La luz de la mañana se colaba a través de las cortinas finas, bañando de un suave resplandor la pequeña habitación donde Anne había estado descansando. La noche había sido larga e inquieta, con recuerdos que deseaba poder olvidar acechando sus sueños.
Un golpe suave en la puerta sacó a Anne de sus pensamientos. La puerta chirrió al abrirse y Emily entró, su expresión una mezcla de preocupación y curiosidad. Al ver a Anne sentada en la cama, sus ojos se abrieron sorprendidos.
—¡Estás despierta! —exclamó Emily, recorriendo a Anne con la mirada—. ¡Y te has sanado tan rápido! ¿Cómo es eso posible?
Anne ofreció una pequeña sonrisa forzada. —Siempre he sanado rápido. Y honestamente, no estaba tan herida.
Emily frunció el ceño, sus ojos se estrecharon como si no pudiera creerlo. Pero antes de que pudiera insistir más, Anne balanceó sus piernas fuera de la cama, el movimiento suave y elegante a pesar de la prueba que había superado.
—Gracias —dijo Anne, su voz tranquila pero sincera—. Por todo. Por la ayuda, la ropa y el refugio. Pero creo que es hora de que me vaya. No quiero causarte más problemas de los que ya he causado.
Se levantó, alisando la ropa prestada, y comenzó a recoger sus pocas pertenencias. Emily la observaba, claramente perturbada por lo rápido que Anne se había recuperado, pero antes de que pudiera decir algo, la puerta se abrió de nuevo y Heather entró.
—¿Estás segura de que estás suficientemente bien como para irte? —preguntó Heather, su voz cálida y llena de preocupación. Se acercó a Anne con una bondad que hizo doler el corazón de Anne, una bondad que no había experimentado en mucho tiempo.
Anne dudó, el peso de la mirada de Heather casi demasiado para soportar. —Estaré bien —respondió, su voz un poco demasiado rápida, un poco demasiado forzada—. No quiero ser una carga.
—Tonterías —dijo Heather, descartando la idea—. No eres una carga. Has pasado por algo terrible, y está claro que podrías usar un poco más de tiempo para recuperarte correctamente. ¿Por qué no te quedas un poco más? No hay prisa.
La oferta era tentadora, más de lo que Anne quería admitir. Pero sabía que no podía quedarse. Cuanto más tiempo permanecía aquí, más peligro traía a estos amables extraños. No sabían quién o qué era ella realmente.
—Realmente lo aprecio —dijo Anne, tratando de mantener su voz estable—. Pero no quiero ponerlos en riesgo.
Los ojos de Heather se suavizaron, y extendió la mano, colocando una mano gentil en el brazo de Anne. —¿Qué te pasó, querida? ¿Fuiste agredida? Si necesitas ayuda, podemos ir a la policía. Nadie debería pasar por algo así solo.
Anne sintió que su garganta se apretaba, el pánico burbujeando en su interior. ¿Cómo podría explicar la verdad? Que era una loba y que dos manadas intentaban matarla. Que su mera existencia era una amenaza para cualquiera que la albergara.
Se obligó a sonreír, una expresión triste y resignada que esperaba que fuera suficiente. —Es complicado —comenzó Anne, su mente acelerada buscando una mentira plausible—. Soy huérfana. Mis padres murieron cuando yo era joven, y he estado sola durante mucho tiempo.
La expresión de Heather se volvió aún más compasiva, su agarre en el brazo de Anne se apretó ligeramente. —Oh, lo siento mucho.
Anne asintió, tragando fuerte mientras continuaba su historia. —Tuve un novio, pero las cosas no terminaron bien. Era abusivo, y cuando intenté dejarlo, se enfadó. Ha estado tratando de lastimarme desde entonces.
La mentira tenía un sabor amargo en su lengua, pero era la única manera de protegerlos. Los ojos de Heather se llenaron de comprensión, y atrajo a Anne hacia un abrazo gentil.
—No tienes que pasar por esto sola —susurró Heather, su voz suave y tranquilizadora—. Podemos ayudarte, protegerte. Nadie debería ser tratado así.
Anne sintió un nudo formarse en su garganta, la culpa y la gratitud luchando dentro de ella. Deseaba poder aceptar su ayuda y desearía poder quedarse en este lugar cálido y seguro donde la bondad se daba libremente. Pero sabía que eso no era posible.
