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Capítulo 35

Lo único que podía escuchar era llantos, mis ojos estaban nublados por lo que parecían lágrimas, yo también había estado llorando, y no recordaba por qué.

—¡Es totalmente estúpido! —alguien gritó detrás de mi.

Me di la vuelta para ver a Marceline gritándole a un hombre con uniforme de policía, mi amiga lucía enojada, sus ojos estaban hinchados y parecía desalineada, como si llevara usando esa misma ropa varios días, aquella no era la Marceline que conocía.

—¡Ella no haría eso, era mi amiga! —siguió gritando—, ¡si está muerta no es por lo que hacía o en donde estaba, es por su maldita incompetencia!

Sin pensarlo dos veces miré hacia adelante y lo vi. Un féretro blanco lleno de flores.

¿Qué diablos estaba ocurriendo?, ¿en donde estaba?

—Marceline, déjalo, gritar no sirve de nada ahora.

Los gritos llamaron mi atención de nuevo.

Román apareció detrás de Marceline tomándola por los hombros para tratar de tranquilizarla.

—¡No me digas así!, ¡solo ellas me llamaban así! —gritó mi amiga poniéndome los pelos de punta. Solo Kathe y yo la llamábamos Marceline.

—Mierda —dijo Román mirando hacia donde estaba yo.

¿Acaso me había visto? Pero no fue así, no me veían a mi, veían a la persona detrás de mi.

Darío.

El corazón se me cayó a los pies, ese no era el Darío que conocí, había ojeras bajo sus ojos, su pelo suelto parecía no haber tocado el agua en días, y el traje que llevaba estaba tan arrugado que parecía no conocer una plancha, su mirada estaba fija en el féretro, no veía nada mas, sus lindos ojos ahora eran fosos sin fondo, perdidos y tristes.

No, esto no podía estar ocurriendo. ¿Que había sucedido?, ¿por qué ahora estaba muerta?

—Darío, no deberías... —la frase de Kaori quien estaba detrás de Darío se quedó sin terminar.

—Solo cállate —lo silenció Darío cerrando los ojos para dejar que las lágrimas corrieran por sus mejillas.

—No lo abras —la voz de mi padre me hizo mirar a mi lado, ahí estaba junto a mi madre y Ana, mi hermana estaba dormida en un sofá hecha bola con sus manos sobre su estomago, sobre el sobrino o sobrina que nunca conocería. Mi madre se encontraba al lado de Ana, parecía no estar en este mundo, miraba a la nada.

—No quieres recordarla de la manera en la que se ve ahora —le dijo mi padre a Darío.

¿Qué me había sucedido?, ¿por qué decía eso mi padre?

Y los recuerdos vinieron a mi. Yo en el auto del señor Estrada, unas manos rodeando mi boca, mi desesperación por escapar de ellas, y finalmente oscuridad.

Estaba muerta, alguien me había asesinado, ¿como me había sucedido esto a mi?, se suponía que atraparía al asesino de Kathe, no debía morir, debía de hacer justicia por mi amiga.

—Es demasiado tarde —aquella voz me sorprendió, hacía mucho que no la escuchaba, y volver a oírla me llenaba de alegría.

—¿Kathe? —pregunté mirando a mi lado—, ¿que haces aquí?

Mi difunta amiga lucía como la ultima vez que hablamos, su pelo negro y perfectamente peinado estaba en su lugar, sus labios rojos contrastaban llamativamente con su pálida piel, sus ojos azules grandes y brillantes parecían nunca haber perdido la vida, era ella, la misma Kathe de siempre.

—Es hora de irnos, ya no podemos hacer nada aquí —dijo estirando su mano hacia mi, quería que fuera con ella.

—No podemos, tenemos que encontrar a la persona que te asesino, y no puedo dejar a mi familia así, no puedo dejar a Marceline y Darío luciendo tan tristes —le expliqué zafándome de su cálido agarre—, voy a ser tía, Ana y Kaori van a tener un bebé, no me puedo ir ahora.

