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Si hubiera sido antes, César Pendleton quizás se habría reído a carcajadas.
—¡Incluso si viniera un Inmortal Dorado Daluo, no podrían escapar!
Pero ahora, su mano sosteniendo el bastón temblaba ligeramente y el sudor frío le corría por la frente incontrolablemente.
—Tú... ¿qué vas a hacer...?
Retrocedió unos pasos, escondiéndose detrás de su propio séquito. Pero sus seguidores temblaban tanto como él, sin ninguna intención de moverse.
El enfrentamiento entre los dos acababa de quedar muy claro para todos; ¿quién se atrevería a actuar fuera de lugar?
—Te advierto...
—¿Me adviertes? —interrumpió Julio Reed a César Pendleton, sonriendo mientras preguntaba—. ¿Solo tú crees que estás en posición de amenazarme?
Esa pregunta dejó a César Pendleton sin palabras.
De hecho, ahora que Irving Harris se había posicionado en contra suya, con solo estas pocas personas, ¿qué oleadas podría posiblemente provocar?
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