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Capítulo 32

—Ana, ¿te sientes bien? —pregunté apenas puse un pie en la habitación de mi hermana.

La habitación de Ana siempre había sido un lugar sin personalidad, y no es porque mi hermana no tenga una, mas bien es porque nunca le gustó mostrar sus gustos o emociones decorando el lugar donde dormía, toda la habitación era blanca, las cortinas de la ventana eran violetas, su cama gris y los muebles eran color chocolate, además de eso, no había muchas mas cosas ahí dentro. La maleta de mi hermana estaba tirada en medio de la habitación con ropa saliendo de ella, algo poco común en Ana, ella siempre mantenía todo ordenado y en su lugar.

—Si, vete —gruñó desde su cama donde se encontraba hecha bolita dándome la espalda, no se movió, incluso pensé que la estaba confundiendo con una almohada y mi hermana me estaba hablando desde algún otro lugar de la habitación, pero no, aquel bulto era mi hermana

—Mamá me dijo otra cosa, ¿quieres que te traiga algo de comer? —mi primer pensamiento fue traerle comida para que no estuviese enojada, eso siempre funcionaba cuando peleábamos.

—No quiero, Judas Iscariote —gruñó de nuevo mi hermana.

—¿Judas que?, ¿por qué diablos me dices así? —o mi hermana se había vuelto loca después de su encierro de fin de semana, o yo había escuchado mal.

—Judas Iscariote, por traicionera —esta vez mi hermana no se quedó inmóvil en su cama, se sentó y me miró con odio, sus ojos estaban hinchados y estaba pálida.

—Pero yo no hice nada —dije sintiéndome entre la espada y la pared.

—¡Tu trajiste al enemigo a casa!

—¡Yo ni siquiera sabía que era el enemigo!

Esta conversación entre susurros con tono de grito no iba a llegar a nada si no entendía por que mi hermana odiaba tanto a Kaori, necesitaba el contexto para saber como ayudarla.

—Si me dijeses porque están peleados, tal vez podría ayudar.

—¡La única solución a este problema es desollar al imbécil de Kaori! —con sus palabras vino una almohada voladora, fui lo suficientemente rápida para esquivarla, pero quedaba claro que mi hermana quería ver sangre correr, y no le interesaba si era mía o de Kaori.

—¡Virgen del huerto, Ana! —dije ahora si que muy enojada—, deja de lanzarme objetos y dime cual es el problema, si me lo dices te ayudaré a mantener a Kaori alejado de ti.

—¡Él me engañó! —dijo mi hermana llorando a moco tendido.

—¡¿Ese idiota te puso el cuerno?! —mi creatividad se puso a trabajar, ¿como podía hacerle daño psicológico a Kaori, era claro que el daño físico no iba conmigo, además, no soy lo suficientemente fuerte como para romperle la nariz.

—Si, eso creo —Ana se limpió los mocos con la manga de su suéter, estaba segura de que ese suéter que era al menos tres tallas mas grandes que mi hermana no tenía un olor agradable.

—¿Como de que "eso crees"? —le pregunté haciendo comillas con mis dedos.

—Lo vi con una chica en una situación extraña —dijo mirando un calcetín en el suelo, como si la pobre calceta le recordara algo.

—¿Estaba besando a la chica? —Ana negó con la cabeza—, ¿estaban desnudos en la cama? —Ana volvió a negar—, ¿entonces? ¿que fue lo que vistes que te hizo pensar que te engaña?

—Una noche fui a su departamento para decirle que vendría a casa de vacaciones, pensaba invitarlo y que conociera a mamá y papá, las luces estaban apagadas y parecía que había prendido velas porque podía ver una luz tenue, cuando llegué a la sala lo encontré sentado en un sofá con una chica entre sus piernas —mi hermana comenzó a llorar de nuevo, estaba hecha una magdalena gracias a Kaori.

—¿Entonces la chica le estaba...? —no terminé de formular mi pregunta ya que Ana se tapó los oídos y comenzó a tararear diciendo:

—¡Cállate, no quiero que lo digas en voz alta! —como niña pequeña y con los ojos cerrados evitó que continuara con lo que iba a decir.

