paraba de sonar.

¿Se trataba de una emergencia o de un simulacro?, se preguntaba con inquietud. No había recibido ningún aviso previo, por parte del director.

Los estudiantes comenzaron a conversar entre ellos. Nadie entendía lo que estaba sucediendo.

Tratando de no perder la calma, el profesor atrajo la atención de sus alumnos. Les indicó que salieran del aula de manera ordenada, y se dirigieran hasta el salón de gimnasia.

Liwen contempló la escena tranquilo. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro; aunque nadie se percató de ello.

No tardó en seguir a sus compañeros, quienes se amontonaban en el pasillo. Intentaban bajar por las escaleras, para poder salir del establecimiento.

Cientos de alumnos se movilizaban por los alrededores. Toda la escuela se había visto afectada, ante el sonar de las campanas.

Estando a punto de pisar el primer escalón, Liwen fue sujetado por detrás. Su antebrazo fue sostenido por una presencia desconocida, quien inmediatamente lo apartó del grupo.

Liwen no tardó en ser rodeado por dos personas, que lo arrastraron hasta un aula apartada. Haciendo uso del caos, lo "secuestraron", e hicieron todo lo posible por evitar que pidiera ayuda.

Liwen no se resistió y simplemente permitió que lo sometieran. Podía darse una idea de a donde iban con todo esto.

Siendo sinceros, no le disgustaba, porque era justo lo que estaba buscando.

Liwen fue llevado hasta la penúltima aula del pasillo. Una vez atravesó la puerta, observó a Kalisto y a Leny esperándolo.

Su mirada se detuvo unos segundos, sobre el rostro reluciente de Kalisto. No podía ocultar su emoción.

Liwen se burló de su actitud. Dentro de poco iban a descubrir quien reía al final.

Liwen fue arrastrado hasta el centro de la habitación. Sus brazos estaban firmemente sujetos, por dos hombres a cada lado. No tenía forma de escapar.

"¿Qué sucede fenómeno? ¿Por qué esa cara tan seria? ¿Acaso no entiendes la posición en la que te encuentras?"

Kalisto estaba molesto. Había esperado una reacción diferente por parte de Liwen. Pensaba que iba a verlo suplicar o a temblar de miedo.

Liwen lo miró con serenidad.

"Patético"

Pronunció con frialdad.

En una sola palabra, resumió todos los sentimientos y pensamientos que tenía hacia este personaje. No podía resultarle más patético.

No portaba la sangre de su padre, y aún así, soñaba con sus propiedades y bienes. Se creía un verdadero Khei, hasta el punto en el que se vinculaba con el bajo mundo como si fuese un rey.

"Simplemente patético"

Volvió a decir.

Kalisto frunció las cejas. Avanzó hasta Liwen y sujetó sus cabellos bruscamente. Jaló su cabeza hacia atrás y lo obligó a mirarlo con atención.

"Si que tienes agallas, fenómeno. Descuida. Dentro de poco veremos quien es el patético"

Kalisto soltó su agarre. Hizo a un lado la cabeza de Liwen, antes de regresar a su posición original. Tomó asiento sobre un banco de madera y observó con atención lo que estaba por ocurrir.

Con una sádica sonrisa en su rostro, le indicó a sus secuaces que iniciaran. Iba a ser testigo de la tortura de Liwen.

Un hombre sacó un martillo, mientras que otro acomodaba el cuerpo de Liwen. Colocaron su mano contra el suelo, alisando sus dedos y preparándolos para ser destrozados.

Lo que ninguno descubrió, es que una niebla de color grisácea, estaba envolviendo sus cuerpos. Subía por sus espaldas y cubría sus ojos.

"Hazlo"

Indicó Kalisto, sintiendo como los latidos de su corazón aumentaban su intensidad.

Viendo como el martillo descendía lentamente, la respiración de Kalisto se detuvo. Disfrutó del momento, como si se tratase de un episodio divertido y feliz.

Liwen parpadeó con calma. Sonrió brillantemente, antes de que el martillo impactara contra su mano.

¡PAM!

El martillo cayó. Se escuchó claramente el sonido de huesos siendo destrozados y un fuerte grito cargado de dolor, temor e incredulidad.

Kalisto abrió los ojos ampliamente. Sus pupilas estaban rojas. Observaba con desconcierto, todo lo que había sucedido.

El martillo volvió a caer y los dedos se partieron aún más. Eran prácticamente irreconocibles.

El grito se hizo más profundo. Las súplicas no tardaron en aparecer; aunque nadie parecía interesado en prestarle atención.

Kalisto contempló el rostro de Liwen, quien ahora no podía parar de reír.

"Dije que… sería el último en reír"

Aseguró, dando media vuelta y dejando caer un pequeño envoltorio al suelo.

Sin que nadie se percatara, abandonó la habitación.

