—¡Oh! Eso... tengo una fuerte alergia a los tontos, su majestad. No puedo soportarlos sin importar el puesto que ocupen —asentí, pero ella no tenía idea de mis próximas palabras.
—Así que le sugeriría que no sea uno, o me veré obligada a insultarla también —añadí y ella parpadeó.
—Estás olvidando tu posición, Duquesa —respondió fríamente y yo asentí.
—Me alegra saber que aún recuerda su posición, su majestad. Pero preferiría que también se lo recordara a los demás, quién es usted —repliqué mirando al caballero que estaba allí parado como un tonto. Ni siquiera se movió para ayudar a su compañero caballero. Odio ese tipo de personas más que a nada.
—Todos los caballeros tratan su autoridad como una broma y ¡ahí estaba ella recordándome quién era! ¿Por qué sentía que estaba tratando con otro bebé que necesitaba ser sostenido cuando aprendió a caminar desde gatear? Solo este pensamiento me creó otro dolor de cabeza.
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