—Ok, entiendo, de ahora en adelante no diré una palabra y mantendré alejado a Kaori de ti —Ana seguía con los oídos tapados y ahora con la cabeza entre sus piernas, de hecho no sabía si me había escuchado—, solo quiero que me contestes una cosa más, aunque casi estoy segura de que mis conclusiones son acertadas, ¿Kaori es el papá de mi sobrinoa?

Ana levantó la cabeza de entre sus rodillas, al parecer si me estaba escuchando por la cara que tenía ahora mismo.

—Obviamente, solo he estado con él —dijo entre lágrimas.

—¡Espera!, ¡¿solo con él?! —no podía creer que mi hermana no hubiese salido con más chicos desde que se mudó de casa— ¡no te creo nada, tienes que estar bromeando!

Otra almohada voló hasta mi, esta vez no la pude esquivar, casi me caigo del impacto, gracias al cosmos era una almohada y no un ladrillo.

—Si vas a hacer ese tipo de comentario ya lárgate, no estoy de humor para tus bromitas —Ana se volvió a acostar en posición fetal dándome la espalda.

—Solo estaba tratando de romper el hielo, no te enojes —dije sentándome en su cama, justo detrás de ella esperando que se diera la vuelta—, ¿quieres ver una película de terror?, de esas que te hacen reír y te ponen de buen humor.

Así es, el bicho raro de mi hermana reía como una hiena loca cuando veía películas de terror, mientras que yo moría de miedo ella decía que era gracioso ver los malos efectos especiales, además de que criticaba la manera en que el fantasma o monstruo en cuestión atemorizaba a sus víctimas.

El resto de la tarde Ana y yo vimos películas de terror, mientras ella reía yo me ocultaba detrás de mis manos, no me importaba si estaba muy asustada para ver las películas, lo único que necesitaba mi hermana era distraerse, y sabía que esto la ayudaría.

El sol estaba cayendo cuando mi hermana se quedó dormida, mis padres salieron al velorio de un amigo de la familia que yo y mi hermana no conocíamos, por lo tanto estaba sola en casa después de ver una película de terror, genial.

Regresé a mi habitación y me acosté en mi cama para apreciar un largo rato el techo, después de un rato viendo monstruos solo podía pensar en si Kathe había estado tan asustada como los protagonistas de esas películas, ¿como sería la cara que la atormento hasta los últimos segundos de su vida?, las lágrimas llegaban a mi sien y mojaban la cama debajo de mi.

Sabía que la muerte de Rafael no había sido coincidencia, por lo tanto él era un buen punto de partida para la investigación, y aunque ya habíamos ido a su casa aun me quedaba duda de que cosas podríamos encontrar ahí si hacíamos una búsqueda mas profunda, necesitaba volver a aquel lugar para revisar hasta el ultimo rincón.

Me puse ropa negra, y los tenis más cómodos para hacer ejercicio que encontré, probablemente tendría que caminar mucho si no conseguía la ayuda que estaba planeando conseguir.

Tomé la primera mochila vacía que encontré y lance una linterna, un destornillador un encendedor, guantes negros de invierno, dinero junto con mi identificación de la escuela, la navaja suiza que mi padre me compró hace años para que "me defendiera", y finalmente una liga para el cabello, nunca sabes cuando te dará calor o incluso cuando será necesario mostrar el cuello.

En la bolsa del suéter que estaba usando puse mi gas pimienta recargado y las llaves de la casa junto a mi teléfono. Salí por la puerta principal y llamé a un taxi que me llevara al centro del pueblo, caminé un rato por las calles mas iluminadas y transitadas, luego llamé a otro taxi para que me llevara a la casa de Rafael. La paranoia de Darío se me había pegado y no pude evitar pensar en que alguien me seguía, cambiar de automóvil solo era un táctica para asegurarme de que no había nadie detrás de mi.

El camino no fue muy ameno, el taxista me miraba raro, como si fuese una delincuente que estaba a punto de hacer grafitis en un puente, no le preste mucha atención y me enfoque en escribirle un mensaje a Ana por si despertaba y no me encontraba por ningún lado.

