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Encuentro

Lentamente la conciencia fue regresando al joven quien sentía un frio viento acariciarlo, que lo fue despertando. Los recuerdos de las últimas horas vivídas lo atormentaron al punto de empezar a quejarse aún en sueños.

— No...no me encierren...¿por qué me hacen....esto?....No....

Volvía a sentir los ladridos de los perros pero ahora se fundían con los aullidos de los lobos, su respiración se entrecortaba faltándole el aire.

En su mente vió al alcalde Dan reír como loco y transformarse súbditamente en un lobo que lo perseguía por el bosque dándole zarpasos en su afán por atraparlo mientras le decía:

— Nos ocupamos de ese monstruo.

Boris despertó gritando mientras se incorporaba respirando entrecortado, y bañado en sudor. Pero vió a su alrededor y supo que estaba en una habitación, sobre una cama blanda, todo estaba oscuro pero podía ver la luz de la luna filtrarse por la ventana.

Lo que había padecido aún seguía golpeándolo con fuerza en su pecho. Lloraba sin lograr contenerse pero súbditamente sintió un movimiento más allá de la cama, en plena oscuridad. Dejó de llorar y su mente volvió al presente y a su realidad.

Lo último que recordaba era haber entrado al jardín del castillo y cerrar la puerta reja, luego desmayarse. ¿Cómo fue que llegó ahí?

Gracias a la luz de las velas que rodeaban la cama vió que tenía otra ropa y sus heridas estaban vendadas. Seguramente el dueño del castillo lo llevó allí y lo curó.

El ruido volvió a oírse y en esta ocasión fue seguido de unas pisadas. Boris empezó a temblar cerró los ojos intentando serenarse. Sus heridas no le dolían y por lo visto estaban cicatrizando.

—Veo que estás mejor — una voz de hombre resonó en toda la habitación —Me alegro por tí.

—¿Q-Quién eres?

— El que habita en este castillo.

La voz venía de diversos ángulos lo que le hacía pensar a Boris que su interlocutor caminaba por toda la habitación. El timbre de la voz del habitante del castillo era firme.

A Boris lo incomodaba saberse expuesto a él y sin embargo no poder verlo también.

—¿Cómo te llamas? - le preguntó el hombre.

— Boris.

—¿A qué viniste aquí Boris?

Boris suspiró profundamente angustiado ya que esa era una pregunta dolorosa y complicada.

Cómo decirle a un extraño que fue accidental su llegada ya que nunca antes había sabido que existía ese castillo y al escapar de la ciudad solo pensaba en huir de Dan, el reformatorio y todos los habitantes a excepción de su padre adoptivo Sasha.

Como no respondía le dijo:

— Veo que no estás dispuesto a hablar, en ese caso tendrás que regresar por donde viniste

—¡No! ¡Por favor no! —Boris empezó a temblar y se abrazó a sí mismo mientras lloraba otra vez. — No quiero volver ahí....no....ellos me....me....me encerrarán en un reformatorio....y yo no hice nada....por favor....no lo hagas....

— En ese caso dime ¿qué sucede? ¿Los que te persiguen saben de este lugar?

— No, nada que ver. Yo solo salí de la ciudad escapando de ellos y sin mirar atrás corrí. Así llegué aquí. Pero nadie sabe nada ya que hay una especie de muro invisible que rodea este sitio. No sé cómo explicarlo pero me ayudó para estar fuera del alcance de ellos.

— ¿Quiénes son ellos?

— El alcalde de la ciudad y todos los habitantes pero....no quiero hablar de eso...por favor...

— Bien no te preguntaré más entonces.

— Gracias.

—Dime ¿tienes hambre?

— ¡Si!

Inmediatamente enrojeció de la vergüenza despertando en el anfitrión una carcajada.

Al cabo de unos momentos vió que de las sombras aparecía una bandeja con alimentos cuyos deliciosos aromas le hicieron rugir las tripas.

