—Estás aquí… —Mineah tarareó débilmente a Nikolai.
En el momento en que abrió los ojos, fue recibida de inmediato por el apuesto rostro de su esposo, con las cejas fruncidas mientras sostenía su muñeca con delicadeza.
—Gracias al cielo, tu pulso ha vuelto a la normalidad —suspiró aliviado Nikolai—. Supongo que tus doncellas sabían perfectamente qué hacer en momentos como estos.
Contraviniendo su mejor juicio, los labios de Mineah se estiraron en una hermosa sonrisa. Le gustaba ver que él se preocupaba de esta manera. Significaba que en realidad albergaba algunos sentimientos por ella.
—¿Por qué estás sonriendo? —él rápidamente reprendió con una expresión sombría—. No hay nada divertido en esto, Mía.
—No es divertido, pero ¿me puedes culpar por estar feliz? —señaló con una sonrisa de suficiencia mientras movía su cuerpo para sentarse en la cama—. Ver que te preocupas por mí de esta manera es refrescante.
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