"Marceline me llamó, creo que rompió con su novio, estaré de vuelta antes de que papá y mamá regresen. No te preocupes."

El sentimiento de que alguien me seguía me hacia voltear constantemente hacia atrás buscando luces que nos estuviesen siguiendo, pero no las había, estaba nerviosa, sabía que el asesino podría estar vigilando la casa, pero aun así debía entrar ahí en esa casa.

Mi temor me hizo escribirle un mensaje a Darío:

"Estoy en la casa de Rafael sola, necesito que vengas aquí ahora, creo que alguien me sigue y podría ser el asesino. Lo siento."

Bloquee el teléfono sin enviar el mensaje, solo estaría listo para ser enviado por si acaso ocurría algo estando ahí dentro.

Cuando estuve a punto de llegar a la casa saque la navaja suiza y la puse en mi suéter, me preparé lo mejor que pude para entrar evitando llamar la atención en el vecindario.

Llegué a la puerta de la casa de Rafael y miré a todos lados buscando posibles testigos de mi delito. No había nadie, la calle estaba oscura y desolada. Saqué los guantes y me los puse, tomé mi identificación de estudiante y la pase entre la puerta y el marco de esta para abrirla, tenía fe en que pudiese abrirla como hacía cuando la puerta de mi cuarto se cerraba por accidente y no tenía otra manera de abrirla. Clic. La puerta se abrió.

Aún no podía creer que había funcionado, las personas que se encargaron de construir estas casas no pusieron mucho esfuerzo en que fuesen totalmente seguras.

Caminé dentro rápidamente para que nadie me viese, la sala estaba justo como la habíamos dejado un par de días atrás, el silencio era más aterrador que la ultima vez que estuve aquí, no se si era porque estaba sola o porque acaba de ver películas de terror y era pura sugestión.

Saqué mi linterna de la mochila y con la luz baja me acerqué al sillón para buscar, metí las manos entre los pliegues de la tela pero solo encontré pelusa y centavos extraviados, no había mucha decoración ahí dentro, solo un cuadro descolorido en una pared, miré detrás de el y no encontré nada, la espalda del cuadro estaba igual de descolorida. Abrí una puerta al otro lado de la sala y solo encontré escobas, cubetas, una caja de herramientas olvidada y un poco vieja, un trapeador y un montón de periódicos apilados en una esquina de la muy muy pequeña habitación.

Después fui a la cocina y abrí la puerta de la alacena junto con los cajones, no había nada, solo una cuchara olvidada, abrí el horno de la estufa y tampoco encontré pistas, el refrigerador estaba igual de vació que toda la cocina, no había rastro de nada. Era extraño que un estudiante tuviera una casa tan amueblada, probablemente sus padres habían pagado todo, pero aun así no tenía sentido comprarle una estufa y un refrigerador a tu hijo estudiante, quien sabe, tal vez era un niño rico con padres que no escatimaban en gastos cuando se trataba de su pequeño retoño.

Fui a la habitación donde habíamos buscado la primera vez que vinimos aquí y busqué en todas partes, incluso consideré la idea de mover la cama, o mas bien el colchón y la base que debieron ser la cama de Rafael.

Estuve a punto de darme por vencida, hasta que vi un destello al otro lado de la habitación, justo cuando moví la linterna alumbrando brevemente. El pequeño destello provenía del baño, justo de la cima del marco de la puerta, o mejor dicho entre la pared y el marco, me acerqué lentamente manteniendo la luz en aquel pequeño resplandor para no perderlo de vista, parecía como si se estuviera cayendo lo que fuese que cubriera aquel objeto reluciente atrapado entre la puerta y la pared.

Poniéndome de puntitas saqué mi navaja suiza y comencé a tallar el material que cubría al objeto, poco a poco me di cuenta de que aquello era una llave, la saqué con cuidado de aquel pequeño hueco, ¿que abría aquella pequeña llave?, y sobre todo, ¿era tan importante como para ocultarla de esa manera?

Miré en todas direcciones buscando cerraduras, solo las puertas tenían, intente con cada una de las puertas en la casa, pero todas eran muy grandes como para encajar con la llave misteriosa.

