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Vica

Pareciera que llevara una eternidad dormido. Mi visión estaba aclarándose mientras mis parpados se abrían una y otra vez. Una vez abiertos y mi visión fue aclarada pude contemplar un claro y hermoso cielo azul. Sentía mi avatar entumecido, pude confirmar que mi barra de HP estaba al verde y completamente llena, la brisa del viento golpeaba mi rostro y mi equipamiento de aventurero. Seguía en Aincrad.

— Tienes el sueño muy pesado, Kiboy

La voz de Argo me hizo girar la cabeza, ella estaba con su espalda recargada en un árbol a la cercanía. La sombra de aquel se proyectaba hasta mi lugar de reposo. Solté un pequeño suspiro relajante. Otro par de jugadores se encontraban presentes en los alrededores conversando entre sí, era el escuadrón que había venido antes al rescate y sin darme cuenta eso me ocasionó una pequeña sonrisa en el rostro. Significaba que todo estaba bien. Incluida la niña quien ya estaba despierta hablando con un joven de cabellera azul. Al instante en el que los vi recordé los sucesos anteriores, había sido una batalla intensa. Suspiré tranquilamente mientras observaba los rostros de todos, uno a uno. Al único jugador que esperaba encontrar además de la presencia de Vica, era a aquel que salvé en el calabozo. Debió escapar a tiempo. Pasaron segundos desde que salió corriendo a través de los pasadizos de aquel oscuro calabozo hasta que llegaron los refuerzos.

— Oye, Argo. —me levanté del suelo mientras buscaba a esa persona con la mirada. De cierto modo me avergonzaba no recordar siquiera su nombre. ¿Por qué no lo recordaba?

— Dime. —asintió claramente interesada por mi forma de buscar.

— Falta alguien.

— ¿Quién? Estamos todos. Diabel y su grupo, la niña y tú.

Argo me miró con incredulidad fijamente. Yo la observaba confundido.

— Estoy hablando del hermano de la niña. ¿Dónde está él?

— Oh…

La rata suspiró mientras hacia una mueca al respecto.

— Tú estabas con él, debió morir en ese instante, ¿no? Por eso llorabas.

¿Estaba llorando? Pero no recuerdo derramar ni una sola lagrima… Creo que fue en el momento cuando estaba lamentando que moriría.

— Él escapó, logró escapar, yo vi que se fue a través del pasillo.

Juraba que había sido así. Después de todo, esa fue la orden que le di y vi que la estaba cumpliendo. Incluso me había gritado que nunca iba a olvidarme, incluso él sabia que iba a morirme y él iba a sobrevivir.

— Kirito, cuando entré con los muchachos no vi a ningún jugador corriendo de regreso en el calabozo a excepción de puros monstruos… No me digas que…

Argo pareció percatarse y yo también. El muchacho que había sonreído y había sido rescatado al final murió a causa del desmayo en pleno calabozo rodeado de monstruos sin nadie que pudiera ayudarlo, en ese momento supe que había cometido un error al decirle que escapara. Si se hubiera quedado conmigo pude haberlo protegido mientras la ayuda llegaba, pero escapó, corrió hasta donde pudo llegar y al desmayarse, los monstruos de la zona debieron acribillar su cuerpo sin piedad hasta que su HP llegó a cero Murió solo. ¿Qué sentido tuvo entonces quedarme ahí a luchar contra todos esos monstruos? La niña aún decaída me miraba fijamente con el rostro decaído y yo la miré a ella, con mis ojos cristalinos, no soporté tanto poder verla así que mantuve mis ojos lejos de ella. No tenía el derecho de mirarle el rostro.

— Lo siento… Yo no pude…

— No pudo ni podía hacer nada nadie Kirito. —respondió Argo amargamente.— No pudiste salvar a ese jugador porque fuiste muy débil.

Eso realmente me había hecho enojar, alcé la mirada hacia ella mientras sentía como las lágrimas se deslizaban acariciando mis mejillas. Antes de que pudiera reclamarle al respecto ella logró interrumpirme.

— Y yo no pude hacerlo porque fui demasiado lenta.

Se acercó a mi lentamente y se sentó en cuclillas frente a mí, quien seguía sentado en aquel pastizal. Darnos cuenta de este detalle hacia que todo lo que habíamos hecho fuese en vano. ¿Qué sentido tenía haber casi sacrificado nuestras vidas?, ¿Mi vida?

— No es culpa de nadie. —dijo la niña que esta junto a nosotros. — Esto fue decisión suya. Mi hermano hizo todo para salvarme y decidió poner su vida en lugar de la mía.