Le rogué a mi amiga esperando que entendiera mis motivos.

—No te puedes quedar, ya no pertenecemos aquí —dijo con una sonrisa cálida, tan cálida como sus manos.

Miré de nuevo a las personas que quería, ninguno me veía, ya no era parte de ellos, y eso me dolía.

—Despierta Alexis, es imposible que te quedes —volvió a hablar Kathe poniéndose seria de repente—, vámonos ya.

—No, no puedo irme —me negué dando un paso atrás para alejarme de mi amiga.

—¡Despierta, no puedes quedarte! ¡Tenemos que irnos ya! —de repente su voz se fue elevado hasta llegar a los gritos, Kathe comenzaba a verse deforme, su boca se abría mas de lo normal, sus ojos se hundieron y sus hermosos labios rojos se secaron y perdieron el color al igual que su piel, ahora lucía como un cadáver.

—¡DESPIERTA, MALDITA SEA! —gritó aquel cadáver que alguna vez fue mi amiga.

Retrocedí todo lo que pude hasta que mi espalda chocó con una pared.

—No —susurré cerrando los ojos.

—¡TE DIGO QUE DESPIERTES, MALDITA PERRA! —agua fría golpeó mi piel haciéndome abrir los ojos de golpe.

No sabía que estaba sucediendo, todo estaba borroso y dando vueltas, aun podía escuchar el llanto de aquellas personas en mi funeral, todo era irreal, no sabía si estaba viva o muerta.

Mis ojos no podían abrirse, y rápidamente me di cuenta de que no me podía mover, estaba atada por las muñecas y recargada sobre ellas contra algo solido, mis pies también estaban atados frente a mi, estaba sentada sobre el suelo helado, suelo que se sentía húmedo y sucio.

Paredes de tierra se elevaban a mi alrededor, la luz que había en aquel lugar no era suficiente y solo me dejaba ver lo mas cercano a mi, telarañas ayudaban a la decoración de aquel macabro lugar que debía de ser una pequeña iglesia en ruinas, lo deducía por las bancas de madera vieja y rotas que se postraban amontonadas a unos metros frente a mi, además las cruces entre penumbras ayudaban a que aquel lugar solo pareciera el escenario perfecto de una muy mala pesadilla.

Y después de mirar en donde estaba, vi con claridad quien estaba enfrente de mi, y la principal razón por la que estaba ahí.

Daniel.

Había una gran sonrisa de tiburón en su rostro, él había sido el que me había estado gritando todo este tiempo.

Permanecía erguido, no lucía tan bajito como lo recordaba, desde el suelo se veía imponente en su altura, creo que fue ese un de sus complejos que lo hacía sentir inferior junto a mi, aun recuerdo sus comentarios idiotas sobre mi intelecto, parecía siempre querer sobresalir por encima de mi, tal vez por eso nunca hubiéramos podido estar juntos por mucho tiempo, eso y su infidelidad.

Traté de hablar, pero no pude, había algo en mi boca que me impedía articular bien, solo sonidos incomprensibles salían de mi boca.

—Hola, pastelito —Daniel me llamó por el apodo que solía usar conmigo cuando saliamos, odiaba ese maldito apodo, nunca me gustó, me gustaba él y por eso nunca me quejé, ahora que lo odio no tengo por que soportarlo.

Rodé los ojos como si estuviera en la posición de darme el lujo de hacerle un desplante a mi secuestrador.

Espera.

¿Por que Daniel me había secuestrado?

Mis ojos se abrieron de par en par.

¿Él tenía algo que ver con la muerte de Kathe?, ¿y si él era el asesino de Kathe?, no, eso era imposible, no cumplía con todas las características que habíamos definido en el perfil del asesino, no tenía dinero como para manejar un auto caro, no tenía conexión alguna con Kathe ya que mi amiga lo evitaba a toda costa, Kathe decía que Daniel era un reverendo idiota, y ni siquiera conocía a Rafael, no que yo supiera.