Parada en el medio de la sala me puse a pensar en voz alta:

—Si yo fuese el amante o el cómplice de un asesino, ¿donde estaría la cerradura que abre esta llave?, tiene que ser un lugar poco visible y que para nada llame la atención, además de que la cerradura debe de ser muy pequeña.

De repente recordé algo que no tenía sentido para mi, y que si no hubiese puesto atención probablemente hubiese pasado inadvertido por completo de no ser porque tengo un padre que quiere arreglar todo lo que no funciona en casa sin ayuda de expertos.

Corrí a la pequeña habitación donde se encontraban los artículos de limpieza, y ahí estaba, la caja de herramientas que cualquier persona que haya comprado una en su vida sabe que no encontrara una buena caja de herramientas a un precio bajo, y que si ya la tienes no la olvidas junto a las escobas, y menos si tienes una auto que podría necesitar de esa caja de herramientas.

Me agaché sin tomarla y dirigiendo la luz al objeto inerte en el piso me di cuenta de otra peculiaridad, la cerradura de la caja no era como cualquier otra que hubiese visto antes, para empezar no tenía los típicos broches que había visto en la caja de mi padre, tenía una cerradura pequeña que necesitaba de la llave que estaba en mi mano, entiendo que muchas personas cuiden su herramienta de sobremanera, pero ponerle este tipo de cerradura a una caja de herramientas y después esconderla era la cosa mas rara que había visto. Definitivamente había encontrado algo.

Abrí la caja con cuidado cuidando de no dejar las marcas de mi mano enguantada sobre la fina capa de polvo que cubría la caja.

Una gran llave inglesa junto con destornilladores y un par de pinzas estaban sentadas sobre un papel que se distinguía debido a que la caja era roja y la hoja blanca, moví las herramientas con cuidado de no hacer ruido y saqué la hoja, que para mi sorpresa era mas de una.

No solo eran hojas dobladas por la mitad, eran cartas, o mas bien pequeñas notas, la tinta negra resaltaba sobre la pálida hoja.

"Mi querido maestro.

Tengo ganas de verte, no sabes cuanto he aprendido de ti todo este tiempo, se que no debemos vernos por el que dirán, pero me importa poco, la sociedad es hipócrita, tu y yo no tenemos porque dar explicaciones de los sentimientos que tenemos el uno por el otro.

Se que me he portado mal al empujar a esa zorra por las escaleras, pero se lo merecía, tu eres mio y no dejaré que nadie te aleje de mi lado. Lo he estado pensando, y creo que sería buena idea escapar de este estúpido pueblo donde nadie entiende nada. Me muero de ganas de volver a hacer las cosas sucias que hacíamos en tu departamento antes de que la boba de Yvonne apareciera para ser tu nuevo juguete, sabes donde encontrarme, te esperaré todo el tiempo que sea necesario.

Atte. El amor de tu vida, Rafael."

Mis ojos no podían creer lo que estaban leyendo, ¿quien demonios era el tal maestro de Rafael?, ¿y quien era la tal Yvonne de la que hablaba en la carta?

No podía reconocer al Rafael que había conocido hace poco en esta carta, el único que hablaba aquí era el becario de un asesino en serie en ascenso.

Abrí el otro pedazo de papel y leí lo que parecía otra carta, pero en esta la letra era diferente, en algún lugar había visto esa hermosa letra:

"Rafael.

Abstente de escribirme cartas estúpidas, no es necesario que dejes rastro de lo que los dos sentimos, sabes que si descubren que tu y yo estamos saliendo tendremos problemas, dos hombres no se pueden amar libremente, es un pecado lo que tu y yo hacemos cuando estamos solos, pero aun así deseo seguir haciéndolo en secreto.

Recibirás tu castigo cuando te vea por lo que sucedió con Yvonne, no esperes que sea muy placentero, pero aun así prometo que será memorable para los dos. En cuanto a lo de escapar, no sería mala idea, aun así tengo asuntos que arreglar con mi nuevo juguetito, incluso podría ser entretenido que los dos nos divirtiéramos con ella, ya sabes el tipo de juegos que me gustan, y se que a ti también te gustan, esperemos que la zorra de Yvonne se muera de placer, sabes a que me refiero.

