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Capítulo 20

—Fuiste un total imbécil —mi voz fue clara y no vacilé ni por un segundo en decirlo.

Darío no pronunció ni una palabra, solo siguió manejando, no me miró ni de reojo, fue como si no me hubiese escuchado.

—¿Me escuchaste?, fuiste demasiado lejos con Rafael, no tenías que haber hecho eso —aun no hubo respuesta, solo silencio.

De repente estábamos bajando la velocidad, Darío se estacionó justo en el mirador donde habíamos interrogado a Sofía y Erick, solo había un faro de luz y las luces de nuestro pequeño pueblo natal quedaron frente a los dos.

—¿Ha si?, ¿fui un imbécil? Pues tu fuiste una adolecente tonta al salir con un chico que poco conoces justo cuando estamos detrás de un asesino que ya te a amenazado junto con mi hermana —me increpó Darío levantando la voz.

—¡Rafael no es peligroso, es un chico genial y no se merecía lo que le dijiste! —esta vez le grité con todas mis fuerzas— ¡Aquí el único neandertal eres tu!

Mi furia no cabía en el auto, así que abrí la puerta y salí, caminé unos pasos hasta que sentí como una mano tomaba la mía.

—¡¿Por qué tienes que ser tan testaruda y hacer lo que se te da la gana cuando se te da la gana!? ¡¿A caso no te das cuenta de que me preocupas un montón!? —gritando a la orilla de la carretera el aire parecía entender nuestro estado de animo ya que no dejaba de soplar, estaba comenzando a hacer frío, y la noche nos había dejado abrigados bajo la única luz de un faro del mirador a kilómetros del pueblo.

—¡Pues deberías dejar de preocuparte por una adolecente tonta, a final de cuentas no eres responsable de mi! —su mirada estaba puesta en la mía, su mano no me había soltado, y él comenzaba a respirar pesadamente.

—¡Ese es el maldito problema! ¡No logro sacarte de mi cabeza!, ¡y pensar en que estas con otro chico me preocupa mas que el maldito asesino que perseguimos! —las palabras de Darío me dejaron sin palabras, no hacía mucho que lo conocía, pero sentía como si fuese así.

Una presión cálida en el pecho me dejó sin aire, una revolución de emociones estalló en mi estomago, y no podía hilar palabras ni mucho menos oraciones coherentes.

—Y no se como, pero en menos de una semana me has llegado a gustar mas de lo que cualquier otra chica lo hizo en toda mi vida, no puedo entenderlo, pero si sentirme demasiado atraído por ti como para hacer esto.

Darío me beso, primero solo fueron nuestros labios uniéndose en un leve roce, delicado e inseguro, y después mis brazos se movieron con vida propia hasta rodear su cuello, me dejé llevar y comencé a corresponder su beso, en pocos segundos el me sostenía con fuerza por la cintura y yo me apoyaba en las puntas de mis pies para seguir besándolo como si no hubiese un mañana. Parecíamos estar totalmente perdidos en los labios del otro, todo a nuestro alrededor había desaparecido. Mi corazón explotaría en cualquier momento, y mis mejillas estaban tan calientes que ya no las sentía.

Cuando nos quedamos sin aire nos separamos, aun estábamos abrazados y parecía imposible, al menos para mi, soltar sus cálidos brazos. Sus ojos fueron a los mios en seguida, parecía tan agitado tratando de jalar aire como yo.

—¿Debería pedirte perdón? —me preguntó Darío sin soltarme.

—¿Por el beso?, ¿o por arruinar mi noche y ponerme en vergüenza con Rafael? —suavemente Darío soltó mi cintura y yo su cuello, nuestras manos se unieron por instinto, y ya no parecíamos tener energía para discutir sobre Rafael.

—De lo primero no me arrepiento, de lo segundo ... —pensó por un segundo y luego dijo— debo admitir que me comporté como un grandisimo idiota.

Al fin aceptada su actitud irracional, los dos nos dimos cuenta de donde estábamos.

