—¡Traigan al médico ahora mismo! Creo que mi esposa pudo haber sido envenenada —ladró Sterling a Merrick y Andre.
Observó cómo ambos caballeros salían precipitadamente de sus aposentos. Sterling podía oír el repiquetear de sus armaduras mientras ambos corrían en busca del médico de Faye. Él abrazaba a su esposa contra su cuerpo y la mecía en sus brazos.
—Lo siento, mariposa, por favor no me dejes —su voz se quebró—. No sabría qué hacer sin ti ahora. Te has adherido a mí tan rápidamente. Por favor, mi dulce Faye, abre los ojos.
En cuestión de momentos, los caballeros y el médico irrumpieron de vuelta en la habitación. Todos estaban sin aliento por la prisa de llegar al cuarto. Vieron a Sterling sentado en la cama con el cuerpo inerte de Faye recostado en sus brazos.
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