No quiero que estas cartas sean vistas por nadie más, solo tu y yo, como siempre, así que quiero que las quemes en cuanto las recibas.

Te espero en mi casa el siguiente Marte a la 1 de la mañana, ven preparado, sabes como me gusta tomarte.

Atte. E."

Las cartas me habían revuelto el estomago, por lo que estaban diciéndose en ellas, lo mas probable es que la chica llamada Yvonne había esto involucrada con el hombre con el que Rafael salía, y esta también era la razón por la que se había ganado el despreció de este mismo. Solo esperaba que la chica no resultara herida gracias a estos dos maniacos.

Con el teléfono tomé fotos de las cartas y la caja de herramientas lo más rápido que pude, noté que Ana me había enviado un mensaje, pero no le preste atención, probablemente habrá leído mi mensaje y ahora mismo esta regañándome por salir sin permiso.

Puse todo en su lugar y regresé la llave a su lugar, si alguien que nunca había estado aquí aparecía no notaría que yo había estado aquí, pero si fuese en el caso contrario, y alguien que si había estado aquí apareciera, yo estaría en peligro, debía dejar todo en su lugar y de manera en que pareciera que nadie además de Rafael había tocado algo dentro de la casa.

Justo cuando estaba a punto de salir escuché el sonido de un motor apagándose enfrente de la casa. Me quedé quieta y rogué por que fuesen los vecinos.

La adrenalina corrió por mi cuerpo en segundos, fui a la ventana de la sala que daba a la puerta de la entrada, y apartando un poco las cortinas vislumbré una sombra alta salir de un auto negro al otro lado de la calle, se aproximó rápido y sigilosamente, parecía un profesional moviéndose dentro de zona enemiga listo para atacar sin que nadie se diera cuenta.

Tomé mi teléfono y envíe el mensaje que había dejado en borrador para Darío, realmente esperaba que él, Pedrito o incluso Kaori llegaran pronto, porque si no lo hacían algo me decía que me encontrarían muerta en esta maldita casa.

La casa de Rafael no me gustaba para nada, me sentía como un gato encerrado en una jaula, quería irme pero no sabía por donde, en realidad no había salida, la casa solo tenía una entrada, y las ventanas tenían unas barras de metal horribles que impedían a cualquiera salir o entrar.

En ese momento mi cerebro entro en modo supervivencia, debía de hacer lo que fuese para salir de esta casa con vida, busqué en mi mochila el destornillador que había traído conmigo, después busque la navaja suiza en mi suéter, y una vez estuve armada me preparé para lo peor.

Me puse detrás de la puerta de la entrada y esperé a que se abriera.

El sonido metalico golpeando la puerta no hacía mas que aumentar la adrenalina en mi cuerpo, sabía que si la persona que estaba detrás de esa puerta era el asesino de Kathe yo estaría muerta en cuanto me viera en esta casa. Actuaría lenta y sabiamente aunque mi cuerpo estuviera lleno de energía, esperaría que abriera la puerta y dejaría que entrara, si no me veía al pasar por la puerta esperaría el momento oportuno para salir corriendo por la puerta y una vez en la calle gritaría a todo pulmón que la casa estaba incendiándose, era la única manera de hacer que alguien llamara a la policía.

Clic.

La cerradura de la puerta se abrió, lentamente la puerta también fue moviéndose para dar paso a un tenue rayo de luz proveniente del exterior, cuanta más luz entraba, mi corazón bombeaba mas sangre.

De repente la puerta fue empujada bruscamente y no tuve de otra que poner las manos para protegerme del golpe de la puerta, esto solo firmaba mi sentencia de muerte, el asesino ya se abría dado cuenta de que estaba ahí e iría a por mi en segundos, actué antes que él, salté a un lado y justo enfrente de la silueta negra que se alzaba en el umbral de la puerta.

—¡Muere hijo de fruta! —grité empuñando el destornillador y la navaja suiza con uno en cada mano con todas mis fuerzas.

Pero antes de que alcanzara a mi enemigo con mis armas improvisadas, me di cuenta de quien era el que estaba parado frente a mi.

—¡¿Que rayos?!