Salió tímidamente de detrás de un árbol. Su alta estatura parecía casi cómicamente fuera de lugar, intentando—y fallando—mezclarse con el paisaje. Se rascó la nuca, dándole una sonrisa incómoda.
—Eh… hola, Emily —dijo, con un tono que sonaba demasiado casual para alguien que claramente había sido atrapado merodeando.
Emily cruzó los brazos, levantando una ceja hacia él. —¿Me estabas… siguiendo?
Chris se encogió de hombros, aún sonriendo como un niño atrapado con la mano en el tarro de galletas. —Seguir es una palabra muy fuerte. Solo te estaba vigilando. Ya sabes, por si acaso.
—¿En caso de qué? —replicó ella, los labios le temblaban mientras luchaba por mantener la cara seria.
—Oye, esos vendedores de fruta pueden ser astutos —Chris respondió con un tono semi-serio—. Solo quería asegurarme de que no te timaran tu dinero ganado con esfuerzo.
Emily rodó los ojos pero no pudo evitar la risita que se escapó. —Creo que puedo cuidarme sola, Chris.
Él se acercó más.
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