—Parece que no te gusta que te llame pastelito, pastelito —dijo tratando de hacerme enojar.

Intenté hablar de nuevo, pero fue imposible, el imbécil solo ganaría una discusión manteniéndome callada.

—Oh claro, lo olvidaba —murmuró acercándose a mi lentamente.

De un tirón me arrancó lo que parecía una cinta de la boca, escupí lo que me había estado impidiendo hablar en cuanto sentí la libertad en mis labios.

—¡Maldita sea! —maldije por el dolor cuando por fin pude hablar con claridad.

—Ahora que podemos tener una charla adecuada debemos discutir algunas cosas —Daniel se sentó en una silla metálica frente a mi, parecía que aquel pedazo de chatarra sedería ante el peso de Daniel en cualquier momento, si eso sucediese la seriedad del momento se iría al diablo en un segundo.

—No tengo nada de que hablar contigo, dejame ir —le pedí sabiendo que no sería fácil que él accediera a mi demanda.

—Claro que tenemos cosas de las que hablar —¿me había secuestrado solo para hablar de su infidelidad? ¿oh se había dado cuenta de que estaba saliendo con Darío? Cualquiera de las razones que tuviera el degenerado, estaba mal.

—Claro que no, ¿de que tendríamos que hablar tu y yo?, lo nuestro se acabó y no regresaré contigo aunque me prives de la libertad —dije con fuerza, no sabía de donde estaba sacando todo ese valor, pero ahí estaba, no me daba por vencida aunque estuviera amarrada y mojada.

Una estruendosa carcajada rebotó entre las paredes altas que nos rodeaban.

—¿Crees que estas aquí por que quiero volver contigo? —me preguntó para después volver a reír como un maniaco.

Repentinamente dejó de reírse y me miró con asco.

—Si estas aquí es porque te estabas metiendo en cosas que no te incumben. Una zorra jugando a los detectives, que divertido.

—¿Me puedes explicar de una vez por qué estoy aquí? —lo cuestioné sin miedo y cansada de su acto de villano en película de superhéroes.

Su rostro se encendió en cólera, caminó los pocos pasos que nos separaban y me tomó del cuello con fuerza.

El aire dejó de llegar a mis pulmones, y sentí que estaba a punto de romperme la traquea, su fuerza era tanta que recordé lo que un hombre enojado con una mujer indefensa podía hacer.

—¡Escuchame bien, maldita puta! —gritó mientras me veía a los ojos, ya no sabía quien era esta persona, el Daniel que conocí y del que me enamoré ya no existía—. ¡No estoy bromeando, podría matarte aquí mismo y nadie se daría cuenta en mucho tiempo!

Ahora era real, Daniel estaba amenazando con asesinarme, y por todo el odio que me profesaba, estaba segura de que lo haría si se le pegaba la gana.

—¡Ahora me vas a contestar a todo lo que te pregunte!, ¡¿entendiste?! —volvió a gritar soltándome por fin, el aire me quemó en su camino a los pulmones, y aun podía sentir su mano en mi cuello.

—Si —balbuceé temblando y tosiendo.

—¿Que tanto saben de la muerte de Kathe? —me preguntó Daniel sentándose en la silla metálica.

Ahora era oficial, Daniel estaba involucrado con el asesinato de Kathe, él no la había matado, yo lo había seguido por toda la hacienda la noche en que asesinaron a Kathe, por lo que solo había una posibilidad, era cómplice de la persona que lo hizo, tal vez como Rafael, no estoy segura de si él también se coge al asesino, pero estaba a sus servicios.

—Fue víctima de un asesinato, la dejaron en la hacienda de Erick y por la mañana su cuerpo cayó enfrente de mi y todos lo que aun estaban en la hacienda, tu estabas ahí en calzones, también deberías de recordarlo —poco duró mi sumisión después de que Daniel tratase de ahorcarme, no era del tipo que se quedase callada cuando la provocaban.