Retrocediendo del abrazo, Anne forzó otra sonrisa. —Gracias, Heather. Pero he estado sola durante mucho tiempo. Estoy acostumbrada. Solo necesito seguir moviéndome.
Heather la observó durante un largo momento, como si buscara algún indicio de que Anne podría cambiar de opinión.
—Anne —comenzó Heather suavemente, su voz teñida de emoción—. Quiero que sepas que entiendo lo que estás pasando más de lo que crees.
Anne se volvió para mirarla, la curiosidad destellando en sus ojos. La mirada de Heather estaba distante por un momento, como si recordara un doloroso recuerdo. —Mi esposo era abusivo. Un alcohólico. Durante años, intenté hacer que funcionara, pensando que las cosas cambiarían, pero nunca lo hizo. Eventualmente, encontré la fuerza para dejarlo, por mi bien y por el de Emily.
Anne no esperaba que Heather compartiera algo tan personal, pero la sinceridad en su voz la hizo imposible alejarse.
Heather continuó, su tono suavizándose aún más. —Cuando te miro, veo a alguien que ha pasado por mucho. Me recuerdas a Emily, y no puedo simplemente dejarte valerte por ti misma. Mereces algo mejor que eso, Anne.
Anne parpadeó, la repentina oleada de emoción amenazando con abrumarla. Sacudió la cabeza, tratando de mantener su resolución intacta. —Heather, aprecio todo lo que has hecho, pero no quiero ser una carga. Ya me has ayudado tanto
Heather la interrumpió con amabilidad, colocando una mano reconfortante en el brazo de Anne. —No eres una carga, Anne. Eres alguien que necesita un poco de ayuda, y no hay nada malo en aceptarlo.
Hubo un breve silencio mientras las palabras de Heather quedaban en el aire. Finalmente, Heather preguntó. —¿Cuáles son tus planes entonces? Si estás decidida a irte, ¿a dónde irás?
Anne se mordió el labio, la incertidumbre royéndola. No había pensado tan adelante, realmente no. Había estado tan concentrada en escapar, en mantenerse por delante del peligro, que no había permitido pensar en lo que vendría después. —Supongo que intentaré encontrar un trabajo —dijo vacilante—. Algo para seguir adelante.
Los ojos de Heather se iluminaron con una idea y sonrió cálidamente. —¿Qué te parece si vienes a trabajar para mí?
Anne parpadeó sorprendida, descolocada por la oferta inesperada. —¿Trabajar para ti?
Heather asintió, su sonrisa se ensanchó. —Sí. Mis padres tienen un pequeño café, pero ya están muy mayores para manejarlo solos. He estado planeando mudarme con ellos para ayudar, pero podría usar un par de manos extra. No es nada lujoso, solo un lugar acogedor, pero es hogar. ¿Por qué no vienes conmigo? Podrías ayudar en el café y a cambio, tendrías un lugar seguro donde quedarte.
La mente de Anne se aceleró, la oferta tanto tentadora como aterradora. Una parte de ella anhelaba la estabilidad y la seguridad que Heather estaba ofreciendo, un lugar donde podría esconderse, donde nadie la encontraría. Pero también estaba el miedo de acercarse demasiado, de poner a estas amables personas en peligro.
Dudó, sus pensamientos girando. —No sé. ¿A dónde te mudas?
La sonrisa de Heather permaneció, aunque se suavizó ligeramente. —Alaska. Es un pueblo pequeño, tranquilo y lejos de aquí. Un nuevo comienzo para ambas.
Alaska. La palabra resonó en la mente de Anne. Era tan lejos, tan remota. Quizás era exactamente lo que necesitaba, un lugar donde nadie la conocía, donde podría desaparecer y finalmente escapar de las sombras de su pasado. Solo había una manada de lobos en Alaska, y si tenía cuidado, podría evitarlos.
Pero, ¿era correcto aceptar? ¿Podría realmente desarraigarse y confiar en estos desconocidos con su vida?
Heather apretó reconfortantemente el brazo de Anne. —No tienes que decidir ahora mismo. Pero piénsalo, Anne. No tienes que enfrentar todo sola. Déjanos ayudarte. Déjame ayudarte.
Anne miró a los amables ojos de Heather, y por primera vez en lo que parecía una eternidad, sintió un atisbo de esperanza. Quizás, solo quizás, esta podría ser su oportunidad de una nueva vida, una vida libre de miedo, de huir.