Abriendo los ojos, se encontró con la cruda realidad del nuevo día. El peso de la ira, la presionaba en el pecho, pero no estaba dispuesta a permitir que la dominara. Con un gesto decidido, se levantó de la cama, dejando atrás las sábanas que habían sido testigos de su desdicha.
Con pasos lentos pero firmes, se dirigió hacia el baño. La idea de una ducha fría la reconfortaba. Mientras el agua caía sobre su rostro, ahogando el estruendo de sus pensamientos.
La voz de un altoparlante resonó afuera de su casa, pronunciando las siguientes palabras:
"Atención, atención… A todas las personas de esta comunidad entre las edades de 0 a 35 años: Se les convoca el día de hoy al gran salón del pueblo a las 10 de la mañana. Y para las personas mayores de 35 años deberán presentarse en Terreno plano, en plaza "Sismo" a las 11 de la mañana. Les solicitamos puntualidad. Por favor, asegúrense de llevar sus identificaciones oficiales.
El propósito de su presencia, es aclarar los sucesos recientes que han acontecido en el mundo. Aquellos imposibilitados de asistir debido a una enfermedad deben comunicarse por correo electrónico, en la cuenta oficial de la Cósmica Espacial.
Las personas que falten recibirán una carta de notificación de la reunión y se espera una respuesta. Quienes no cumplan con estas indicaciones serán reportados a las autoridades de FDA por omisión de responsabilidad.
Atentamente, la Cósmica Espacial y la FDA."
Se frotó los ojos, sintiéndolos doloridos, y observó por unos momentos el círculo que rodeaba su dedo anular derecho. En unas pocas horas, sabría la razón de aquella extraña marca adherida a su piel.
Para un día tan caluroso, Helena eligió un vestido verde turquesa primaveral, complementado con unas sandalias amarillas que combinaban con su sombrero de paja.
Terminó de arreglarse y fue en busca de su teléfono celular, se encontró con un mensaje. Se entristeció al ver que no era de Stanly, sino de su editor, quien estaba esperando los capítulos de su novela. Había olvidado por completo enviarlos el día anterior. Tomó su laptop y trató de enviar su trabajo por correo electrónico, pero los datos de su teléfono y la señal wifi estaban nulos. Pensó que quizás era una falla de red en su pueblo, así que decidió enviarlos más tarde, despreocupada, mientras bajaba a la cocina.
—Buenos días, familia. ¿Alguien sabe por qué no hay señal de ningún tipo? —preguntó a su familia, quienes se encontraban reunidos en una mesa.
—No lo sé, hija. Está así desde la madrugada—contestó su papá mientras se preparaba una taza de café.
—Helena, ¿cómo estás?—se acercó Matt a ella, aparentemente ya sabiendo cómo había terminado la noche anterior.
—Estoy bien, pero oye... nunca vuelvas a mentirme de esa manera, hermanito—lo fulminó con la mirada, mientras le daba un manotazo en la espalda.
—¿Pasó algo entre ustedes dos?— preguntó un señor que observaba la cercanía de sus dos hijos.
—Nada, papá. Tu hija está molesta porque le dije que su atuendo no es el adecuado para estos días—dijo Matt sin dejar de mirarla.
—Pero hace calor, yo pienso que te ves bien, Helena— agregó su papá con una sonrisa tranquilizadora.
—Matt, deja en paz a tu hermana. Se ve hermosa. Cariño, no le prestes atención a tu hermano. Y que bueno que estés usando un sombrero, los rayos del sol están muy fuertes. Pero antes de salir, come algo. Tu plato ya está en la mesa— intervino su madre con un tono maternal caracteristico de ella.
—Gracias, mami, se ve delicioso—respondió al sentarse, llevando su mirada a un filete de pescado con ensalada que se encontraba en la mesa.
—¿Cómo les fue ayer? Supe que fueron a comer pizza—preguntó la señora mirando a sus dos hijos.
—Todo bien señora—respondio Matt entre mordiscos.
—Me imagino que la llevaste a la nueva pizzería de la ciudad.
—Ah ese mero fuimos jefa, pero a Lena no le gusto.
—¿Por qué, Helena? ¿Qué fue lo que no te gustó de ese local tan bonito?
—Mami, ¿sabes quién es el dueño de la pizzería?.
—Eh, no estoy segura—Titubeó su madre, distraída.
—Mamá, no me digas que tú también estuviste involucrada en la cita de ayer.
—¿Una cita? Cuéntame, no sé de qué estás hablando—preguntó nerviosa la señora, volteando las tortillas en la estufa.
—Eres terrible mintiendo, mamá.
—Helena, date cuenta, ¿cuántos años tienes y aún no me has dado un nieto todavía? —insistió su madre, mientras que Helena casi se atragantaba con la comida al escucharla decir eso.
—Pero, ¿cómo pasamos de esa conversación a esta? Mami, por dios — respondió, antes de tomar un largo sorbo de agua para calmar su sorpresa.