—Creo que es peligroso estar aquí a esta hora —no hacía falta mirar mi reloj para darme cuenta de que eran casi las 10 de la noche, y mi madre me mataría si llegaba después de las 10:30, debíamos movernos si no quería estar castigada toda la semana siguiente.

—Tienes razón, vámonos ya —Darío me llevó hasta la puerta del auto y la abrió por mi.

El ambiente en el auto después de aquel beso no se sentía extraño, era cómodo, las luces de auto en la oscuridad iluminaban la silueta de Darío resaltando su mandíbula y nariz, el silencio que nos rodeaba era tranquilizante, como si estuviera en casa adormilada después de regresar de la escuela, juraría que podría quedarme dormida mirándolo manejar.

—No deberíamos decirle a nadie sobre esto —le propuse refiriéndome a lo que sea que acababa de suceder, cosa que aun no tenía claro que era.

—¿Por qué?, ¿te sientes avergonzada de decir que estamos saliendo? —me cuestionó Darío con el ceño fruncido, su voz se notaba confundida.

—¿Estamos saliendo? —hablé con una sonrisa tonta.

—Claro que si, bueno, si tu quieres —al inicio sonó mandón, pero al final me dio ternura como su tono cambio a un "bueno, si tu quieres" tímido e inseguro.

—Si quiero, pero no se como se lo tomará Marceline, apenas nos conocemos y parece que vamos muy rápido —dije sentándome bien en mi asiento, mirar a Darío requería que estuviese prácticamente recostada sobre mi brazo izquierdo para contemplarlo en todo su esplendor.

—A mi me parece mas como si fuésemos en cámara lenta todo este tiempo —despegó su mirada del camino para sonreír de lado, sus ojos brillaban, no se si solo era por las circunstancias, pero parecía un Darío mas relajado.

—Si, pero los demás no creerán eso —no soy el tipo de chica al que le interese la opinión de los demás, pero vivo en una sociedad, y se que muchas veces el peso de las miradas y comentarios afectan a las personas de la peor manera—. Además de que eres mucho mayor que yo.

Mis palabras lo hicieron mirarme con los ojos muy abiertos, lo había hecho recordar ese pequeño detalle, era la amiga de su hermana menor.

—Dime que tienes 18 —su miedo me hizo reírme ruidosamente, ¿a caso el señor justicia tenía miedo de violar la ley al besar a una menor de edad?, su expresión era tan graciosa que quería burlarme de él un poco.

—No te preocupes, no le diré a nadie —le guiñé un ojo, eso no lo tranquilizó en lo mas mínimo, cosa que me hizo reír con fuerza.

—Alexis, puede que sea gracioso para ti, pero de verdad podría ir a la cárcel si tu o tu familia quisiesen, necesito que me digas que edad tienes —el señor justicia definitivamente estaba preocupado.

Estábamos a punto de llegar a la casa de Román, no me sorprendió que estuviésemos dirigiéndonos hasta ahí, después de todo el chico había descubierto otra pista en el teléfono de Kathe. Según Marceline y Román, era sumamente necesario reunirnos ahora mismo.

—Puedes relajarte, tengo 18, soy casi un año más grande que Marceline —mis palabras parecían ser lo suficientemente tranquilizantes como para que Darío dejara la postura tensa que se había formado cuando mencionó el tema de la edad.

—Bien, aun así estoy de acuerdo con que deberíamos esperar un poco mas para hacer publico lo nuestro —dijo cuando apagó el auto frente a la casa de Román, se acercó desde su asiento hasta mi y volvió a hablar, esta vez con la voz mas ronca y en un susurro, como si tuviera la creencia de que alguien podría escucharnos.

—Por ahora podemos disimular —su nariz casi tocaba la mía, podía ver entre la oscuridad y la luz del faro fuera del auto como sus ojos se volvían mas profundos, una profundidad que me atraía.

