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Arco 1 - Eres la música de mi mundo

Dolor. Fue lo primero que alcanzó a percibir He´An, apenas abrió los ojos. Las imágenes a su alrededor estaban borrosas y no podía escuchar ni un claro sonido. Era como si lo hubiesen privado de su capacidad auditiva.

"Te lo mereces fenómeno"

"Ahora lo pensarás dos veces antes de molestar ¿verdad?"

Una patada impactó contra el estómago de He´An. Lo hizo contraer del dolor, hasta el punto en que le costaba respirar. Sentía como si sus entrañas estuvieran siendo estrujadas.

¡Riiiiiiing! ¡Riiiiiiiing!

Una campana resonó por los alrededores. Los jóvenes que rodeaban su cuerpo, se detuvieron por unos segundos. Sus piernas dejaron de atacar a la delicada y pequeña persona tendida en el suelo.

"Es tarde, tenemos que irnos o la profesora nos hará quedarnos tiempo extra"

"Si, vámonos o llegaremos tarde"

"¿Y qué hacemos con él?"

Un par de ojos burlones se posaron en He´An. Una risa macabra, cubrió el rostro de un estudiante. El joven llevaba un uniforme blanco, con detalles en rojo.

La insignia de un violín, con toques dorados y estrellas adornando a su alrededor, yacían pegados en el pecho del joven. Academia Laussir, detallaban las siglas bordadas.

"Dejémoslo así. Nuestro trabajo ya está cumplido, después de todo"

Los cuatro jóvenes llegaron a un rápido acuerdo. Sin concederle miradas extras, abandonaron a He´An, corriendo en dirección a la salida.

"Oye humano, ¿estas bien?"

Indagó el sistema sin mucha preocupación. Sus palabras eran una simple cortesía, que los años de ser sistema le habían inculcado.

"¿Qué fue eso? ¿Qué está pasando?"

"Estamos en otro mundo. El primero que experimentarás. Elegí uno relativamente complicado para ti, como cortesía"

He´An intentó ponerse de pie. Sus extremidades se sentían pesadas y todo su cuerpo latía de dolor. Incluso las comisuras de su boca no podían levantarse demasiado, ya que los cortes en su labio le provocaban escozor.

"Explica, sistema"

"Ya no soy un sistema. Me desvinculaste de mi creador, por lo que tu expresión es incorrecta. Llámame Lumie"

"Pinky…respuestas. Dime donde estoy y cómo funciona esto"

El sistema….¿o debería llamarlo Lumie?, apareció delante de He´An. Su cuerpo se posó contra la tierra, levantando una leve capa de polvo.

"Ahora eres un anfitrión, aunque no del todo. Anteriormente, los host estaban obligados a cumplir ciertas misiones, y de esa forma, el creador les entregaba parte de su poder. Pero en nuestro caso, eso ya no es válido"

He´An logró sentarse sobre la tierra. Sus ojos vislumbraron un entorno desolado y sucio. Parecía estar en una cancha de baseball mal cuidada, ya que la hierba crecía por los alrededores.

"¿Entonces?"

"Los viajes entre mundos necesitarán de poder; poder que no podemos obtener por los medios convencionales, obviamente. Es por ello que tendremos que robarlos"

He´An sonrió. Su labio cortado, atisbó una leve sonrisa.

"¿A quien tenemos que matar?"

Lumie suspiró. Su anfitrión había abandonado el mundo del terror, pero el mundo de terror no lo había abandonado a él. Seguía siendo igual de tétrico que siempre.

"Al personaje principal. Tienes que bajarlo de su pedestal, hasta el punto que desee estar muerto"

"Simple. Ahora explícame de qué va este mundo y quien se supone que es el personaje que ocupo"

—--

Asteroid 194. Ese era el nombre del planeta que habitaba el cuerpo de He´An. Aunque más que planeta, debería recibir el nombre de nave espacial.