El hombre de cabello azul la miraba mientras se dedicaba a abrazarla, todos en ese momento teníamos una espina clavada en lo profundo de nuestros corazones y almas. Cada día cientos de jugadores mueren y no había ni siquiera indicios de encontrar por lo menos una ruta hacia las puertas del primer jefe. La esperanza que tenían los jugadores era nula. De no encontrar ni siquiera esas puertas la moral bajaría hasta el punto donde ningún jugador se atreva a salir fuera de la seguridad del pueblo de los inicios.

— Si tu hermano se sacrificó, fue por una buena razón. —habló aquel peli azul que lleva por nombre Diabel— Él te ha regalado tu vida y ahora, es tu deber como su hermana menor continuar con ella. ¿De acuerdo, Vica?

La menor simplemente no pudo evitar explotar en llanto agachando su cabeza recibiendo así el consuelo de aquel hombre que la abrazaba mientras ella dejaba que sus lagrimas se derramaran en aquel mundo virtual, donde terminaban desapareciendo poco después de abandonar su rostro con pequeños brillos casi imperceptibles. Lo mismo sucedía con mis lágrimas. Esta definitivamente no era una victoria. No se sentía así.

Horas más tarde nos habíamos relajado en una posada que yo había alquilado tiempo antes. Era el punto más cercano desde el calabozo pues, se ubicaba en la gran ciudad de Tolbana por lo que resultó mucho más eficiente que nos halláramos en mi hogar. Vica descansaba tranquilamente en mi cama. A Diabel, le acompañaba un colega suyo de cabello marrón oscuro llamado Lind. Si éste ultimo tuviese el cabello teñido de azul como el primero, no me sorprendería que revelaran al final que eran hermanos y aunque quisiera abstenerme de comentarlo en voz alta, aquellos dos realmente tenían unos rostros envidiables. Ambos lucían una belleza espectacular y radiante. En la sala de mi posada, Lind y Diabel tomaron asiento en uno de los sofás, Argo se mantuvo de pie frente a la puerta y yo me senté en una pequeña mecedora donde adopté una posición cómoda. Estuvimos un largo rato sentados y el ambiente no era otro más que uno tenso, Diabel con sus fugaces ojos azules me juzgaban, juzgaban mi aspecto descuidado y mi arma de alta clase y yo lo miraba a él de la misma manera. ¿Quién era? Y ¿Por qué me miraba así? Lind y Argo parecían desesperarse en la atmosfera, pero, mi contrincante de mirada en ese entonces y yo lo pasábamos de maravilla.

— Creo que ya es momento de hablar de lo que pueda estar sucediendo con nuestros avatares. —Diabel tomó las primeras palabras, lo cual cesó nuestro combate… Por ahora.— Las desconexiones son muy comunes últimamente. Argo, hasta ahora tú has sido una proveedora de información valiosa. ¿Hay manera de que puedas avisar públicamente a los jugadores que restrinjan sus cazas por un tiempo?

— Tendría que dar una razón convincente para ello, una muy fuerte. —respondió ella.

— No creo que haya necesidad de mentir con eso. —dije mirándolos a ambos. — Es la realidad y jugadores han muerto por estas desconexiones.

— Es cierto… Tantas desconexiones simultáneamente no puede ser una coincidencia. —Lind me apoyó y yo asentí un poco con la cabeza.

— Esto es lo que pienso. —los miré entrelazando los dedos.— ¿En serio creen que este incidente hará que nuestros cuerpos se queden en casa hasta el día en el que salgamos de aquí? Las autoridades seguramente ya se habrán movilizado y han comenzado a internarnos en hospitales para monitorear nuestros cuerpos.

Argo sonrió con un aspecto travieso.

— Entonces puedo encargarme de eso, basta con avisar a todos. Será pan comido.

— Empezaré a correr la voz. —respondió Diabel mirando a Lind.

Noté como el ambiente tenso y peligroso de la sala había cambiado. No sé si se debiera a que Argo y Lind tomaron posturas mucho más relajadas después de un largo suspiro al culminar nuestros planes y me quedé a solas con Argo. Un suspiro salió de mi cuerpo casi al instante en el que vi que la puerta del establecimiento donde me hospedaba se cerró.

— Por fin estamos a solas. —fueron las palabras que salieron de mi boca en ese momento.

— Ara… —musitó Argo con un tono coqueto.

Yo volteé confundido y ella parecía tener una mirada totalmente descarada que no pude entender en ese momento. Aclaré mi garganta.