Daniel se se volvió a levantar de un salto de la silla, su lenguaje corporal me estaba avisando de lo que venía, su puño impactó contra mi cara.

El golpe me aturdió por unos cuantos minutos, sentía una calidez dolorosa en el pómulo izquierdo, mi desorientación le causó gracia a Daniel, volvió a sentarse en aquella horrible silla y siguió hablando:

—No quieras hacerte la chistosita conmigo, ¿dime que carajos averiguaste investigando la muerte de Kathe? —dijo sobándose los nudillos de la mano derecha.

Pensé cuidadosamente en lo que le diría, no podía arriesgar toda la investigación que con ayuda de Marceline, Román, Kaori y Darío habíamos construido, soltaría de poco a poco información que no fuese cien por ciento verdadera.

—Descubrí que hace meses una de mis mejores amigas me había estado mintiendo todo este tiempo, terminó con su novio y ni siquiera me dijo una palabra, al parecer Kathe tenía sus secretos y no quería compartirlos conmigo, también descubrí que Marceline lo sabía y no me había dicho a petición de Kathe, bonita mierda, todos lo sabían y yo no —le contesté recordando todas las excusas de Kathe para no hablar de su novio Salvador—, y resulta que terminó con su novio porque le estaba poniendo el cuerno con Erick, todo un drama en el que no estaba incluida.

—Me importa una mierda la vida amorosa de la muerta —vocalizó con disgusto—, ¿que es lo que sabes sobre el asesino de Kathe?

Claro que no respondería con veracidad a esa pregunta.

—Nada, no descubrí una mierda desde que empecé a investigar.

—¿Acaso crees que soy tonto?, se a la perfección que me estas mintiendo —Daniel parecía paciente a mi respuesta, creí que lo sacaría de sus casillas y terminaría golpeándome otra vez, pero no lo hizo.

El sonido de pasos me hicieron ponerme alerta, alguien estaba viniendo hacia nosotros, no sabía de donde venían aquella persona, era como si estuviera caminando por encima de nosotros, un golpe seco detrás de mi me hizo saltar.

Los pasos ahora eran mas fuertes y venían desde detrás de mi, cuando finalmente apareció en mi panorama el responsable de aquel sonido, no podía ver su rostro gracias a que me daba la espalda. Aquella persona debía de ser otro cómplice, o el asesino de Kathe.

—Por fin llega el maestro, será mejor que empieces a hablar, él no tiene tanta paciencia como yo —me advirtió Daniel con orgullo en su voz, parecía animado, incluso extasiado por la presencia de aquella persona.

El sujeto vestía una chamarra negra con una cachucha que estaba segura era para que le tapara la cara, era alto y de complexión atlética, ¿quien era y por qué aparecía hasta ahora?

—Que bueno que llega maestro, estaba dándole la bienvenida a nuestra invitada, ha sido muy mal educada, pero ya me encargué de reprenderla —dijo ahora de pie frente al sujeto recién llegado, aquellos dos me habían dejado de lado por completo.

¿Que rayos pasaba con estos dos?, ¿por qué le llama maestro como lo hacía Rafael?, ¿Daniel de verdad se lo estaba cogiendo como lo hacía Rafael?

—Buen trabajo, nadie sospechó nada —le prometió una voz más que conocida, y sin aviso se dio la vuelta para mostrarme la cara de aquella persona que antes de verla ya sabía quien era.

—¡¿QUE MIERDA?! —grité enfurecida por lo que estaba viendo.

Leonardo Estrada, o mejor conocido como el profesor de historia de la preparatoria donde estudiaba, la ultima persona que había visto antes de desmayarme y aparecer aquí.

¿Él estaba involucrado en todo esto?