Estaba tan absorta en sus ojos que no me di cuenta de que había estirado su mano hasta mi puerta para abrirla, el sonido me alertó y él solo elevó la comisura de su boca mas arriba de lo que ya estaba. Salí del auto después de Darío, y lo seguí mientras atravesaba la calle hasta la puerta de Román, nos abrió apenas llamamos y nos guío hasta su cueva, lugar donde ya nos esperaba Marceline.

—Al fin llegan, Román no quiso dar mas detalles hasta que estuviéramos todos —se quejó mi amiga mientras se cruzaba de brazos y miraba mal a Román.

—Habla rápido Román, si no estoy en casa en menos de 20 minutos mi madre me mata —le apuré luego de recordar la hora que era.

—Ok, para resumir encontré fragmentos de un mensaje enviado por Fabiola a Kathe, no es comprensible, pero estoy seguro de que es importante, y borró mas de uno —aseguró Román.

Caminó hasta su computadora y nos mostró la captura de pantalla de un mensaje incompleto:

"¿De verdad lo am$R /U! )$#%@" #"$&/ )HF=? &T0$#$HI"

El final del mensaje no tenía ningún sentido, parecía que alguien solo había presionado teclas al azar y lo había enviado, pero el principio de este era llamativo.

—Parece que Fabiola le reclamó a Kathe por estar enamorada de alguien más — Román confirmó lo que pensaba mirándonos expectante, como si esperara que nosotros pudiéramos tener respuestas a aquella sopa de letras en su pantalla.

—Les debo una disculpa, no creo poder recuperar los mensajes borrados, el teléfono esta en muy malas condiciones, apenas si pude revivir lo, no creo poder revivir mensajes borrados —balbuceó Román mientras desconectaba una memoria de su computadora y se la daba a Darío.

—No tienes por que disculparte, nos haz ayudado un montón —dije tratando de hacerlo sentir mejor.

—Si quisiéramos saber que decían los demás mensajes borrados tendríamos que conseguir el teléfono de Fabiola.

Román parecía decirlo a forma de broma, como esperando a que nos riéramos porque no robaríamos un teléfono, pero en mi cabeza, y al parecer, en la cabeza de Darío y Marceline, eso era una posibilidad digna de tener nuestra buena fe, al fin y al cabo era una buena manera de saber que era lo que decían aquellos mensajes borrados.

—Los mensajes solo fueron borrados del teléfono de Kathe —pensó en voz alta Marceline mientras miraba al vació—, pero dadas las circunstancias Fabiola pudo haber borrado todo de su teléfono, ¿podrías recuperar mensajes borrados de un celular en buenas condiciones?

Sabía a donde iba Marceline con aquella pregunta, si solo un mensaje tan escandaloso como los que habíamos leído en el teléfono de Kathe salía a la luz, Fabiola sería una de las principales sospechosas. Podría jurar que Fabiola estaba al tanto de que aun no encontraban el teléfono de Kathe, o al menos estaba nerviosa de solo pensar en ese pequeño aparato electrónico, si alguien le hiciese preguntas estaba segura de que la joven secretaria estallaría y diría todo lo que sabe.

—No vamos a robar un teléfono —se negó Darío desde detrás de mi—. Presentaré todas las evidencias y la interrogaremos en la estación de policías, tengo a alguien que podría ayudarme diciendo que él se encargó de hacer el trabajo que hizo Román.

No podía discutir sobre eso con Darío, sería mas fácil que la policía la interrogara y ellos mismos revisaran su teléfono, había sido apresurado pensar en robarlo.

—Esta bien, pero promete que nos contarás todo lo que Fabiola le diga a la policía —exclamó Marceline dándose por vencida con su idea de robar teléfonos de secretarias.

—Saben que lo haré, solo mantenganse al margen y no hagan nada ilegal —nos pidió Darío tomando el teléfono de Kathe de la mesa de Román, donde había estado todo este tiempo envuelto en la bolsa que yo le había asignado—. Ahora tenemos que irnos, se supone que tu y yo solo iríamos a comprar la cena, y Alexis no debe llegar después de las 10:30.

