—Veo que tus modales no han mejorado —la voz de la Dama Marcelina resonó en el salón—. Deberías saber mejor que hacer esperar a los invitados.
La expresión de Jael se oscureció mientras se acercaba a la mesa. Sus ojos escanearon la mesa, sus guardias ya estaban en la mesa, al igual que el resto de los miembros del hogar.
Todos se levantaron simultáneamente cuando él entró. Ni aceleró su paso ni lo redujo mientras se acercaba a la mesa. Tomó asiento.
—Señor —dijeron antes de sentarse.
—Dime que tienes una excusa adecuada por llegar tarde, incluso tus guardias personales llegaron tarde —Dama Marcelina continuó.
Jael frunció el ceño, era obvio que ella no tenía intención de dejar el tema. A Jael le disgustaba tener que explicarse. Era molesto que ella pudiera hablarle así como si la interrupción nunca hubiera ocurrido, como si no tuviera razones para estar enojado con ella.
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