Trillones de años atrás, el descuido de la humanidad, tuvo consecuencias catastróficas. La Tierra dejó de existir como tal, debido a que la contaminación impedía que la luz solar pudiera penetrar en la atmósfera.

Animales, plantas y hasta la vida humana, tenían dificultades para subsistir en un mundo prácticamente a oscuras. Las nubes, cargadas de gases tóxicos, cubrían constantemente el cielo, representando un peligro para los seres vivos.

Finalmente, el planeta murió.

Fue gracias a la unión de un grupo de científicos, que se logró desarrollar una enorme nave espacial, con la capacidad más que suficiente como para albergar a la mitad de la población mundial.

Asteroid 194. Así llamaron a su invento, el cual tenía el tamaño de un continente.

De ahí en más, la humanidad se embarcó en un laborioso e interminable viaje, en busca de un nuevo planeta al que pudieran llamar hogar. Por desgracia, ir a la deriva no resultó para nada bien.

Mientras los científicos enfocaban sus mentes en hallar un entorno habitable, los humanos, que pasaban monótonamente sus días, comenzaron a enfermar. La desesperación, ansiedad, angustia e incertidumbre, provocaron la aparición de distintas enfermedades mentales, las cuales no hicieron más que consumir sus esperanzas.

A los altos mandos eso no les importó. No prestaron atención a este fenómeno, hasta que se produjo "la noche del fin".

Ocurrió un suicidio colectivo que acabó con la vida del 25% de la población. La situación era crítica.

Especialistas probaron de todo, pero nada parecía levantar el corazón caído de los seres humanos. Eso fue hasta que un violinista se percató de que su música portaba un extraño poder; poder capaz de sanar el corazón y la mente de las personas.

Los directivos de Asteroid 194, vieron la luz al final del túnel. Comenzaron a explorar, y a explotar, las diferentes vertientes del arte. Le dieron prioridad a los músicos, pintores, escritores, y todo aquel que fuera capaz de expresarse creativamente.

Para que les fuera más fácil expandir sus conocimientos, crearon la academia más grande de la nave espacial: Laussir.

Así la humanidad centró su mirada en el estudio de las artes, principalmente en el aprendizaje de instrumentos musicales. Por desgracia, no muchos eran capaces de "sanar" como aquel gran violinista.

Se descubrió que una desconocida fuerza crecía en el interior de algunas personas. Se podía manifestar mediante el uso de herramientas, como lo son un instrumento musical.

Era el sonido que producían aquellas personas, lo que verdaderamente podía calmar el corazón de los oyentes. Aunque eso no quitó el deseo de los habitantes por aprender.

Lo mismo que sucedió con el personaje que portaba He´An. Su nombre era Liwen, y había nacido en una familia bastante acomodada. Sus padres eran dueños de un próspero negocio, el cual se encargaba de confeccionar instrumentos musicales.

Millones de monedas se acumulaban en sus bolsillos. Prestigio, fama y admiración, era lo que cubría el apellido "Khei".

En base a esta descripción, uno podría pensar que Liwen tenía todo servicio. Era un ganador garantizado.

Desgraciadamente, esto no fue así, ya que nació con una discapacidad física que le arrebató lo que todo habitante de Asteroid 194 amaba con locura: la posibilidad de escuchar música.

Su madre trató de inculcarle la música como pudo. Le enseñó a admirar las vibraciones que producían los instrumentos, como tambores y guitarras, transmitiéndole ese mismo amor que sentía por las sinfonías.

Liwen creció aprendiendo a tocar el piano, pese a las complicaciones que esto suponía. Era un excelente pianista, por el que muchos podrían haber sentido admiración, si tan solo su futuro no hubiese terminado tan pronto.

La muerte de su madre lo arrojó a un precipicio. Su padre, ni siquiera esperó a enterrar las cenizas de esa mujer, con la que había construido todo un imperio, antes de traer a su amante y su hijastro.

