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En el escenario, los ojos de Vasili se iluminaron al escuchar la nueva oferta de Vasco. No podía estar más feliz de ver tal competencia por tres semillas podridas de las que sabía que no tenían ningún uso real.
En su palco privado, Vasco se rió al escuchar los asombrados suspiros del público. La empleada femenina, Marita, empezó a atenderlo de verdad.
—¿Qué mejor momento para hacerlo feliz que el presente, cuando estaba haciendo una oferta? —pensó Marita.
La casa de subastas había hecho obligatorio que el equipo de acompañantes femeninas atendiera a los invitados de facciones importantes. Era un método barato pero probado con el tiempo para obtener mayores beneficios.
Además, las paredes de vidrio podían restringir el sonido. La tecnología del palco permitía que el sonido solo saliera si era intencional. Ofrecía completa privacidad a los mecenas...
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