Su cuerpo estaba intacto. El martillo no lo había dañado. Desde el inicio, quien estaba destinado a sufrir no era él, sino Kalisto.

Había utilizado la poca energía que le quedaba, para hipnotizar a esos idiotas. Cuando el efecto acabara…iban a ser testigos del horror.

Liwen cerró la puerta detrás de él. Todavía podía escuchar los gritos desesperados de Kalisto y el incesante golpeteo del martillo.

Caminó por el pasillo, ahora vacío. Todos los estudiantes habían sido evacuados y estaban reunidos en el gimnasio. Liwen debía darse prisa y reunirse con ellos también. No quería verse involucrado en el enrollo de Kalisto y su banda.

Liwen llegó hasta las escaleras y sujetó la barandilla. Bajó el primer escalón, luego el segundo. Estando apunto de pisar el tercero, sintió que su cuerpo perdía fuerzas.

Su alrededor se distorsionó y un fuerte dolor de cabeza lo hizo estremecer. Presionó sus dientes, en un intento por distraerse de ese terrible malestar que lo había invadido de un momento a otro.

Cubrió su cabeza entre sus brazos, como si esa postura pudiera protegerlo del sufrimiento que lo atormentaba.

Su cuerpo se tambaleó hacia adelante. Perdió el equilibrio sin siquiera notarlo.

"¡Humano!"

Gritó Lumie en la mente de Liwen. Esto sólo acrecentó el dolor que estaba sintiendo.

Afortunadamente, pudo rescatar un poco de cordura y aferrarse sobre la barandilla. Evitó que su cuerpo cayera sobre las escaleras.

Se sentó en un escalón, sintiendo como todo a su alrededor se tornaba oscuro. Sentía como si estuviese regresando al mundo de terror, donde no se podía ver nada salvo oscuridad.

Miedo.

Un intenso temor se apoderó de su corazón. No quería regresar a ese mundo. No creía poder sobrevivir en esa historia otra vez.

Buscó su teléfono celular. Con manos temblorosas, lo sacó del bolsillo de su pantalón.

Tratando de enfocar la visión, ubicó la tecla "SOS". Sin dudarlo la presionó, rogando porque su hombre pudiera verla. Lo necesitaba. Quería verlo cuanto antes.

El brazo de Liwen se entumeció. Todo su cuerpo se sentía pesado y ajeno. Perdió sus fuerzas, provocando que el teléfono se deslizara de entre sus dedos, y cayera bruscamente al suelo.

Liwen apoyó su cabeza contra la pared. Sus párpados fueron cerrándose poco a poco. Estaba perdiendo el conocimiento.

"Humano. ¡Humano!"

Lumie no paraba de llamarlo.

Desgraciadamente, Liwen no tenía las fuerzas suficientes como para contestarle. Se desmayó sobre la escaleras, desconociendo que iba a depararle, una vez se despertara.

—-------

La respiración de Li´An era desordenada. Los latidos irregulares de su corazón, delataban la angustia y desesperación que estaba sintiendo.

Su bebé le había enviado un mensaje pidiendo ayuda.

Nadie podía entender lo aterrado que se había sentido al verlo. Eran tres simples letras, que juntas, lo habían espantado como nunca antes.

Corriendo entre los pasillos desolados de la escuela, Li´An no dejaba de mirar su teléfono. Más concretamente, el GPS que le estaba indicando dónde se encontraba Liwen.

Si en algo había sido previsorio, era en instalar un localizador a tiempo real en el celular de Liwen. Creyó que nunca iba a tener que utilizarlo. Por desgracia, se equivocó.

Cuando Li´An dobló en una esquina, contempló las escaleras que llevaban hasta el tercer piso.

Su corazón se detuvo, cuando observó a la persona que estaba tendida sobre los escalones.

"¡Liwen!"

Rápidamente se acercó hasta Liwen. Palpó su delicada mejilla, la cuál ardía de fiebre. ¿Qué le había sucedido a su bebé?, se preguntaba desesperado.

"¡Jefe!"

Los guardaespaldas de Li´An se acercaron. Inmediatamente Li´An les indicó que se comunicaran con el hospital, para que pudieran recibirlos de urgencia.

Cargó el cuerpo de Liwen. Entre sus brazos, abrazó íntimamente al joven, quien ahora parecía un muñeco. No reaccionaba, no importaba cuanto lo sacudiera o llamara. Estaba completamente ido.

Li´An bajó las escaleras con cuidado, y a paso firme, avanzó hasta su vehículo. Planeaba llevar a Liwen al hospital más cercano. Su situación no era normal.

Los guardaespaldas le abrieron paso. Se pusieron en contacto con un centro de salud y acomodaron el tránsito por la zona, para no perder tiempo. Hicieron uso de todos los contactos y privilegios posibles.

Cuando Li´An arribó al hospital, una camilla con enfermeras y máquinas especiales, lo estaba esperando. Le indicaron que recostara a Liwen y les permitiera revisarlo.

