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Magnifique

Entre el cosmos y un individuo, su destino en un ciclo de ignorancia, acciones qué comprometen el multiverso y un dios renegado.

Bryan_Yela · Fantasy
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32 Chs

Un recibimiento sombrío.

Movimientos ajetreados se daban sobre el lugar que descansaba, provocaron dolor en mi espalda, esto solo logro despertarme de mi apacible sueño, para abrir mis ojos y ver un cielo nublado, triste, lleno de tonos grises, no se parecía en nada al claro y azulado cielo del pueblo élfico.

Las copas de los árboles se extienden en gran medida en sus coronas, ocultando la mayor parte de este cielo tan lúgubre, donde solo se pueden ver aves negras volando de un lado a otro, acompañado de graznidos roncos de ambiente, no inspiraban confianza, y yo, simplemente acostado viéndolos fijamente, el movimiento me permite ver la luz tan opaca atravesando los espacios entre las hojas.

Entre ramas secas que se mezclan aun con la niebla, ojos rojos me ven, cuervos negros, unos más grandes que otros, de pie, sosteniéndose con sus pequeñas garras en los tótems armados de huesos, colgados de las ramas, moviéndose grácilmente con el viento, produciendo su escalofriante sonido.

En eso reacciono, yo estuve hasta hace un momento en ese bosque, pero ahora estoy dentro de una carreta, al menos mis cosas aún están aquí, pero el como termine escapando de aquel lugar, no tengo idea alguna.

Entre algunos saltos me levanto, logro sentarme y ver el paisaje sombrío que va dejando atrás con su paso la vieja carreta de madera, al parecer la niebla no afecta al conductor, solo guiándose por el camino de piedras lo ha logrado.

Llevando a su cuesta cadenas, aseguradas a un enorme clavo, rojo como la sangre, tirando de tal objeto como si no pesara, esto debió ser lo que escuche antes de caer rendido.

Con un simple giro, veo al conductor, un humano al parecer, con harapos por ropa y una vieja corona oxidada sobre su cabeza, parece extraño, su cabello mal logrado por la suciedad, y sus ropas no tienen relación con la corona, pero siento que debería hablar.

- ¿Quién es? - solo eso pude decir, porque al darme cuenta, el gato apareció en su hombro, mirándome fijamente, como si me pidiera silencio, que no interrumpa.

Procedía a mirar fijamente al gato, quien solo miraba el perfil del conductor, sin hacer algún ruido, pero se emanaba un ambiente intenso.

Con el pasar de los minutos a bordo, la niebla menguaba su espesura entre más avanzáramos en el camino, ahora, los tótems eran reemplazados poco a poco por esqueletos, adornando los árboles que parecían estar marchitos, de esa forma, nos daban la bienvenida entre pequeñas chozas colapsadas sobre si mismas, campos destruidos y todo rastro humano que alguna vez estuvo en este lugar, siendo aplastado por la naturaleza.

Este era mi primer contacto con algo diferente a los elfos, y estaban muertos, debió pasar mucho tiempo desde que tuvo vida este lugar.

En la distancia se apreciaban murallas, al parecer la carreta planea entrar, por lo que veo, este lugar es más seguro que el bosque, pero, aun así, recuerdo que debía tomar un camino, pero el gato me esta guiando hasta aquí, por eso supongo que quizá se cambió de planes.

Ahora estoy definitivamente fuera del bosque.

El espacio que recorrimos entre el pueblo abandonado y la lejana muralla solo consiste en un páramo desprovisto de toda vida, o eso es lo que creía, vi por mis propios ojos, el como caminaban esqueletos, como si fueran personas vivas, en tranquilidad, continuando con sus labores.

Pasaba por inquietantes momentos, cada vez que veía sus ojos huecos, sentía sus miradas vacías, pero después de algunos minutos de viaje, todos los esqueletos se detuvieron, posándose erguidos, nos seguían con la mirada, fríamente como estatuas, parecían analizarnos.

La carreta avanzaba, pero las piedras provocaban pequeños saltos, esto como consecuencia producían ruidos, y con cada golpe los esqueletos se acercaban de a poco. Cada vez que parpadeaba, parecían estar mas cerca, no tuve más opción que tomar mi arco, que estaba en el equipaje y prepararme para un ataque inminente.