Román apagó el monitor de su computadora y caminó por enfrente de nosotros para llevarnos a la salida, nadie dijo una palabra, y cuando Román estaba a punto de cerrar la puerta de su casa Darío dijo:

—Espero que no hayas hecho copias de la información del teléfono, esto te podría poner en la cárcel, o en dado caso de que el asesino te encuentre, en una tumba —el señor justicia en acción, no me sorprendía que advirtiera de aquella manera a Román, después de todo era el chico que le gustaba a su hermana menor y un adolecente que repentinamente ayudaba con una investigación de homicidio.

—La única información que se a guardado de ese teléfono esta en mi cabeza, además —alardeó Román con una sonrisa como si supiera algo que todos los demás no—, estoy preparado para cualquier loco, no me tomaría por sorpresa porque me se cuidar las espaldas.

Román hizo un pequeño movimiento de cabeza acompañado de sus ojos que nos hizo darnos cuenta de un punto rojo parpadeante justo encima de nosotros, definitivamente era una cámara, no era perceptible hasta que te lo señalaban. Estaba claro que Román no se estaba tomando todo este asunto a la ligera.

Llegué a casa justo a tiempo, mi madre no me dijo nada, mi hermana si parecía haberlo notado todo. Apenas entré me miró con una ceja elevada como preguntándose a si misma si había visto a un auto recogiéndome y a otro diferente dejándome.

"¿Tuviste dos citas o el chico quería impresionarte cambiando de auto?" El mensaje de mi hermana llegó tan rápido como me senté en el sillón junto a mis padres viendo la televisión.

"Marceline me trajo, larga historia" Le conteste esperando que cesara su interrogatorio sobre mi rara cita.

—Y bueno, ¿a donde fueron? —preguntó mi madre sacándome inadvertidamente de mi conversación con Ana.

—Al cine, y después a cenar —contesté rápidamente.

—Bueno, mientras no hayas regresado con hambre, todo esta bien.

—¡Mamá! —grité ofendida y asqueada al mismo tiempo, no podía creer que mi madre pensara que era una chica fácil.

Ante mi reclamo, mi madre y mi padre soltaron una carcajada que resonó en toda la sala, mi hermana solo sonrió con todos los dientes, y para agregarle pólvora a su gesto, movió las cejas de arriba a abajo.

Al día siguiente me sentía como un pequeño gato enjaulado, era sábado por la mañana y caminaba de un lado a otro en mi habitación, ya había limpiado cada rincón para quitarme la ansiedad de saber que decían los mensajes borrados del teléfono de Kathe, tal vez un de los mensajes borrados delataba al asesino, o incluso a la misma Fabiola. Mi incertidumbre se vio interrumpida gracias a mi teléfono sonando para avisarme de una llamada. Era Marceline, justo a tiempo para no volverme loca.

—¿Hola, ocurrió algo? —pregunté desesperada.

—Ocurre todo, no tienes ni idea.

¿A que se refería con todo?

—¿De que hablas?

—Le robé el expediente del caso de Kathe a Darío, se fue temprano a la hacienda de Erick y dijo que después iría a la comisaría para decir que acaba de encontrar el teléfono, así que aproveché y entré en su habitación para ver lo que encontraba.

Mi amiga se movía rápido, y no la culpaba, yo habría hecho lo mismo en su lugar.

—Los informes de todo el caso no tienen sentido, hay manchones con pluma en las horas y fechas, se contradicen por todas partes, desde la hora de llegada a la escena del crimen, hasta en los nombres de los policías que llegaron primero.

Sinceramente, no me sorprendía mucho, en un pueblo como en el que vivía no había mucha experiencia en casos de asesinato, no recordaba uno antes del homicidio de Kathe.

