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Cap. XXIII

ʚ Los sencillos placeres de la vida ɞ

 

Una vez más presentamos a James y a Nicolás como mejores amigos desde la infancia. En esta ocasión, desde el inicio.

James había sido colocado en una escuela publica por ordenes de Salomón. Quería que su hijo viese lo afortunado que era de haber nacido en el seno de una familia adinerada, viese las miserias de los otros y rechazase a cualquiera que estuviese por debajo de su nivel social. Tom también había sido colocado en la misma escuela para acompañar a James, pero no estaba feliz de las condiciones en que se encontraba la escuela. Le pareció repugnante.

Habían más de quinientos niños en la escuela y por cada aula debían entrar por lo menos unos sesenta, sin excepciones, de no haber asientos ocupaban el suelo, pero allí debían estar todos. James pasó los primeros tres años tal y como Salomón deseaba. Cada día al regresar a casa se quejaba de algo nuevo. Aborrecía a sus compañeros, maestros e incluso la propia institución y demandaba ser cambiado a una mejor escuela para él, pero su padre rechazó la petición diciéndole que era por su bien.

Siendo de clase alta sus compañeros le robaban utensilios, le pedían comida o dinero y andaban detrás de él en cada oportunidad a ver si algo se le caía de los bolsillos para recogerlo. Los maestros lo halagaban, consentían y pedían que hablase muy bien de ellos delante de su padre, cuando este venía James observaba el mismo comportamiento infantil de sus compañeros en ellos. Admiraba la seriedad de su padre, la manera tan relajada en lidiar con ellos y deseaba ser tan poderoso como él. Estando muy enfermo y bajo cuidados excesivos dudaba que un día lograría a ser como su padre.

El diecisiete de noviembre fue el día que despertó un nuevo sentimiento en James, que calentó su interior en esa fría tarde. Estaba esperando fuera de las instalaciones a que lo recogieran sus guardias, pero ya había pasado más de una hora y nadie llegaba. Se encontraba solo sentando en una plancha de cemento, parecía una rampa a medio construir. Jamás se había quedado solo en esa zona y comenzaba a inquietarlo. Las casas alrededor se veían desechas, con animales de granja y probablemente enfermos. Deseaba irse pronto, la tardanza comenzaba a afectarlo en forma negativa, pero no se permitía tener miedo y llorar a pesar de que deseaba hacerlo.

—¡No huyas, por favor!

James se asombró al ver un pequeño niño persiguiendo un gato. Se caía contra las rocas, se levantaba e iba corriendo detrás del felino. Al ver su uniforme se dio cuenta que también pertenecería a la misma escuela. Pensaba hablarle al menos para tener compañía, sin embargo, eso no fue necesario cuando el minino saltó hacia James y con él, Nicolás.

—¡Lo atrapé! —Alzó al gato que se rindió en sus manos. Nicolás le movió las patas delanteras como si estuviese bailando.— Ajá. Oh, sí. Ya no cenaste hoy. ¡No! No cenaste hoy. No, no, no cenaste hoy estás a dieta, ¿y?

—¿Podría bajarse de mí? Tengo un poco de tos y esto no me está ayudando en nada.

—¡Lo siento! —Exclamó sorprendido mientras se levantaba.— Oh, no. Tu uniforme está muy sucio y estás raspado. Sostén a Matenquilla, por favor. Te ayudaré.

—¿Mantequilla? —Inquirió con curiosidad al tener al gato en sus manos.

—Desde el primer día de clases he intentando atraparlo, pero se escaba de entre mis dedos como la mantequilla —respondió mientras sacaba de su mochila toallitas húmedas para limpiarlo—. Tiene muchos hermanos que se dejan acariciar, como Max Steel que ronronea en acción modo turbo cuando le haces piojito; XLR8... Que por cierto tuve que ver muchas veces Ben diez para pronunciar el nombre, ese gato es súper rápido y genial.

—Tiene mucha imaginación —comentó con sorpresa.

—Me hace muy feliz escucharte tratarme de usted. —Esbozó una sonrisa amplia.— Es como si fuese un caballero inglés y estuviésemos en Londres, en un pueblito y tú eres un lord de alta clase, y yo vivo en la granja con mi familia como un humilde campesino, pero shh —susurró—. Mantequilla no debe saberlo o me traicionará con Lady Bird y nunca me aceptará como esposo —expresó con dramatismo cubriéndose los ojos con el antebrazo.

—Pero aquí está Mantequilla.

—¡Voy a morir solo! —Gritó agitando los brazos y corriendo por un pequeño camino de tierra.

—¡Joven amo! —Llamaron desde un auto.

