—Las palabras de Calhoun cayeron como un susurro en sus oídos, dulces pero exigentes, un diablo que intentaba seducirla —dijo—. Su corazón se estremeció con sus palabras, y ella quedó fija en esos ojos rojos como líquido que parecían nada menos que el color del vino que a menudo él tenía en su mano. Cuando ella no respondió a sus palabras, Madeline sintió que la mano de Calhoun tiraba del cabello de la parte de atrás de su cabeza, y sintió un dolor repentino. No era doloroso, pero fue suficiente para captar su atención.
Madeline no podía dar un paso atrás para alejarse de él, no cuando solo podía dar saltitos. La forma en que él la miraba, le dificultaba moverse aunque fuera una pulgada. Se quedó allí solo para sentir su otra mano deslizarse sigilosamente hasta su cintura, acariciándola antes de posarse en su espalda.
La atrajo hacia él y sus labios se entreabrieron inconscientemente bajo su mando.
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