Y de repente una oleada de entendimiento llegó a mi. Era él, el asesino de Kathe era el profesor Estrada. Estaba claro que cumplía con el perfil que habíamos descrito para el asesino, con dinero suficiente para manejar un auto caro, el mismo auto azul en el que me había llevado hasta la puerta de su casa, tenía una actitud dominante, ser profesor de historia y ser apodado maestro era mas que incriminatorio, y la relación con Kathe era mas que obvia, había una razón para asesinarla, las fotos de Kathe y Erick eran una prueba del motivo. Ahora todo tenía sentido. Me sentía fatal por no haber dado con él cuando investigábamos, estuvo ahí siempre y nunca me detuve siquiera a pensarlo.

—Una señorita no debería decir esas palabrotas —dijo Leonardo caminando hasta llegar a la silla donde Daniel se había sentado todo este tiempo.

—Se acaba de despertar, estaba gritando, al parecer tuvo pesadillas —se burló Daniel mientras le informaba al cabecilla del dúo criminal.

—La revoltosa Alexis siendo un problema, no me sorprende —continuó Leonardo hablando con "educación", seguía actuando como el personaje que interpretaba todo los días, pero detrás de esa mascara de moralidad había un monstruo—. Y aunque seas un problema hay que ser correctos, me disculpo, debimos ser mas cuidadosos con las drogas que te dimos, 24 horas durmiendo no puede ser sano.

Tenía que estar bromeando, ¿estuve dormida todo un día?

—¿Dormí 24 horas? —les pregunté asustada.

Ahora entendía por que mi estomago dolía, no era por el miedo y odio que sentía, era porque no comía desde hace mas de 24 horas.

—Si, pero si lo ves por el lado amable despertaste, algunos duermen por el resto de la eternidad —habló Leonardo con una gran sonrisa que aun en su rostro perfecto se veía terrorífica—. Ahora me vas a decir: ¿quienes te estaban ayudando a investigar la muerte de Kathe?

No, ni una palabra saldría de mi boca.

—Tu abuelita —respondí con cinismo, ya no podía ocultar mi furia—, ahora es mi turno, ¿tu mataste a Kathe?

Solo estaba tratando de confirmarlo, pero estaba casi segura de que si había sido él.

Riendo se levantó de la silla.

Y en un movimiento rápido, me golpeo con la silla, no me di cuenta de lo que había ocurrido hasta que estuve tirada de costado en el piso, mi cabeza palpitaba y me sentía muy mareada.

Daniel me volvió a sentar justo donde estaba.

—Creo que no hice la pregunta correcta —siguió hablando el imbécil que me golpeo poniendo la silla en su lugar para volver a sentarse—, ¿quien mas participó en la investigación de la muerte de Kathe además de Marcela y su hermano?, piensa bien antes de contestar, no quiero tener que cortar uno de tus hermosos dedos.

No quería perder un dedo, pero tampoco quería perder a la gente que me había ayudado tanto, y menos si una de esas personas era el padre de mi sobrinoa.

—¿Tu le disparaste a Darío? —no me quedé callada, pero si evité responder a sus preguntas.

—Ya veo lo que estas haciendo, así que jugaré tu juego —dijo inclinándose para poner sus codos sobre sus rodillas, unió las manos y me miró directo a los ojos—, yo contesto tus preguntas, y tu contestas a las mías. Si, yo le disparé a ese hijo de puta y maté a la golfa de tu amiga, ahora dime: ¿quien más estaba ayudándoles y que tanto saben de la muerte de Kathe?

Tenía que darle una respuesta, una respuesta que no fuera cien por ciento verdad y que sonara creíble.

—Nos ayudaron dos amigos de Darío, al principio solo eramos yo y Marceline, pero cuando su hermano se enteró trajo a dos policías con él, sabemos que Kathe terminó con Salvador y que empezó una relación con el asesino, después te puso el cuerno con Erick, y la mataste.

—¿Como saben que no fue su ex novio quien la mató?, ¿por qué creen que hay otra persona relacionada? —preguntó Leonardo.