James se levantó limpiándose el polvo de las posaderas y observó a Nicolás, quien regresaba apresuradamente. Tomó a Mantequilla y sonrió.

—Gracias por limpiarme.

—Soy Nicolás, espero que tengamos más aventuras con Mantequilla... Joven amo —exclamó entusiasmado—. Estoy feliz de conocer a un lord de verdad. A puesto cinco galletas de chocolate a que te debes llamar James. ¡Ese es un nombre para hombres ricos!

Él se quedó boquiabierto al escucharlo decir su nombre. Nicolás rió al ver sus sorpresa y agitó la pata de Mantequilla.

—Nos vemos, James. Felices fiestas, vacaciones y un maravilloso fin de semana.

—Hasta el próximo año —exclamó con suavidad mientras esbozaba una pequeña sonrisa.

Durante las vacaciones, James pasó bajo cuidados intensivos por un problema con sus pulmones. Se le restringió la comida a una dieta muy rigurosa y poco apetitosa. Salomón contrató tutores para que su hijo aprendiera otros idiomas. James rápidamente había olvidado a Nicolás para concentrarse en sus estudios.

El próximo año, James y Tom estaban hablando en el recreo de la novia que hizo durante las vacaciones, Jen. Tom hablaba maravillas diciéndole que era el amor de su vida y que se casarían en el futuro. James estaba ansioso de ver eso, sabiendo cómo era de exagerado su amigo. Ambos fueron interrumpidos cuando visualizaron una tarjeta flotante. Dirigieron la atención al pequeño niño frente a ellos que alzaba una gran tarjeta con dibujos coloreados con crayones.

—¡Bienvenido a clases, James! Tardé muchísimo en encontrarte, pero aquí estoy. ¡Ten! Es para ti.

—¡Nico! —Llamó una maestra.— ¡Ven, no puedes estar con los mayores! ¡Ya lo sabes!

—La policía me encontró —exclamó angustiado. Le entregó la tarjeta y corrió en dirección contraria—. ¡El sur vivirá de nuevo!

—¡Nicolás! —Gritó la maestra yendo detrás de él.

—Ah, okay. ¿Quién era el rarito? —preguntó Tom confundido.— Jimmy, estás sonrojado. ¿Tienes fiebre?

—Estoy bien —respondió observando la tarjeta.

Nicolás los había dibujado en la plancha de cemento. Dentro de la tarjeta estaban todos los gatos que habían alrededor de la escuela, con sus nombres y qué tipo de comida los haría que se quedasen a jugar. Tom se asomó para ver y rápidamente frunció el entrecejo, no entendía lo que describía Nicolás y le pareció demasiado infantil.

—Vas a estar castigado sin recreo durante una semana —exclamó más relajada la maestra, cargando a Nicolás.

—Vamos —expresó desanimado—. Profesora Altagracia, le di de mis galletas.

—Si, pero yo vengo del norte.

—Ah —Soltó un grito ahogado.— ¡La escuela está comprada!

—Jimmy. —Tom lo observó con una ceja arqueada.— ¿Ahora te juntas con protestantes?

—No lo es —respondió bajo.

—¡Huyan! —Gritaba Nicolás mientras entraban a dirección.

—Está bien cu-cú.

Tom se apartó de James para estar con su nueva novia, dejándolo aún más solo de lo que ya se sentía, pero no hubo ningún problema después de una semana. Nicolás aparecía de un lado a otro evitando a los profesores. Él decía que ellos eran los policías opresores de una conspiración y él un hippie protestante que sabia toda la verdad. A partir de ese momento comían juntos en el recreo para hablar, aunque Nicolás era quien más hablaba para contar historias que se le venían al segundo por su mente.

—¿Usted qué haría si estuviese en mi lugar? —preguntó mientras comía un bizcocho.

—Estaría sentado en tu regazo, ¿no? —exclamó confundido. James le limpió la mejilla que se había manchado de salsa.— Mi lado gato goloso se descontroló con este sándwich.

—En realidad, me refería a si usted fuese yo —aclaró risueño.

—¡Ah! ¡Eso! —Dio una nueva mordida y pensó por un momento.— Aprendería muchos, muchos idiomas para entender a todas las personas; entrenaría karate... Bueno. —Se frotó la nuca un poco apenado.— No sé cómo se llama, pero eres muy flexible y combates con la gente. Se ve muy emocionante. Si fuese muy, muy fuerte entonces, no me tendría que preocupar de nada, porque defendería a mi mamá y a mi hermana de cualquier bandido que quiera lastimarlas. —Esbozó una gran sonrisa.— ¡Haría de todo si fuese tú! Compraría muchísimos libros, aprendería tantísimas cosas y alimentaria a todos los amigos de Mantequilla. Compraría una mansión para quedarme con todos los gatos del mundo. Hmm, ¿qué más haría?... Bueno, bueno, ¿qué no haría? ¡Hay tantas cosas que podría hacer!