—¿Es que ese noviecito tuyo tampoco piensa tener hijos?
—Por favor, no le digas así. Se llama Stanly, y ¿qué quieres decir con eso? ¿Que los tenga con ese tonto que no pueden mencionar en esta casa.?
—No, hija, pero Stanly y tú ya deberían estar pensando en formar una familia. Llevan años juntos y no veo que avancen.
—Eso no es asunto tuyo. Papá dile algo porfavor.—Concluyó Helena, dirigiendo una mirada expectante a su padre, quien hasta entonces había permanecido como mero espectador. Con un gesto de comprensión, su padre se aclaró la garganta con un sorbo de café antes de intervenir.
—Martha, tu hija tiene razón. Ya es mayor, déjala que haga lo que quiera con su vida. Aún tiene mucho tiempo por delante.
—Gracias—expresó ella.
—Leonardo, está plática es entre madre e hija. Llévate a Matt a otro lado, por favor. Debo hablar seriamente con Helena—entono seriamente la señora, la morena ya sabía lo que le esperaba.
—Pero yo, aún sigo comiendo—protestó Matt con la boca llena.
—Pues apúrate y ya salgan los dos de la cocina. Ándale—refirió su mamá, sacándolo de la mesa con un gesto impaciente.
—Papá ¿dejarás que mamá te hable así?
—Cuando una mujer tiene un sartén en la mano, sabes que debes guardar silencio. Vamos hijo, apresúrate a comer.
—Cielos, de cuando acá cambiaron los mandos en esta casa—susurro Matt apresuradamente antes de salir de la cocina.
…
—Helena, ¿hablaste en serio cuando me dijiste que no quieres tener hijos?.
—Es verdad mamá, y no sigas hablando al respecto, porque no cambiaré de opinión.
—Hija, tu no eras así. Recuerdo cuando me expresaste que querías formar una familia con Aidan y que…
—Eso quedó en el pasado y jamás vuelvas a mencionar a ese…. desgraciado otra vez—la interrumpio cargada de resentimiento recordando la noche anterior.
—Sé que te hizo mucho daño, pero él ahora está consciente de lo que te hizo y quiere…
—¡Mamá, basta! Por favor, basta. Se supone que debes estar de mi lado. Hablas como si yo tuviera la culpa de todo. Siempre es lo mismo contigo. Por eso es difícil volver a esta casa, ¿ya lo ves?—exclamó visiblemente frustrada por el comportamiento furtivo de su madre.
—Hija, lo siento, pero por favor te pido que lo pienses más, que ambos lo hagan. No quiero que luego se arrepientan de eso.
—No lo haremos —declaró levantándose de la mesa y tomando su bolso de mano.
—Espera, ¿a dónde vas?
—Voy a la reunión, pero antes pasare a ver a mi prima—anunció Helena, preparándose para salir.
—Sally por lo menos tiene una hija, una hermosa niña. Lo malo es que ella prefirió ser madre soltera en lugar de tener que vivir con un hombre, esa canija —comentó la señora, con un dejo de desaprobación en su voz.
—Pero Sally estuvo bien al dejar a ese borracho—intervino Matt, entrando por la puerta y reteniendo a su hermana.
—¿Tú cuándo fue que...?—comenzó Helena, sorprendida por la interrupción de Matt, quien la tenía sujetándo del brazo.
—Tranquila, hermanita, yo ya lo sabía. Papá es el único que no lo sabe.
—¿Dónde está tu padre?—menciono la señora de la casa algo preocupada.
—Está afuera hablando con unos amigos, pero igual, si papá sabe que Helena no quiere tener hijos, no creo que le importe—dijo despues de soltar a Helena.
—No conocen a su padre. Él deseaba tener una familia grande, pero por su enfermedad ya no se pudo, y él espera que ustedes logren hacer lo que él no.
—Bueno, pues Matt podrá engendrar los hijos que quiera. Yo ya me voy que se me hace tarde. Te veo allá, hermanito —declaró Helena, dirigiéndose a la puerta de la cocina. Y Antes de salir, se volvió hacia su madre y añadió—: Mamá, vayan a la reunión. Solo nos brindarán información.
—No, esperaremos la carta —respondió la señora de manera cortante, sin mirarla a los ojos, dejando clara su decisión.
Ya era la segunda pelea que tenía con su madre en menos de dos días, y lo peor era que sabía que no sería la última. Siempre evitaba hablar de esos temas por teléfono, por la simple razón de que su madre, con su tono persuasivo y manipulador, intentaría torcer sus ideas y convencerla de cambiar de opinión. Y así lo hizo en la primera discusión que tuvieron, pero esta vez no caería en sus redes. El tema en cuestión era su futuro, y en juego estaba no solo su independencia, sino también los deseos de su novio Stanly.
Salió de su casa decidida, pensando en irse caminando. Sin embargo, al ver la bicicleta de su hermano, no dudó ni un segundo en montarla.