La pesadilla de Liwen inició desde entonces. Fue arrastrado a una esquina, repudiado, regañado y atormentado. Aún así, Liwen se mantuvo firme en seguir aprendiendo y tocando música. Cosa que molestó inmensamente a su hermanastro Kalisto, el personaje principal de esta historia.

Kalisto envidiaba el talento y el linaje de Liwen. Desde el primer momento en que lo vio, tenía en claro que debía destruirlo. Solo uno podía portar el apellido Khei y hacerse con toda su fortuna y prestigio.

Así aprovechó la ausencia de su padre, quien estaba en un viaje de negocios, para impedir que Liwen participara de una importante audición. Contrató a unos matones que lo golpearon y lo hicieron llegar tarde.

Así perdió su oportunidad de brillar y obtuvo el regaño de su padre. Pero eso no satisfizo a Kalisto y fue mucho más allá.

No paró hasta destrozarle las manos y convertirlo en un verdadero desperdicio. Una basura insignificante que, finalmente, terminó siendo utilizada como un peón para cerrar un trato comercial.

Su padre lo obligó a casarse con un viejo gordo, malhumorado y sádico, que lo torturó hasta que optó por suicidarse y despedirse de este patético mundo. Junto a su cadáver encontraron una partitura, la cual fue su último trabajo antes de morir. Trabajo que terminó siendo utilizado por Kalisto, para subir a la cima y ser un pianista mundialmente famoso.

—-

Una vez procesó los datos enviados, He´An abrió los ojos. Enfocó su atención en el sentido de la audición.

Para su sorpresa, era tal y como se describía en ese guion. No podía escuchar absolutamente nada.

Era similar a estar en un foso profundo y solitario. No podía percibirse a su alrededor.

"¿A qué hora es la audición?"

Lumie rebotó, en dirección a Liwen. Su delicado cuerpo se recostó sobre las piernas magulladas y sucias de Liwen.

(N/A: A partir de ahora, He´An será conocido como Liwen)

"En unos 10 minutos, pero estás bastante lejos. Esos matones si que te arrastraron por la academia. Te dejaron tirado en la zona más apartada del predio"

"¿Dónde es la audición? ¿En la academia?"

Liwen reunió las pocas fuerzas que le quedaban a su flacucho cuerpo. Parecía que el personaje original no se alimentaba lo suficiente, ya que sus brazos y piernas lucían bastante delgados. Ese detalle, de seguro, era obra de su madrastra y Kalisto.

"Es en el edificio Mi. Está como a unos 3 kilómetros de aquí"

Liwen respiró profundo. Su pecho se hinchó, provocando que sus costillas cosquillearan de dolor. Lo habían golpeado duramente.

"Como sistema, ¿no tienes nada que ayude a quitar el dolor? No tengo tiempo que perder"

Lumie comenzó a flotar. Su cuerpo regordete y rosado se posicionó delante de Liwen. Ese par de ojos azules, miró detenidamente el nuevo rostro de su, ahora, anfitrión.

"Nop. Al separarme del creador, perdí todos los beneficios que podía tener. Hasta que no reunamos un poco de poder, no podré darte ningún tipo de asistencia. Estás solo"

Liwen sacudió su ropa. El polvillo, que teñía su remera y pantalón, comenzó a flotar a su alrededor. No solo estaba herido, sino además sucio. Presentarse a la audición, en estas condiciones, era una locura.

Los mayores exponentes de la música eran, precisamente, los jurados a impresionar. Las diez personas seleccionadas, podrían presentarse en el festival de fin de año de Asteroid 194. Se convertirían en músicos de renombre a nivel mundial, ya que compartirían el mismo escenario en el que tocó por primera vez el gran violinista.

Era el sueño de Liwen. Por años había añorado pararse en el centro de ese escenario. Incluso había compuesto la canción ideal para tocar.

Liwen sonrió. Él iba a cumplir el deseo del personaje. Lo haría brillar en el mundo de la música y le demostraría a los habitantes de esta nave espacial, que nada es un impedimento para apreciar el arte.