—Me gustaría hacer alguna de esas cosas, pero estoy enfermo. —Torció su sonrisa.— Creo que solo puedo aprender otro idioma.

—James... ¡Tú puedes hacer lo que sea, porque eres tú! —Alzó los brazos.— Si eres muy, muy, muy fuerte, incluso tu enfermedad tendrá miedo y se irá. Así me enseñó mi hermana, que los rudos siempre atemorizan a otros, aunque no lo sean en verdad, pero nadie se mete con ellos. —Asintió varias veces con la cabeza.— Así me dijo.

—No funciona de esa forma.

—¿Y cómo lo sabes si aún no lo has hecho? —Ahogó un grito.— ¡¿Los ricos son hechiceros?! ¡¿Puedes leer mi mente?!... Ay, perdón. No debí pensar en gatos.

—No. No puedo leer mentes —respondió soltando pequeñas risas—. Simplemente, es imposible.

—¡Hay que intentarlo! Si es imposible, significa que nadie lo ha intentado antes. ¡James! —chilló de la alegría.— Podríamos ser los primeros en lograrlo. ¿Quieres intentarlo? Yo estaré contigo en todo tu entrenamiento y veremos juntos como sale corriendo tu enfermedad lejos de ti.

—Ah... ¿Habla en serio?

—¡Sí!... Perdón. —Se sentó bien con las piernas muy juntas, relajó su rostro mostrándose inexpresivo y optó una postura erguida.— Sí. Hablo muy en serio. —James estalló en carcajadas.— ¿Qué? ¿Lo hice mal?

—No —respondió tomándose del estómago—. Lo hizo bien. Me convenció, hay que hacerlo.

James se unió al equipo de judo; recibió clases de guitarra, saxofón, piano, ukelele, violonchelo, entre otros; estuvo en el coro del colegio y de la iglesia; aprendió a cocinar. Teniendo una postura en la alta sociedad decidió hacer de todo para no sentirse enfermo, débil y pequeño. Nicolás estaba a su lado con grandes sonrisas que se hicieron más reservadas con el tiempo, solo estando juntos se desenvolvían sus personalidades, que fueron privando del resto de personas. James sintió que Nicolás le había dado una perspectiva diferente de la vida y a él, le encantó tanto descubrir todo el potencial que podría tener, todos los placeres sencillos que la vida podía otorgar y fue gracias a Nicolás.

En la actualidad, Nicolás había cambiado por las nuevas influencias los primeros días, las mentiras de su hermano y madre, la distancia de su padre, las confesiones de sus amigos y tener en cuenta que Luis era un manipulador. Hablaba con James, pero se limitaba a platicarle de problemas personales o de sus voces cada vez que intentaba recordar. Nicolás no quería preocupar a nadie y fingía que todo estaba bien para no preocupar a Esmeralda; pensó que entre menos atención le diese a los problemas, serían insignificantes.

—Nico, ¿quieres ir por una malteada? —preguntó Luis.

—Oh, no tengo dinero —respondió revisando sus bolsillos.

—No te preocupes, yo invito.

—Luis, es muy amable de tu parte, pero siento que has estado gastando mucho dinero en mí.

—No me molesta hacerlo —exclamó suave. Se acercó extendiendo la mano hasta rozar con los dedos del contrario—. Te he visto y me preocupas. No comes, no duermes, te preocupas exageradamente de los exámenes, casi siento que te vas a volver loco o que te explotará una vena de la frente. Solo quiero cuidarte.

—Lo siento. —Suspiró bajando la mirada. Lentamente tomó la mano de Luis.— Perder la memoria no es divertido, solo quiero asegurar mi año. Es el último de bachiller y después la universidad. No quiero arruinar mi futuro.

—Tu futuro es muy brillante, al igual que tú —murmuró inclinándose.

—No. —Giró la cabeza de lado.— Luis, sigo sin sentir... algo. —Quiso soltarlo, pero el contrario entrelazó sus dedos con los suyos.— Luis...

—Si tan solo me besaras y aceptaras de que fui tu novio, las cosas estarían mejor para nosotros. ¿Por qué me tomaste de la mano?

—No lo sé —respondió con duda—. Solo... sentí que debía.

—Es tu cuerpo reaccionando. Podrás engañar tu mente, pero no tu corazón. —Lo soltó para ahuecar su rostro entre sus manos.— Mírame. Yo puedo cuidarte, amarte, protegerte de toda esta mierda...