El médico tomó el pulso de Liwen, revisó sus ojos y midió su temperatura. Su rostro se puso serio, cuando contempló el número que marcaba el termómetro. 49° eran bastante alto. Debían bajarle la fiebre cuanto antes.

Lo trasladaron hasta la sala de urgencias y le colocaron una serie de inyecciones.

Li´An quedó del otro lado de la habitación. Observó, desde la ventana, como Liwen era rodeado por médicos, y cientos de aparatos se colocaban en su cuerpo.

Sus manos sudaban. Estaba aterrado. ¿Lo iba a perder?, se preguntaba con desesperación.

"Jefe"

Un guardaespaldas se acercó hasta Li´An. Tenía información importante que notificarle.

"Descubrimos que alguien activó la alarma de la academia. Se trató de una simple distracción, para evacuar las aulas"

Los ojos de Li´An se llenaron de odio. La condición de Liwen, de seguro, estaba relacionado con ese incidente. ¿Cómo iba a explicarlo sino?

"Averigua quien provocó todo esto"

Li´An volteó a ver al guardaespaldas. Su mirada le puso la piel de gallina. Pese a ser un guardaespaldas entrenado, y con muchos años de experiencia, no pudo evitar que su corazón se helara, ante los ojos sedientos de sangre de Li´An.

"Quiero esa información ahora"

Pronunció con odio, antes de regresar su atención hacia Liwen. Deseaba que el médico le explicara que estaba sucediendo con su bebé. Se negaba a perderlo. Era poco el tiempo que habían pasado juntos, como para dejarlo ir.

—-------

Mientras Liwen yacía en la sala de urgencias, Kalisto estaba siendo transportado por una ambulancia. Sus gritos no se habían detenido en ningún momento, provocando que su garganta estuviera roja e inflamada.

La enfermera que lo acompañaba, le aplicó un sedante para tratar de contenerlo. Con cuidado, sujetó sus brazos, evitando tocar sus manos completamente destrozadas.

Sus dedos habían perdido la forma original, asemejándose a las garras de un monstruo. Daba impresión, el simple hecho de mirarlas.

"Ahhhhhh"

Kalisto aulló con histeria. El dolor lo estaba carcomiendo. Aunque más que dolor, su corazón estaba siendo atormentado por rabia y miedo. No sabía cómo lo había hecho, pero no tenía la menor duda de que Liwen era el responsable.

El estado de sus manos, su dolor y vergüenza, eran todo culpa de Liwen.

Liwen…

Kalisto masticó esa palabra, como si se tratase de la persona misma. Deseaba que sus dientes estuvieran triturando su cuerpo y convirtiéndolo en una bola de carne muerta.

La ambulancia se detuvo en las puertas del hospital. Kalisto fue trasladado entre los largos y blancos pasillos, rumbo a la sala de operaciones. Sus manos debían ser reconstruidas cuanto antes.

Las puertas del quirófano se cerraron, al mismo tiempo que una mujer llegaba a recepción con la respiración entrecortada.

Con una ansiedad, claramente visible en sus ojos, le preguntó a la recepcionista por Kalisto Khei. Se trataba de la madrastra de Liwen, quien había acudido una vez escuchó lo que había pasado a su hijo.

Junto a ella, se detuvo un hombre alto y delgado. Portaba un traje que denotaba riqueza y poder.

"Kalisto Khei ha sido enviado a la sala de operaciones. Los médicos están haciendo todo lo posible por salvar sus manos"

"¿Salvar? ¿Cómo que salvar? ¿Qué estás diciendo? ¿Qué le pasó a mi hijo?"

El hombre sujetó los hombros de la mujer.

"Cristy, cálmate"

Le concedió una mirada firme, antes de regresar su atención hacia la recepcionista.

"¿Cuándo terminara la operación?"

"Depende de los daños que tenga. Eso no se puede calcular al cien por cien, pero es probable que dure entre 7 y 9 horas. La condición del paciente era grave"

El hombre asintió, y llevó a la mujer hasta la sala de espera. La sentó sobre una silla de plástico negra y lisa.

"Jeff, ¿qué está sucediendo? ¿Qué le pasó a nuestro hijo?"

"Descuida Cristy, él estará bien"

La mujer se arrojó sobre los brazos del hombre. Entre sollozos le reclamó por Justicia.

"Debes averiguar quien es el responsable de todo esto y hacer que pague"

"Así lo haré Cristy. Nadie puede meterse con la familia Khei y quedar impune"

Todos, y cada uno de los personajes, estaban intentando encontrar al responsable de lastimar a su ser querido. Sin embargo, de todos ellos, solo uno iba a quedar bien parado. Quedaba por descubrir quién sería el perdedor y el vencedor de esta contienda. ¿Sería Liwen o Kalisto?