—Y tal vez solo sea la incompetencia por la falta de experiencia, pero hay algo que tiene menos sentido en todo esto, el informe de la autopsia, el forense determinó su hora de muerte alrededor de las 6:40 de la mañana por arma de fuego, según los informes de los interrogatorios que se hicieron a todos los que estuvieron presentes cuando descubrimos el cuerpo de Kathe, su cadáver cayó del ático aproximadamente a las 7 de la mañana.

La voz de Marceline se cortó, mi amiga se había quedado sin habla, mi estado de shock también era evidente, apenas si podía respirar por la densidad del aire que me rodeaba, el informe de la autopsia solo nos había hecho tener mas dudas, ¿como había hecho para asesinarla minutos antes de que la encontráramos y aun así no verlo cuando había tantas personas en aquella casa? Todo apuntaba a que el asesino era un camaleón, o alguien a quien conocemos y estuvo en la fiesta, de esta manera no levantaría sospechas por vagar por la hacienda como si no hubiese ocurrido nada.

—¿Te das cuenta?, probablemente vimos al asesino salir de la hacienda justo después de asesinar a Kathe —balbuceé reteniendo las lágrimas detrás de mis ojos, no era momento de llorar, era momento de pensar.

—No la asesino en el ático —mencionó Marceline con voz sombría.

—¿Como lo sabes? —algo en mi no quería saber la respuesta, pero esta respuesta podría arrojar mas luz sobre el asesino que cualquier otra pista que hayamos encontrado antes.

—A Kathe le dispararon en la cabeza, no había fragmentos del cráneo o sesos en las paredes del ático, solo sangre en el piso que demuestra que la arrastraron, además, por la trayectoria de entrada que tuvo la bala se supone que las paredes deberían estar manchadas, pero no hay nada de eso en el ático —Marceline había leído todo el expediente, por como hablaba, estaba segura de eso.

Un nudo en la garganta me dejó toda la información que Marceline me estaba lanzando.

—Entonces no la asesinaron en ese ático, solo llevaron su cadáver ahí, pero ¿por qué justo encima de un montón de adolecentes con resaca?, pudo llevarse el cadáver a cualquier otro lugar lejos de posibles testigos —alejando los pensamientos de que estábamos hablando de la muerte de mi mejor amiga, continué pensando en las razones y motivaciones del asesino o asesina.

—No lo sé, es todo muy extraño, la investigación de la policía no tiene ni pies ni cabeza, y la brutalidad del asesinato solo nos dice que el o la psicópata que asesino a Kathe es demasiado violento, todo indica que fue un crimen de odio.

—¿Violento?, pero solo le disparó ¿no? —seguí haciendo preguntas temiendo lo peor.

—Me hubiese gustado que así hubiera sido, pero hay un montón de signos de tortura en el cadáver de Kathe, fue una barbarie, la persona que lo hizo no es humana.

Por un segundo me mareé, no podía procesar las palabras de Marceline, no podía ni imaginar lo que mi amiga había sufrido antes de morir, la persona que lo había hecho no solo la había asesinado, se había divertido haciéndola sufrir.

Un sollozo muy bien guardado en mi pecho se escapó, me tapé la boca y traté de hacer el menos ruido posible, no quería que mi familia se enterar de lo que estaba hablando por teléfono.

—¿Alexis, estas bien? —escuché la voz de Marceline al otro lado, se notaba que ella era mas fuerte que yo, no lloraraba, aun así podía escuchar como sorbía mocos discretamente—. Escucha, no pienses en que hablamos de Kathe cuando hablamos del cadáver, imagina que estamos hablando de un caso que vimos en la televisión, así será mas fácil de llevar.

—Esta bien, puedo con esto —dije sentándome en mi cama para tratar de respirar lo mas que pudiera—. Marceline, tenemos que atrapar a ese o esa psicópata de mierda.

Después de escuchar que alguien había torturado de manera inhumana a mi amiga, estaba segura de que no lo dejaría escapar tan fácilmente, incluso si esto me llevaba toda la vida, encontraría al culpable.