CAPITULO 4: LOS PRIMEROS DÍAS DE LA REPTIL

Había nacido y sentía mucha curiosidad. Curiosidad por saber que le rodeaba. Curiosidad por saber en dónde estaba. Curiosidad por saber quién era. Pero por sobretodo, curiosidad por comprender lo incomprensible.

Pequeña y de un aspecto que solo podría recordar a los extintos Dinosaurios aquella Reptil intento caminar pero no pudo, no sabía cómo todavía; aun así gateo lo mas que pudo por aquella enorme pradera pudiéndose mesclar en el follaje verde.

Su piel era como los altos pastos de aquella pradera, sus ojos eran amarillo ámbar con una pupila rasgada de gato, se podía percibir mucha vida y ternura en aquella misteriosa mirada, sus pequeños colmillo eran puntiagudos pero no parecían afilados.

Gateando se acerco a la roca gris enorme y trato de levantarse. No tuvo éxito al principio; pero luego de tres intentos mas pudo lograrlo. A pesar de ser muy pequeña ella era alta de estatura, mirando para ambos lados solo podía divisar el pasto verde y una libélula, era algo grande; pero se veía demasiado sabrosa, tuvo algo de hambre por lo que intento ir tras ella para cazarla. Al principio no sabía caminar pero aprendió rápido; aun así abriendo la boca para poder atraparla y después cerrarla sin haberlo conseguido la término cansando. Algo hambrienta todavía tomo un poco de aquel pasto para comerlo, se sintió satisfecha. Entonces se acurruco en ese mismo lugar mientras bostezaba, no tenía un nombre pero si un hogar, esa pradera era su hogar.

Mientras dormía unas bellas flores nacieron y florecieron al lado suyo, las primeras en muchos años de oscuridad.