—Eres un humano cínico pero interesante. Tu perspectiva del mundo es similar a la mía —dijo la cara en las incontables grietas.
Kiba no respondió a este comentario.
—He sentido tu aura antes, y por eso te traje aquí —la cara continuó con tono áspero—. Desde entonces, sentí que eres especial... marcado por el destino.
Al escuchar las últimas palabras de que él era especial, Kiba empezó a reír. Era como si hubiera oído un buen chiste que lo dejó riendo sin parar.
La cara en las grietas se molestó por su reacción.
—¿Qué tiene de gracioso? —preguntó la cara.
Una aura dominante barrió desde las grietas y la tierra alrededor de la pagoda comenzó a temblar. El cielo se retorcía con sonidos estridentes.
—Disculpas, pero me has traído algunos recuerdos —dijo Kiba con una expresión compuesta—. Hace años, cuando vivía como un mendigo, las palabras que pronunciaste eran a menudo utilizadas por mí.
—¿Eras un mendigo? —los ojos de la cara alienígena se llenaron de asombro.
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