— Creo que sería prudente añadirnos como amigos, podremos tener contactos más frecuentes de esa manera y sería más fácil comunicarnos por si algo así sucede.

— Que extraño. —dijo ella mientras caminaba deambulante alrededor de mi mecedora.— Pudiste haber sugerido antes eso y todos seriamos amigos y pudiéramos tener una armoniosa convivencia juntos. ¿Por qué no lo hiciste?

— Supongo que mientras menos amigos tenga mejor. —hice una mueca al respecto.

Argo me lanzó una mirada sospechosa y yo solo respondí desviando la mirada fingiendo estar distraído. Pasaron unos segundos incómodos donde lo único perceptible era una diminuta brecha de silencio que se apoderaba de la sala hasta que ella pareció resignarse con un claro silbido. No tendría ninguna respuesta de mi parte, solo de momento no quería tener contacto con aquellos dos.

— Ya veo. De acuerdo Ki-boy.

En el siguiente acto, ella desplegó el menú con sus dedos apuntado al aire, el característico timbre se escuchó y al estar pulsando uno que otro botón se desplegó una pequeña ventana frente a mi campo de visión, finalmente apareció un cuadro de texto; "Argo te ha enviado un a solicitud de amistad" con sus debidas opciones de aceptar o rechazar. Pulsé el botón que permitía la entrada a aquella diminuta lista de apenas solo dos personas.

— Te contactaré si necesito algo, eres un jugador fuerte y podrás hacer misiones que claramente yo no podría.

— Estás halagándome mucho, ¿te sucede algo?

Yo la miraba claramente confundido por su repentino cambio de actitud. Su tono seguía siendo irritante, pero hablaba con sinceridad.

— Kiboy, la mayoría de los jugadores no podrían soportar ni pelear contra una gran horda de enemigos así y mucho menos solo. Hay algo que me da miedo en ti… Usa eso para proteger a la gente de Aincrad, ¿ok?

Yo solo me quedé mirando por un momento sus ojos castaños, aquellos me miraban fijos sin pestañear. Percibía la determinación con la que me comunicaba esas palabras, no había dudas de que ella realmente confiaba en mí y lo que yo podría hacer por este mundo a pesar de mis deseos egoístas de supervivencia, ¿yo realmente podría ser capaz de proteger a la gente de Aincrad? Quise buscar esa respuesta en su mirada, pero una cortina de humo llena de mis dudas e inseguridades me impedía verla, al final simplemente asentí con la cabeza soltando aire profundamente en un largo suspiro.

— ¿Te ocuparás del anuncio? Estaremos en pausa por lo menos una semana o dos, dependiendo de como vayan los desmayos. Me quedaré cuidando de Vica hasta que encuentre algún lugar que sea mejor para ella.

— Hay más niños perdidos como ella lo está ahora Kiboy. —Comentó la rata con una sonrisa mientras sus pasos, la llevaban hacia la puerta de mi casa, abrió la misma tenuemente.— En la Ciudad de los Inicios hay un orfanato. Hay una jugadora que los cuida y los resguarda. Quizá Vica pueda estar ahí.

Iba a responderle, pero antes de que pudiera decir algo simplemente cruzó el umbral de la puerta y la cerró. Suspiré nuevamente mientras dejaba que mis brazos colgaran de mi cuerpo. Pasaron unos segundos antes de que recuperara mi compostura, di la media vuelta solo para ver a la niña despierta, mirándome inexpresivamente. Su mirada parecía estar perdida, vagando en pensamientos que quizá nunca pueda comprender, su luto estaba sucediendo.

— ¿Va a dejarme en un orfanato señor Kirito? —dijo la pequeña y yo, negué rotundamente la cabeza.

— Quiero asegurarme de que puedas sobrevivir, así que te entrenaré y después podrás cuidar de los otros niños también. Es necesario que sepan pelear. No sabemos si las defensas o el código de protección que tienen las ciudades exista para siempre… Pero te prometo que lucharé hasta el final de este juego para sacarte de aquí.

No lo pude hacer con su hermano, pero al menos con Vica podría hacerlo. La cuidaré como a mi hermana, la entrenaré y le enseñaré a defenderse de los monstruos y entonces podrá finalmente hacer su camino. Ella me sonrió mirándome y yo no pude hacer más que corresponder con otra sonrisa que se dibujó en mis labios, la vi desaparecer poco después al sumergirse una vez más en la habitación para descansar y yo caminé a través de la sala sentándome sobre aquel acolchonado sofá individual. Mis oscuros ojos se perdieron en el reflejo de la mesa de cristal que tenía delante.

— El mundo real no se ha detenido…