Las lágrimas de Dahlia fluían de sus ojos solo de pensarlo hasta que rompió en sollozos violentos en sus brazos.
El corazón de Carter se encogió al oír su lamento. Se giró con cuidado y la cubrió con su cuerpo firme, brindándole una poderosa manta de calor masculino con la esperanza de aliviar su pena. La acurrucó debajo de él, protegiéndola del mundo exterior. Su mejilla presionada contra ella con sus brazos, rodeándole los hombros en un abrazo poderoso.
Sintió la tranquilidad que él exudaba, y se fundió en él. Él la sostenía firme, anclándola a él.
—Shh... Está bien. No te preocupes, puedes llorar todo lo que necesites.
Dahlia no tenía que ocultar su dolor de él. No necesitaba esconderse detrás de la pesada sonrisa de escudo que llevaba para esconder su pena, para que otros pensaran que ella estaba bien.
Carter no se movió ni dijo nada. Fue una bendición. Se preguntó si él ya sabía o si simplemente era su manera de tratar a una mujer llorando.
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