—Mauve —la llamó suavemente—. ¿Sabes montar a caballo?
Ella inmediatamente apartó la vista, su rostro se calentaba. —No —murmuró. Nunca había montado uno.
—¿Alguna vez has estado sobre un caballo antes?
Ella negó con la cabeza. Nunca tuvo razón para hacerlo. Después de llegar al castillo con su madre, nunca lo abandonó. Habían caminado hasta el castillo, les había tomado casi tres días con su madre enferma.
—Por favor, dime por qué asumes que usaríamos caballos si no puedes montar?
—Yo-Yo... —comenzó a decir, pero de inmediato perdió el hilo de lo que decía cuando Jael cerró la distancia entre ellos.
—No puedo escucharte, Mauve. —Él se inclinaba sobre ella mientras hablaba, lo que la hacía sentir un poco incómoda.
Ella usó su mano libre para ajustar la bufanda en su cuello aunque no había necesidad de hacer eso. Se aclaró la garganta intentando forzar las palabras. —Pensé que quizás podría montar con alguien.
—¿Alguien? —Él preguntó aunque podía escucharla claramente.
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