—Porque hablamos con Salvador y tenía una buena coartada, ¿tu quemaste la casa de Marceline? —estaba segura de que había sido él.

—No fui yo, fue Rafael —contestó con una sonrisa en los labios, esa sonrisa solo me hacía creer que él también lo había asesinado.

Rafael había sido su mano derecha todo el tiempo, conocía todos mi movimientos, el se ofreció a llevarme a casa cuando estaba con Marceline, llegó tan rápido esa vez porque ya sabía en donde vivía mi amiga, ahora todo tenía sentido, Leonardo era un titiritero experimentado y siempre nos había estado vigilando a través de Rafael.

—¿Como se llaman los policías que acompañan a Darío? —eso definitivamente no podía decírselo.

—Federico de Montefeltro e Ignacio Milfuegos —dije al azar, sabía que se daría cuenta de mis mentiras, era mas que obvio que me estaba riendo de él en su cara.

—Respuesta incorrecta, floresita —canturreó Leonardo sacando algo del bolsillo de su chamarra, muy tarde me di cuenta de que era un pica hielos, lo vislumbré bien hasta que estuvo clavado en uno de mis muslos, el dolor apareció segundos después de que pudiera entender lo que Leonardo acababa de hacer, era insoportable, punzaba y quemaba al mismo tiempo.

—¡HIJO DE PUTA! —le grité mientras me retorcía en mi lugar. Sin manera de tocarme el muslo donde estaba el prominente objeto plateado clavado, solo podía observarlo y llorar.

—Te lo advertí, solo quiero la verdad, no es tan difícil —proclamó Leonardo regresando a su asiento—, ahora, ¿me dirás los nombres?, ¿oh es necesario que te corte un dedo?

Si quería que esto saliera bien, tenía que mentir bien, aun quería conservar mis dedos.

—Alberto Quintana y Pedro Acosta —dije aun llorando y mirando mi muslo punzante, la sangre estaba comenzando a salir por montones, probablemente había atinado a una vena importante, si la sangre no dejaba de fluir moriría desangrada.

—Llama a nuestro hombre, que investiguen a esos dos —le dio instrucciones a Daniel—. Si resulta ser otro de tus inventos, no me contendré y terminaré cercenando tu hermoso cuerpo, Alexis.

Daniel le hizo caso al psicópata y de repente ya estaba caminando hacia a algún lugar detrás de mi, por mi posición era obvio que estaba recargada en el altar donde se oficiaban las misas católicas, era obvio al tener tantas bancas de madera podrida contemplando mi calvario.

Apenas me dejaba pensar el dolor, aun así sabía que era mi momento de preguntarle algo al asesino, era un juego retorcido, un juego donde mi vida esta de por medio.

—¿Por qué dejaste el cadáver de Kathe en la hacienda?, ¿fue ahí donde la mataste? —sabía que no la habían asesinado en la hacienda, solo quería saber como la había llevado hasta ahí sin que nadie los viera.

—¿De verdad quieres saber eso? —me cuestionó mirándome con una sonrisa.

Me quedé callada viendo como se movía hasta donde yo estaba, se sentó junto a mi y comenzó a susurrar.

—Pues ya que lo pides, te contaré como la asesine —estoy segura de que él disfrutaba de esto, contarme como había asesinado a mi amiga era algo divertido para él—Kathe siempre fue muy inteligente, me sorprendía cada vez que hablábamos, incluso creí que sería lo suficientemente inteligente como para no iniciar una relación con su maestro, pero lo hizo, selló su destino al acostarse conmigo, la noche de la fiesta de Erick tomé un túnel que lleva hasta la hacienda de los Mausan, fui hasta las caballerizas de la hacienda y esperé a que Kathe saliera, le envié un mensaje, sabía que ella ya no quería verme, pero le dije que si no lo hacía entraría por ella y le contaría a Erick como había disfrutado cogiéndomela, por supuesto tu amiga aceptó salir a hablar conmigo, después de una pequeña discusión salió corriendo hacia la entrada principal, la seguí y la atrapé, fue divertido ver como intentaba zafarse de mi, planeaba llevarla a mi casa y hacerla entrar en razón, pero Rafael apareció y montó una escena de celos, el idiota creyó que no separándose de nosotros evitaría que me llevara a Kathe de la fiesta.