—¡No te expreses así! —Se apartó.— Si algo que puedo recordar con claridad es que odio las palabras soeces, lo único que acepto escuchar o decir es...

—Maldita sea, demonios o cualquier cosa que tenga que ver con ellos —completó alzándose de hombros—. Lo sé. Te conozco muy bien, pero tú no quieres abrirte a la posibilidad de que cuide de ti. Deja de pensar tanto y escucha lo que sientes.

Luis se marchó dejando a Nicolás con el corazón acelerado. Dylan le había dicho que era un manipulador, por eso mantenía esa distancia. No obstante, sentía que Luis complementaba recuerdos muy distorsionados en su mente. El problema no era abrirse, era confiar plenamente en esa persona. Podría gritar todos sus problemas, pero quería que alguien real pudiese escucharlo y ayudarlo, no empeorar la situación. En ese momento, Nicolás ya no sabía a qué se debía su aceleramiento, si era por temor a confiar o Luis estaba diciendo la verdad y eran sus sentimientos hacia él. No reconocía el amor y esa sensación en su estómago cada vez que veía a Luis le hacía dudar. Al lado de James, una emoción lo revolvía de manera tan cómoda y tranquila, pero al mismo tiempo le hacía querer saltar y sonreír. Actualmente era su problema, el no saber cuál de esas dos sensaciones era el amor.

—¿Qué es el amor? —susurró para sus adentros.

James lo recogió después de clases. Nicolás venía arrastrando levemente los pies, con la mirada baja y por casi chocaba contra la puerta. Al entrar se sintió un poco mejor dentro del auto. Saber que se llamaba Xena le parecía muy original. James tenía planeado un recorrido por la escuela donde ambos estudiaron, le dijo que seria una buena idea para ir desbloqueando los recuerdos si iba a los lugares y exploraba un poco. Nicolás aceptó con la idea en mente de que eso podría ayudar a desaparecer aquella voz.

Al llegar, James visualizó un gato amarillo esperando encima de la plancha de cemento. Ladeó la cola al verlos. James sonrió cuando aparecieron pequeños gatos jugando entre ellos, sin perder distancia del gran gato viejo. Nicolás estaba maravillado por el simple hecho de que amaba los gatos.

"Mantequilla".

—¿Así se llama? —Lo observó asentir y luego señalarlo.— ¿Yo le puse ese nombre? —Nuevamente asintió.

Nicolás se acercó al gato que bostezo en cuando lo vio sentarse. Se le restregó y volvió a su posición para vigilar a sus crías. Los gatitos se erizaron al ver a Nicolás y corrieron esparciéndose por los alrededores. James tomó asiento del otro lado bajando la mano para que los pequeños pudiesen olfatearlo. Regresaron de sus escondites al ver la comida que James les ofreció. En poco tiempo apareció una gata que tomó lugar al lado de Mantequilla y ronroneó al ver a Nicolás.

—Max Steel era hembra... —exclamó anonadado al recordar ese potente ronroneo.— Al final, Mantequilla sí me rechazó y se casó con alguien más.

"¿Está ayudando?".

—Sí —respondió pasivo—. Estoy recordando la escuela... Cielos, era un hippie —exclamó avergonzado.

Entraron a la escuela que había sido abandonada cuando el gobierno dejó de prestarles ayuda para financiar otros institutos más importantes. Nicolás recorrió los pasillos recordando momentos especiales que vivió en ese lugar. No evitó sentir pena de sus acciones infantiles, pero se alegraba de recuperar fragmentos de su verdadera identidad. Al final, no fue un niño malo, solo muy soñador. Se detuvo frente a un pequeño jardín el cual estaba repleto de monte e insectos. James paró a su lado observando el mismo espacio.

"Aquí comíamos durante el recreo".

—Tú... —Se giró para observarlo detenidamente.— Lo hiciste. —Extendió la mano para tocarle el brazo.— Aprendiste judo, a tocar la guitarra... Ahuyentaste tu enfermedad.

"Usted se quedó a mi lado en todo momento".

—James... —Dudó bastante en hacer la pregunta, pero el contrario lo animó a hacerla.— ¿Qué es el amor?

James se sorprendió al escuchar la pregunta, sin embargo, no dudó en escribir su respuesta y entregársela. Nicolás esperó pacientemente a que terminase de escribir, ya que deseaba poder recordar ese sentimiento y a la verdadera persona a quien le pertenecía su amor.