El traqueteo de los esqueletos se comienza a notar, cada vez más cerca, tomando un orden como en una procesión, filas se forman en ambos costados, y un sequito a espaldas de la carreta, comienza su marcha.

El crujir del paramo con cada paso es inquietante, pero no más que el ver esqueletos comportarse como soldados y apreciar sus mandíbulas abrirse y cerrarse.

-Están cantando, están cantando. - Solo eso pude soltar, creí que nos atacarían, pero en su lugar nos dan un recibimiento algo tétrico.

Ahora solo los escucho, pero eso no es motivo para soltar mi arco, además, el gato y el conductor siguen en su extraña conversación.

..

Entre pobres, un gran rey nacía

Y a su pueblo liberaría, del yugo del ilegitimo.

Prospero una vez, pero la avaricia lo llamo

Entre sombras aquel reino sucumbía.

Desgracia, tragedias, dolor

Los débiles pagaron, y un héroe clamaron.

La virgen en sacrificio se pedía

Escapando de su destino, un milagro portaría

Pero un dragón un trato oferto

Una vida a cambio de libertad.

Milagros dejaron, y una tierra murió

Pero ahora solo una sombra queda

En nuestra amada.

Isagoge, Mi Lord, por Eolia en su gloria.

..

La canción ha terminado, y el cielo, ya gris, ahora ruge avisando que nos acercamos a las murallas, y los esqueletos se van quedando atrás, pero aun nos miran con sus cuencas vacías, se logra percibir cierta tristeza proveniente de ellos.

Ahora, apenas los veo en el horizonte, pero aún están allí, esperando descansar, y el paisaje siendo ocupado por rocas, ladrillos, columnas, muros, ruinas de lo que una vez fue una prominente ciudad.

Los antiguos arrabales dan una sombría vista nada más llegar, algunos rastros de civilización aun perduran, las casas de roca aun presentes frente al tiempo, sus partes fraccionadas que cesaron sobre si mismas, ahora solo escombros y campos sin arar.

Se repitió por unos momentos, señalando que alguna vez fue una ciudad prospera, que merecía ser llamada la ciudadela del dragón, esto lo supe por su emblema a lo largo del camino, un dragón sobre una cruz dorada, supongo era su fe.

Un rasgo del pasado, aun perseverante frente al tiempo, mostrándose imponente tallado en madera semejante a una roca, colgando en lo alto de la entrada junto a sus estandartes raídos, clamando imponentemente dignidad, o la menos, así fue una vez al parecer.

Her, grabado a pulso sobre adornada madera, perduro un largo tiempo, pero eso solo es un vestigio del pasado, ahora las imponentes puertas perduran abiertas, el pesado acero que las componía, marcado por rastros de fuego y sangre, siendo oscurecido por cenizas nos recibe abiertamente.

Mientras avanzábamos a través de los barrios comerciales que daban la bienvenida, aun conservaban cierto encanto, aun se veían siluetas de personas, o al menos, eso parecía, viéndolos más de cerca, pude fijarme, eran ceniza, habían sido pulverizados, pero aun mantenían su forma, la silueta, ese momento en el que murieron aun congelado en el tiempo.

Este paisaje se repitió constantemente, en varias posiciones, pero entre más nos acercábamos a la plaza, se podía apreciar la desesperación, al parecer algunos recibieron la muerte en la ignorancia de los sucesos.

Una vez en la plaza, nos detuvimos abruptamente, con un gesto, se me indico bajarme, allí estaba el gato sobre la fuente en medio de la plaza, observándome, en eso con un giro veo el rostro del conductor, un esqueleto con llamas azules en sus ojos.

Entre una risa escalofriante se despidió y avanzo, solo para que de el brotase un humo espeso que procedió a tragárselo entero y desaparecer sin dejar rastro.

El gato me ve fijamente, y comienza su parloteo, -Evita perder el conocimiento durante las batallas, tuve que gastar una moneda para traerte vivo. -, ahora, continua a donde te lleve esa maldita espada.

Después de eso, como siempre, simplemente desaparece entre una niebla, lo cual odio que haga.

Mientras camino por la ciudad, me di cuenta de algo, se cosas que nunca he visto, nunca he intentado o al menos nadie me ha enseñado, perdido en mis pensamientos, Penumbra reacciona, y con un tenue destello emergente de su pomo, me marcaba el camino, apuntando hacia el imponente castillo con vista al mar.