Todos ya habían abandonado la sala, pero Ezequiel permaneció sentado en su silla mientras miraba a Tarah, quien también estaba sentada no muy lejos de él. Aún no podía creer cómo Tarah había encajado dos de las descripciones de Beirut en la mujer que supuestamente debía evitar.
—¿Qué clase de broma es esta? ¿Debería evitar a la vidente que puede ayudar a nuestro reino? ¡Esto es tan insensato! —Ezequiel murmuró sus pensamientos para sus adentros. Por primera vez en su vida, se sintió indeciso sobre qué hacer. Simplemente no podía tomar una decisión firme sobre el asunto. Si debía alejar a Tarah o no, estaba simplemente más allá de su alcance en ese momento.
Suspirando fuertemente, se levantó y le dijo a ella —Sígueme a mi tienda.
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