Podía sentir la respiración de Leonardo en el oído, me producía asco tenerlo tan cercas sabiendo que él había acabado con la vida de Kathe.

—Los tres entramos por el mismo túnel por el que yo llegué a la hacienda, Kathe no paraba de pelear contra mi, así que tuve que ponerla a dormir, Rafael me contó como había visto a Erick y Kathe tener sexo, así que decidí que ya no quería a la golfa de Kathe, era igual que todas las demás rameras que había conocido, al principio creí que podría hacerla cambiar, pero ya no era posible, las asquerosas manos de otro hombre habían estado sobre ella —Leonardo se quedó callado por unos pocos segundos—. ¿Te preguntaras por que hay túneles debajo de la hacienda de los Mausan?, hubo una época en la que el gobierno perseguía a la iglesia, los asesinaban por el simple hecho de oficiar misas, el túnel por el que llegamos fue creado con el fin de escapar del gobierno, la pequeña iglesia arriba de nosotros pertenecía a la hacienda de Erick, el terreno fue vendido hace años y olvidado, los túneles conectan a la hacienda, la iglesia del pueblo y desemboca a unos cuantos metros de un río. Son perfectos para escabullirse si sabes por donde pasan.

Ahora entendía porque había podido salir de la hacienda sin que nadie lo viera.

—Cuando llegué a este pueblo encontré uno de los túneles que pasaban debajo de la casa donde me estoy quedando, ese túnel te lleva a la iglesia del pueblo y se conecta con un montón mas —como historiador, Leonardo debía de saber toda la historia de aquellos túneles—, mi plan esa noche no era matar a Kathe, pero cuando escuché a Rafael no pude contenerme, traje a tu amiga a esta misma iglesia subterránea, ella estaba sentada justo donde tu lo estas ahora, disfrute de torturarla, después de todo debía de pagar por todos sus pecados, cuando me cansé de ella pensé en llevarla a mi casa para terminar lo que empecé aquí, pero no podría cargar con un cuerpo de regreso hasta mi casa, son demasiado kilómetros, así que le disparé en el túnel antes de tratar de esconderla en la hacienda, el plan era dejar el cadáver en el ático de la hacienda hasta que pudiera sacarla y desaparecer todo rastro de su existencia, los pocos testigos que había en la hacienda estaban tan borrachos y drogados que no podrían ser un testigo confiable cuando Kathe desapareciera, no tenía de que preocuparme, pero luego sucedió lo que tu misma presenciaste.

Mis lágrimas se derramaban silenciosas, él lo contaba como si fuese solo una experiencia de fin de semana que lo había divertido lo suficiente como para ser inolvidable.

—Kathe salía con otros hombres mientras estaba conmigo, me mintió, y siempre he pensado que los malditos mentirosos como ella no deberían respirar el mismo aire que yo.

—Crees en el cielo, ¿no es así? —le cuestioné—, porque si es así deberías de saber que tienes asegurado un lugar en el infierno, tu iglesia es la mierda homofóbica mas grande que conozco. Me alegro de que te quemarás en el averno, Kathe no merecía morir ¡ni ella ni nadie merece morir por mentir! —grité entre lágrimas, aquel loco no solo había asesinado a mi amiga, la insultaba y la culpaba de su muerte, no iba a permitir eso, tenía miedo de que todo terminara como en mi sueño, pero aun así no me quedaría callada. Atacarlo por su orientación sexual era caer bajo, pero estaba tan enojada que no pude quedarme callada y me metí hasta con su religión.

—¡Callate! —un puñetazo en la cara acompañó el grito de Leonardo.

Todo se volvió negro.