Boris devoró todo en un momento.

— Deberías comer más despacio Boruto o te atragantarás.

Al cabo de unos momentos el anfitrión tomó la bandeja pero siguió hablandole por lo que no lo dejó solo. Cuando Boris quiso levantarse de la cama las velas se apagaron quedando todo a oscuras.

Repentinamente el jóven sintió que un par de manos lo sujeraban obligandolo a acostarse impidiéndole salir de la cama.

—¿Qué haces? — quiso saber Boris — ¿Por qué no me dejas salir de la cama?

— Aún es pronto para que lo hagas, mejor quedate ahi.

-¿Por qué?¿Hasta cuándo?

— No te conozco lo suficiente aún.

Boris empezaba a respirar entrecortado ya que sentía que lo agarraba con fuerza. ¿Dónde estaba? ¿En manos de quién? Su corazón latía con fuerza pero sintió cómo una de las manos acariciaba su cabello con suavidad.

Cerró los ojos intentando no llorar.

— Por favor....no me hagas daño....no voy a hacer nada....por favor....

Boris sintió que el extraño le cambiaba los vendajes en la oscuridad, esto lo asombró ya que comprobaba que podía ver en la oscuridad.

Las velas se volvieron a encender pero el jóven solo pudo ver una mano de su anfitrión. Una mano blanca y pálida que inmediatamente se sumergió en la oscuridad.

— Nunca te haría daño Boris, si no te permití que salgas de la cama fue porque tenía que cambiarte los vendajes y porque....temo que....

— ¿Qué? ¿Qué temes?

— Que seas tú quien me haga daño a mí.

—¿Cómo?

Boris estaba más que sorprendido al oír esto pero el extraño prosiguió con voz firme.

— He conocido el mundo exterior y sé que son violentos y crueles. No quiero que me lastimen más por eso acepté encerrarme aquí.

— En eso estamos de acuerdo y te aseguro que yo no voy a dañarte. Dime ¿cómo te llamas? Quiero verte.

El anfitrión sujetó un candelabro y mientras se lo acercó a la cara dijo:

— Nahuel, mi nombre es Nahuel.

Boris contempló al ser más hermoso que jamás hubo visto. Un hombre de aproximadamente 30 años de edad, rubios y sedosos cabellos, ojos celestes cuya mirada lo traspasaba penetrandolo hasta ver su alma misma. Blanca piel de porcelana. Vestía por lo poco que podía ver una camisa naranja.

Boris quedó entrampado en su mirada conteniendo el aliento. Al cabo de unos momentos Nahuel quiso envolverse en la oscuridad nuevamente pero Boris dijo:

— No, por favor no. No lo hagas no te vayas ¿por qué te escondes?

—Yo...

— Quedate.

— No iba a irme.

— Quiero verte todo el tiempo.

Esto hizo que Nahuel enrojeciera de la vergüenza y que el joven riera divertido.

Nahuel colocó el candelabro sobre sobre una de las mesas de luz y tras acercarse a Boris susurró:

— Ya es tarde y debes descansar, tienes que recuperarte.

— No — Boris empezó a sentir que los párpados le pesaban — ¿Qué me estás....haciendo?

— Ya habrá tiempo para conversar — inmediatamente sopló la vela del candelabro y todas se apagaron quedando la habitación en penumbras con Boris dormido profundamente.

Nahuel lo contempló serio mientras de las sombras aparecía alguien, un hombre rubio de tez blanca pálida y ojos celestes también. Se colocó a su lado mirando al muchacho dormir,ambos se parecian.

— ¿Y? ¿Qué harás con él?

— No lo sé Minos ¿qué me aconsejas?

— Conservalo a tu lado, no creo que te arrepientas.

— ¿Tú crees?

— Además no quiero que estés solo hijo.

— Lo sé, lo sé papá.

Nahuel se alejó de la habitación junto con su padre cerrando la puerta donde Boris dormia.