"Amar a otra persona, como se ama a usted mismo. Chocar con otra mente y encontrar cada mañana algo nuevo que mantenga un interés latente; pero al conocer cada detalle posible, ser capaces de recrearse mutuamente todos los días con algo diferente que hayan aprendido uno del otro, hasta alcanzar la perfección. Lo cual es imposible, por lo que seria suficiente para toda una vida. No obstante, si es imposible significa que nadie lo ha intentado antes y puede aspirar a ser el primero en lograrlo".

—Me quedaré con esta hoja, si no te molesta —murmuró tembloroso. Pasó su dorso por sus mejillas para limpiarse las lágrimas que salieron al leer la respuesta—. Es una hermosa definición que quisiera leer cuando tenga dudas.

Nicolás alzó la mirada esbozando una pequeña sonrisa. James acababa de darle una respuesta en la que podría asegurar su bienestar y el de su corazón. Luis tenía la razón en que debía pensar menos y escuchar más lo que deseaba. Por el momento, ya estaría seguro de lo que debería hacer la próxima vez que tenga un encuentro con Luis.

De camino a casa, Nicolás estaba leyendo la definición de amor que le había entregado James. Él no podía ver el lado de Nicolás, por lo que no podía percatarse que estaba sonriendo y también llorando. Le había gustado mucho, que su corazón estaba acelerado. Una emoción lo invadía, dejándolo exaltado e inquieto en su asiento. No podía entender por qué estaba disfrutando tanto de ese párrafo.

Lentamente comenzó a sentirse pesado, como si el efecto de la felicidad estuviese pasando. La voz en su mente se hizo presente con las mismas peticiones de olvido. Nicolás se apoyó contra el marco para descansar un poco. Había recordado muchas cosas de su infancia en la escuela que pudo haber sido el causante de su malestar actual. Sin embargo, los recuerdos estaban apareciendo en grandes grupos intentando ser captados a la vez por Nicolás. No pudo alcanzar el brazo de James para que detuviera el auto ya que se desmayó por la gran presión dentro de su cabeza.

Nicolás comenzó a ser más reservado cuando su madre lo vio tan soñador. Cada día el papá de Nicolás jugaba poker con él, le enseñó el Solitario y otros juegos de cartas. Con el tiempo, terminaba los juegos en un tiempo récord y ganaba más jugadas con la experiencia. Su madre no aprobaba ese tipo de comportamiento por lo que tuvo una terrible discusión con su esposo delante de Nicolás. Fue la primera vez que vio a su madre tan enojada, que solo deseaba calmarla. Al día siguiente, no volvió a jugar con su papá y se quedó con su madre aprendiendo las tablas de multiplicar. Cada vez que se equivocaba su madre le daba un golpe en las manos. Así fue aprendiendo todo lo que sabía antes del accidente. Si conjugaba mal un verbo debía quedarse parado en una esquina con un balde de agua por encima de su cabeza, si lo dejaba caer había un castigo adicional.

Con éxito su madre logró encerrar al soñador de su hijo para que se concentrara en las clases. Las profesoras estaban más que complacidas por su desarrollo en las clases, pero sentían que algo no estaba bien cuando él dejó de jugar, protestar y relatar anécdotas. Nicolás se reservaba todo eso para sí mismo y para James, porque él nunca lo reprimió.

Al entrar al colegio, la psicóloga observó el comportamiento tan distante en Nicolás, las elevadas calificaciones, sus ojeras, el mal habito de morderse los labios y de acariciarse el dorso de las manos hasta dejarlas rojas. Lo más notorio era la ausencia de sus padres en las ceremonias de premiación, porque Nicolás pertenecía a la excelencia académica, pero era la psicóloga quien lo acompañaba a los eventos como reemplazo de los padres y ella notaba en el menor esas reprimidas ganas de llorar y la búsqueda con la mirada de algún familiar. En más de una ocasión lo invitó a pasar a su oficina para hablar, pero Nicolás siempre se negaba diciendo que todo estaba bien y que debía seguir estudiando más.

A pesar de que Nicolás logró hacer amigos, la psicóloga nunca sintió que estuviese bien y que eso lo iba a perjudicar en el futuro. Y ahora en la actualidad, Nicolás estaba presentando sus antiguos reflejos evasivos, combinado a una paranoia por los recuerdos desenvueltos o bloqueados y la confusión en diferenciar un sentimiento de otro.

James se enteró de que se había desmayado hasta que llegaron a la casa de Esmeralda. Su hermana se preocupó al verlo más pálido que de costumbre. Nicolás ya no estaba diciéndole honestamente el cómo se sentía. No pensaba posponer más la visita al médico. La salud de su hermano era mucho más importante que un examen que podía reponer después.